José Rodríguez López
El color de la Razón
Proyecto Fin de Carrera Máster Universitario de Arquitectura
Universidad de Navarra
Tutor: Julio Clúa
Al recorrer el Paseo del Prado uno está recorriendo en realidad el sueño ilustrado de otorgar a la población un lugar donde esparcirse y formarse. Éste es, por lo tanto, el enclave perfecto para el novedoso programa que se plantea, un espacio donde acercar el arte al público general a través de las tecnologías inmersivas. Con este edificio, el Museo del Prado pretende romper con la tradición del “white box” que critica Brian O’Dogherty para enfocarse en el proyecto pedagógico del Campus del Prado.
A la hora de afrontar este emplazamiento es importante comprender que se trata de un lugar que ha sido transformado por grandes arquitectos de la talla de José Hermosilla, Ventura Rodríguez, Francisco Sabatini, Juan de Villanueva, Manuel Herrero Palacios, Rafael Moneo, Álvaro Siza o Francisco Asís Cabreros entro tantos otros. Ésto obliga a plantearse el entorno con rigurosidad con el fin de dar una respuesta arquitectónica adecuada, no sólo a un nuevo arquetipo de programa sino a la ciudad, en un solar abandonado de la misma.
El proyecto surge del giro producido entre el Ensanche de los Jerónimos, que seguía los del desaparecido Palacio del Buen Retiro, y el eje generado por el Museo del Prado y el Jardín Botánico. Como respuesta a la esquina inconclusa de la Plaza de Murrillo se busca crear un acceso claro que sirviese tanto al Museo como al Jardín. Se prolonga por lo tanto la línea de la verja del botánico para introducir al visitante bajo el voladizo de la biblioteca -acceder a través de la razón- a un gran espacio porticado. Este giro entre ambas direcciones será el hilo conductor de la propuesta.
La propuesta trata de dar una respuesta rotunda que termine el incompleto barrio de los Jerónimos en ese punto, sin que resulte un ente autónomo, sino el resultado de la relación con sus contiguos. Se logra colmatar el ensanche mediante una pieza que se perfora por un patio triangular y superiormente una terraza.
Se genera una relación clara con el Jardín Botánico, pretendiendo relacionar ambas obras de Villanueva. La colisión entre la geometría del Botánico y la del Ensanche, genera en el interior del edificio un vacío en forma de atrio triangular hundido – hortus conclusus - alrededor del cual se ha organizado el programa.
El programa principal, las salas inmersivas, se sitúan en un nivel inferior a la Plaza de Murillo. En la planta de acceso se encuentra el vestíbulo y tienda. En la entreplanta, volcadas al atrio central, se sitúan los seminarios y justo encima la sala multiusos y la biblioteca digital que se abren hacia la terraza.
La cubrición del patio triangular se convierte en un mirador al Jardín Botánico y una oportunidad para ampliar la sala multiusos con un espacio al aire libre. La estructura rítmica de grandes pórticos fragmenta la vista panorámica, invitando al visitante a recorrer el espacio para descubrirlo en su totalidad.
Hacia la Calle Espalter se pretende terminar la ciudad creando un edificio con un lenguaje abstracto y callado, que, sin embargo, permite al viandante intuir lo que sucede en su interior. Se construyen los limites de la calle en un plano de hormigón que recuerda el carácter pétreo de los basamentos de los edificios próximos. La voluntad del edificio de adecuarse a su situación hace que hacia el Botánico su alzado cambie de material al ladrillo, posea un lenguaje y ritmo más académicos y se muestre más permeable a la luz de sur, que tamizada por los arboles y los pórticos iluminan el atrio central.
La respuesta a un sitio como este requiere de una sinceridad material. El edificio se muestra como es en su interior, dejando la estructura vista, un sistema de costillas de grandes dimensiones de hormigón que desde el Jardín Botánico salvan las luces del atrio y se apoyan en la calle Espalter. Trasversalmente el edificio se va volviendo más permeable a medida que se aproxima al jardín botánico, resolviendo las superficies acristaladas mediante solución de muro cortina.
Aspira éste a ser un edificio que construya ciudad, invitando a entrar y quedarse a explorar el mundo del arte. Ser una arquitectura clara y rotunda a la par que ordenada y serena como su entorno. El edificio propuesto pretende adecuarse al lugar, a su historia y su razón de ser, a nuestro tiempo y a su tiempo, sin generar ruido en el Paisaje de la Luz.