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Repensar la movilidad cotidiana

Al finalizar el verano comienza un nuevo curso académico y con él la movilidad en las ciudades alcanza su apogeo. La causa de esto son los denominados desplazamientos obligatorios, entendiendo por tales los de frecuencia diaria realizados por motivos laborales y de estudios, que son una parte fundamental del conjunto de la movilidad urbana y que durante los meses veraniegos se ven –obviamente– atenuados por las vacaciones.

Este tipo de viajes constituye, según las encuestas más recientes elaboradas en varias ciudades españolas, entre un 40 % y un 50 % del total de los desplazamientos urbanos. Por sus características, la movilidad ocupacional se resuelve en gran medida mediante la utilización del automóvil (en particular los movimientos laborales) y, además, con niveles muy bajos de ocupación en cada vehículo. Como consecuencia de ello, la vuelta al trabajo y el comienzo de la actividad en los centros escolares suponen un incremento evidente del tráfico en las ciudades. Y con él llegan también el aumento de la contaminación atmosférica, el ruido, la congestión, los accidentes laborales ligados a desplazamientos (más de 75 000 al año en España) y otros muchos efectos indeseados causados por la movilidad urbana actual basada en el uso masivo del coche.

Estas afecciones del intenso tráfico rodado de las ciudades suponen un riesgo para la salud de los personas, pero también para la propia salud del planeta, muy influenciada por lo que ocurre en los entornos urbanos. No en vano, en las ciudades vive más de la mitad de la población del planeta y –según la Agencia Internacional de la Energía– en ellas se consume hasta tres cuartas partes de la energía utilizada por el ser humano y se produce un 70 % de las emisiones de CO2 lanzadas a la atmósfera. A este respecto, viene bien recordar las palabras del que fue secretario general de la “Cumbre de la Tierra” de Río de Janeiro, Maurice F. Strong: “La batalla de la sostenibilidad se ganará o perderá en las ciudades”, lo cual parece cada vez más evidente, dado el creciente ritmo de concentración de población y actividades económicas en las áreas urbanas de todo el planeta.

A esa conocida frase añadió una coletilla que nos permite centrar la atención en el asunto del que trata este artículo: “la gestión de la movilidad urbana es lo que determinará quien ganará esa batalla”. Por tanto, la movilidad urbana no es solo un aspecto más del medio ambiente de las ciudades, con alcance puramente local. Al contrario, se trata de un tema absolutamente central en el ámbito de la sostenibilidad global, como lo demuestra el hecho de que el transporte es –con mucha diferencia– el sector de mayor consumo energético a escala nacional (44,9 %) y también urbana, muy por encima de la industria, el consumo doméstico, etc. Teniendo en cuenta que la movilidad sigue estando todavía ligada de forma abrumadora al uso de los derivados del petróleo, las consecuencias en lo que a contaminación atmosférica se refiere son evidentes.

De esta forma, otorgando la importancia que merece la movilidad urbana y volviendo a los desplazamientos ocupacionales con los que comenzábamos, el hecho de que estos se concentren en el tiempo (en unos días de la semana y a unas horas muy concretas) y en el espacio (con destino en los grandes centros atractores de viajes como hospitales, universidades, polígonos industriales, etc.) permite arbitrar buenas soluciones de movilidad. O al menos más sencillas que cuando se quiere actuar sobre los desplazamientos por motivos personales (ocio, compras, gestiones, etc.), generalmente más dispersos en el espacio y de carácter más esporádico.

Por tanto, esto supone una gran oportunidad para que las administraciones y los gestores del transporte público enfoquen sus políticas hacia este tipo de movilidad, que por sus características se prestan muy bien a la implantación de soluciones alternativas al uso del coche privado. La realización de planes de movilidad sostenible a escala urbana y, particularmente, de planes de movilidad al trabajo (los centrados en una empresa o institución o en un conjunto de ellas) son una excelente manera de tomar conciencia y de identificar acciones concretas que permitan cambiar la movilidad de las ciudades.

El comienzo de curso, coincidente con la celebración de la Semana Europea de la Movilidad (16-22 de septiembre de 2022), es un buen momento para repensar nuestra movilidad diaria al centro de trabajo o al lugar de estudios. Aunque las ciudades actúen favoreciendo el desarrollo del transporte público y de los medios no motorizados, la decisión última sobre cómo nos movemos corresponde a cada persona, en función de sus circunstancias y posibilidades. En ocasiones no hay alternativas razonables al uso del automóvil, pero en la mayoría de los casos es cuestión de plantearse un pequeño cambio de hábitos del que nos beneficiaremos todos. Puede parecer mucho esfuerzo para un resultado inapreciable en el conjunto de una gran ciudad, pero alguien tiene que empezar… Y podemos ser nosotros.

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Juan José Pons
Investigador del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra.

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