Fernando Iraburu
Un claro en el bosque. Complejo termal
Proyecto Fin de Carrera Máster Universitario en Arquitectura
Universidad de Navarra
Tutor: Julio Clua
En el epicentro del Madrid más castizo, donde ya desde el antiguo plano de Teixeira se vislumbran las trazas de la ciudad actual, es donde se procede a intervenir. La plaza de La Cebada, o lo que queda de ella. Espacio configurado como vacío dentro de la caótica trama madrileña del siglo XVI, haciendo de nodo entre la calle San Francisco y la de Toledo y conduciendo a esta última a la plaza Mayor. Lugar cambiante, pero que mantiene su carácter de punto de encuentro para el madrileño de a pie. Ha sido lugar de ejecuciones capitales cogiendo el relevo de la plaza Mayor; ha albergado diversas fuentes como la de la Abundancia y se han organizado ferias desde sus inicios. Flanqueada por edificios como el hospital de La Latina -actual teatro- o la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia, la plaza se encuentra hoy en día colmatada prácticamente en su totalidad por la volumetría del mercado de La Cebada, edificio de mediados del siglo XX erguido sobre el antiguo mercado, de forja de hierro inspirado en el de La Salle Parisino e inaugurado en 1875 para luego ser derribado por cuestiones de salubridad y tamaño.
Se propone una diagonal reguladora y conductora, un plano vertical y un plano horizontal, un umbral, una pieza que componga y libere, un gesto en apariencia sencillo, pero a través del cual se procura resolver tan caótica geometría. Unas escamas de vidrio refractoras de los colores de La Latina, un caleidoscopio cuyo color sean todos, que albergue los vestigios de una naturaleza que en su día reinó en la plaza y la resguarde. Un complejo termal en altura, recurriendo a las diagonales interiores multiplicadoras del espacio y a las visuales en escorzo. Una ascensión, que culmina en el punto de mayor altura enfrentándose a la plenitud de la ciudad. En definitiva, un edificio cuyo principal objetivo es devolver la plaza de La Cebada a sus acreedores. Plaza, vegetación, ciudadanos y pieza en armonioso diálogo, asumiéndose todo como uno.
Se propone liberar la huella de la Plaza de la Cebada edificando lo necesario y evitando la implantación de tanto barreras físicas como visuales. Se libera el perímetro para que la accesibilidad se produzca tanto de la Calle de Toledo como de la Calle San Francisco evitando de este modo congestiones. Además se peatonaliza la Calle San Francisco llevando la totalidad del trafico rodado por la Calle de la Cebada a través de la cual se produce el acceso al aparcamiento público.
Se propone un gran espacio de antesala del teatro y recepción de la salida del metro como un espacio que sirva de apoyo al masificado Rastro madrileño, además se plantea un nuevo espacio de cultura para la ciudad y el propio barrio de La Latina, un museo al aire libre que apoye al actual y que con el volumen de fondo sirva para fomentar la cultura.
Se propone una mínima intervención sobre la superficie de la plaza. Se plantea una pieza de vidrio que resulta media diagonal propiciada por la geometría existente. Un plano vertical y una lámina de agua y un umbral que une ambas geometrías convirtiéndose en la charnela entre espacio público y privado, plaza y termas, un programa abierto y un programa que requiere recogimiento y espacios aislados. Esta dicotomía es la generadora de la envolvente del proyecto.
Hacia el exterior una piel de vidrio que no permite visuales directas exceptuando las propuestas, una piel de reflejos y movimiento, refracciones del propio entorno como si de un caleidoscopio se tratara. hacia el interior una proyección de colores, sombras y movimientos que hacen de la ciudad un telón de fondo generando la privacidad necesaria en cada caso. Se proponen una serie de ritmos de fachada que dialogue con la amalgama de alturas y dimensiones existentes en la ciudad y la aparición de una suerte de vacíos en la piel de vistas controladas y escorzos tan característico de la pintura madrileña.
Se plantea un proyecto de secciones y recorridos en altura. Una sección cinética y una envolvente de costillas de vidrio. La sección va variando conforme van sucediéndose diferentes tipologías de espacios. Cada lámina de agua y espacio polivalente juega con las dobles alturas para aportar visuales diagonales multiplicadoras del espacio y entradas de luz de diferentes puntos. Al tratarse de espacios pasantes la iluminación natural que se consigue es máxima.
El planteamiento de piscinas en altura provee a el espacio de visuales y materialidad circundante que no se lograrían en espacios soterrados. Se pretende hacer a la ciudad partícipe y no rehuir de ella. La ciudad como protagonista de fondo. No se esta completamente aislado hasta cuando el programa requiere de una privacidad absoluta como en baños turcos, duchas o vestuarios, estos espacios quedan envueltos en una piedra basáltica de color negro y acabado mate que aumenta el cambio de percepción para lograr el recogimiento más absoluto en el edificio.