Deontología Biológica
Índice del libro
Capítulo 26. Crisis energética
N. López Moratalla
a) Fuentes de energía
Un ámbito de gran actualidad para la Ciencia -y en cierta medida para la Biología- es el problema energético mundial. La tecnología tiene plateada la urgente necesidad de preparar una transición progresiva hacia nuevas, y variadas formas de energía, que reduzcan el predominio de la actual utilización de unos combustibles fósiles, que se van agotando. Es un campo prioritario de la investigación científica y técnica que requiere una estrecha cooperación Ciencia-Sociedad.
Hay para el científico, hasta cierto punto, una obligación ética general de realizar una investigación dentro de sus capacidades y medios, hacia aquellas áreas en las que hay una mayor necesidad. Es obvio que esta obligación, que recae también en quienes en la sociedad planifican la investigación y dirigen la política científica, no afecta a todos de modo directo. Sin embargo, todo científico puede aportar una contribución con un conocimiento riguroso del tema, que permita colaborar responsablemente en la tarea de la información y sirva de estímulo en la búsqueda de soluciones.
Mc Divitt -director de la División de Investigación y Enseñanza Superior Científicas de la UNESCO- ha señalado que la información constituye un factor indispensable en este problema: "¿Por qué a los adelantos tecnológicos sobre el aprovechamiento de las fuentes de energía renovables y no contaminantes no ha seguido su aplicación y utilización inmediata y generalizada? No puede darse una respuesta única a este complejo problema, pero, en general, se admite que los obstáculos no son de orden técnico. Entre los que se señalan en los estudios internacionales que a este respecto ha realizado la UNESCO figuran la falta de información especializada y de información pública y la escasez de personal científico en lo que toca a las instalaciones y a su reparación. Así uno de estos estudios, sobre educación y formación en esta materia, muestra que, pese al enorme interés que suscitan las nuevas fuentes de energía, aún no se ha elaborado un programa sistemático para satisfacer la apremiante necesidad de mano de obra calificada. La encuesta, que abarca unas 300 instituciones de 86 países, revela que, así como se dispensa formación a los investigadores, técnicos e ingenieros en todos los aspectos de la nueva tecnología energética, es igualmente necesario crear cursos para quienes deben adoptar decisiones en esta esfera.
En muchos casos, la falta de información es el obstáculo mayor para una formación más eficaz y un mejor conocimiento del público sobre las posibilidades de las nuevas fuentes de energía. Incluso en los países que disponen de sistemas modernos de información, hoy es prácticamente imposible estar al día respecto de los nuevos adelantos técnicos, debido a que el volumen de publicaciones es enorme y a que las fuentes de información están muy dispersas. Hay una preocupación generalizada por los peligros que pueden correr las inversiones basadas en una información poco digna de confianza. Los usuarios prefieren evitar el exceso de entusiasmo que muestran ciertos círculos, en lo tocante a ciertas fuentes alternativas de energía, cuyos resultados y rendimiento pueden constituir una decepción. Todos tienen conciencia de que la elección de una energía alternativa podría estar sujeta a presiones directas o indirectas, ejercidas por quienes se ocupan de la promoción y venta de los materiales e instalaciones que aquélla requiere"1.
A lo largo de los siglos, los tipos de energía disponibles, así como los modos de utilizarla, han sido uno de los factores influyentes en las formas de vida, e incluso, en algunos aspectos, en la misma estructura social. La utilización del carbón a gran escala, junto a otros factores -invención de la máquina de vapor, progreso de la química y siderúrgica- transformó las sociedades agrarias con la primera revolución industrial. La electricidad hizo también cambiar los modos de vida y permitió la formación de los grandes centros urbanos actuales. A partir del siglo XX, los combustibles fósiles y la energía hidroeléctrica y nuclear han permitido el avance de las sociedades industrializadas.
Actualmente se hace necesaria la utilización de nuevas fuentes de energía, múltiples y renovables, ya que no sería posible satisfacer las necesidades mundiales, si se continuara explotando exclusivamente los limitados recursos no renovables disponibles.
Los conocimientos científicos son más que suficientes para obtener energía a la medida de las necesidades de la sociedad actual; el problema técnico es el elevado costo de las inversiones para la explotación de las fuentes renovables y los cambios estructurales de orden social y tecnológico que entraña el uso progresivo de las nuevas fuentes. El hombre es lo suficientemente "sabio" como para liberar esa energía de los recursos naturales. Lo que es necesario es que tenga la suficiente prudencia para dominar y orientar adecuadamente las fuerzas energéticas que libere.
La energía que se necesitará disponer para el año 2.000 será del orden de 20,5 terevatios (siendo el terevatio -TW- un billón de watios), suponiendo un aumento de población de 5.500 a 6.700 millones de seres humanos, y que el consumo medio por persona aumente del 2,2 KW actual al 3,06; es decir, poco menos del doble del actual. Las principales fuentes de energía serán:
-combustibles fósiles, como carbón, petróleo, gas natural y las arenas y pizarras bituminosas;
-la energía nuclear obtenida de la conversión de masa en energía, por reacciones de fisión o de fusión;
-la mareomotriz de las mareas, que acumulan unos 3 TW;
-la de las olas de los océanos;
-la energía eólica: en los vientos que soplan sobre la Tierra se acumulan unos 2.700 TW;
-la hidráulica liberada en el ciclo por el cual el agua evaporada cae de nuevo en forma de lluvia o nieve;
-en las corrientes oceánicas hay acumulados de 5 a 8 TW;
-la energía solar y la de los combustibles solares, es decir, las plantas fotosintéticas;
-la geotérmica: calor de las rocas, aguas térmicas, volcanes.
La energía nuclear, por su carácter y por los riesgos que comporta su utilización -nos referimos ahora exclusivamente a su uso como fuente de energía-, requiere unas consideraciones.
b) Uso de la energía nuclear
Desde el punto de vista teórico, la energía nuclear podría proceder de la fusión o de la fisión atómica. Hoy día se utiliza únicamente la de fisión, ya que no se ha conseguido todavía desarrollar la técnica necesaria para obtener la fusión de los átomos de una manera controlada. Analizaremos, brevemente, tres tipos de reacciones nucleares, que nos permitirán una mejor comprensión de las posibilidades y limitaciones de las centrales nucleares, poniendo el acento en los riesgos que comportan.
Reacción de fisión.- Se consigue bombardeando átomos con partículas de alta energía, concretamente con neutrones, que al no tener carga eléctrica pueden colisionar con el núcleo; al conseguir la escisión del átomo en productos de fisión se produce gran cantidad de energía y se liberan nuevos neutrones; estos neutrones pueden romper otros núcleos, dando lugar a una reacción en cadena. La energía que se desprende es el producto de la masa desaparecida por la velocidad de la luz al cuadrado, según la ecuación de Einstein. Aunque la masa que desaparece es pequeña, la rentabilidad del proceso es grande, puesto que el valor de la velocidad de la luz es notable.
El control de este proceso requiere, en primer lugar, disminuir la velocidad de los neutrones, para ello se emplea una sustancia denominada moderador, que puede ser agua pesada, grafito, etc. Por otra parte, es necesario también disminuir el número de fisiones; si en cada fisión se liberan una media de 2,5 neutrones, sólo uno debe ser utilizado para una nueva reacción. Por medio de sustancias denominadas reguladoras o absorbentes, se consigue que parte de los neutrones sean absorbidos, y así se puede controlar la reacción en cadena.
Algunas veces, al chocar un neutrón de alta energía con el núcleo de un átomo pesado, no se produce la fisión, sino que el neutrón queda absorbido en el núcleo, y se produce una captura. En estas reacciones de captura hay emisión de radiación. La importancia de las reacciones de captura en los reactores nucleares estriba en que a partir de un material no fisionable -como por ejemplo el uranio 238- se llega a nuevos compuestos -el plutonio 239- fusionables.
Reacción de fusión.- Desde el punto de vista de la obtención de energía es mucho más rentable la reacción de fusión mediante la cual, al finalizar la reacción existen menos átomos que al inicio. El caso más simple podríamos representarlo por la fusión de dos átomos de deuterio, un isótopo del hidrógeno, resultando un átomo de He y un neutrón, según la ecuación:
H21 + H21 =He32 + H10 + energía
En esta reacción de fusión se libera una enorme cantidad de energía y se piensa, razonablemente, que representa una fuente inagotable, ya que el deuterio se puede obtener en cantidades ilimitadas del agua del mar. Es esta la reacción que tiene lugar en el Sol, mediante la cual suministra energía a todo el sistema solar.
Resulta, sin embargo, una reacción muy difícil de conseguir en la práctica, porque no sólo se necesitan temperaturas muy elevadas -de unos cinco millones de grados-, al objeto de conseguir la adecuada velocidad de los átomos, sino que, además, es todavía incontrolable.
Reactores nucleares.- Un reactor nuclear consta esencialmente de un núcleo activo, formado por el combustible, donde se desprende la energía en forma de calor; con este calor se genera vapor de agua, que se utiliza para mover turbinas. El combustible de los reactores está constituido esencialmente por material fisionable, como el uranio 233, el uranio 235 y el plutonio 239. De ellos, solamente el uranio 235 existe en la naturaleza formando parte del uranio natural. Los otros dos se obtienen artificialmente, por las reacciones de captura.
Según el combustible utilizado, se distinguen tres clases de reactores: los simples, que utilizan uranio enriquecido, con lo que se busca la producción de energía calorífica. Los reactores convertidores, que utilizan el uranio 235 que contiene el natural, y, además, convierten parte del uranio 238 en plutonio 239 para ser utilizado por otros reactores. Los reactores de regeneración generan material fisionable a partir de materiales fértiles, y sus "cenizas" representan una cantidad de combustible superior al que recibieron. Estos reactores requieren una refrigeración muy potente, con sodio o potasio líquidos; el sodio líquido es peligroso ya que se inflama al aire libre y explota al contacto con el agua.
Radiaciones.- En las reacciones nucleares se producen radiaciones de diversos tipos: radiación alfa, de carga positiva, que corresponde a núcleos de helio; radiación beta, de carga negativa, formada por electrones procedentes de la desintegración; y radiación gamma, de naturaleza electromagnética.
Las partículas alfa y los neutrones tienen gran capacidad de ionización. Son las que tienen mayor posibilidad de causar daño irreparable en las células, pero son también las más fáciles de contener ya que basta para ello una hoja de papel. Las partículas beta, la radiación gamma y los rayos X, en cambio, constituyen una radiación que transfiere baja energía lineal. Tienen menor capacidad de ionización, pero mayor poder de penetración, y pueden producir daños en el organismo.
Riesgos de las centrales nucleares
Ninguna actividad humana está a salvo de accidentes, que muchas veces son consecuencia de fallos, técnicos o humanos difícilmente evitables. Hasta abril de 1986, en que se produjo el accidente de Chernóbil, en varios decenios, el desarrollo de la energía nuclear comercial no había producido ningún accidente mortal. Los índices de seguridad eran satisfactorios en comparación con la energía no nuclear, especialmente la minería de carbón. En principio, los peligros de una central podrían concretarse en tres: Una avería seria del reactor, de consecuencias imposibles de predecir, en la que una proporción variable de población podría quedar sometida a dosis de radiación muy altas, incluyendo radiación altamente ionizante. La existencia, en la vecindad del reactor, de radiación con gran poder de penetración, y la radiactividad de los residuos.
Fusión del núcleo del reactor. El aspecto más temible de una posible avería de un reactor es el de la fusión del núcleo del reactor, de consecuencias potencialmente muy graves, aunque inferiores a las de una explosión atómica. Hace unos años, la Comisión de Energía Nuclear de los Estados Unidos encargó un informe a Norman C. Rasmussen, profesor de Ingeniería nuclear en Massachusetts, acerca de la seguridad de los reactores nucleares de agua ligera. Rasmussen formó un equipo de 60 personas, que elaboraron un meticuloso proyecto denominado informe Rasmussen, según el cual, el riesgo de una avería grave se estimaba en una probabilidad en 20.000 años-reactor. También aclaraban que la fusión del núcleo no representaría una amenaza para la población. Señalaban que la posibilidad de que un ciudadano normal muriera como consecuencia de un accidente en un reactor sería prácticamente igual a que le matase un meteorito. El informe de Rasmussen desencadenó una tempestad de críticas, dado el clima emocional en que fue recibido, por lo que la Comisión de Regulación Nuclear (NRC) encargó un nuevo informe a una comisión presidida por Harold W. Lewis, que encontró defectos importantes al informe Rasmussen, pero, en general, consideró válido el análisis allí realizado. Comprobaron que el grado de incertidumbre era mucho mayor que el expuesto en el informe Rasmussen, pero sin poder afirmar que la probabilidad de un accidente grave fuese mayor o menor.
Según los datos aportados a la opinión pública seis errores fatales -descuidos humanos- ocasionaron la catástrofe de Chernóbil, al incendiarse uno de los reactores. "La dosis colectiva de radiactividad en los habitantes de las regiones de la Unión Soviética afectadas por la nube de Chernóbil ha sido valorada en 8,6 millones de rem por persona en 1986 y en 29 millones de rem por persona durante los próximos 50 años, por radiaciones externas; 210 millones de rem por persona durante los próximos 50 años les llegarán por radiaciones internas, bien por inhalación, bien en la cadena alimenticia. Según las estimaciones, que no gozan de general consenso, estas dosis provocarán 40.000 casos de cáncer en los próximos 70 años, con incidencias variables de unas zonas a otras; para los 135.000 evacuados, esta incidencia será 20 ó 30 veces más elevada que para los demás. En el resto del mundo, durante el mismo período, serán 20.000 los tumores asociables a la nube radiactiva"2.
Radiaciones emitidas. La radiación eliminada por una central nuclear en el medio ambiente comporta un riesgo mínimo. En la tabla siguiente queda expresada la radiación que puede recibir un organismo, incluyendo la imputable a una central nuclear próxima.
Radiación en las cercanías de la central nuclear
(Comparación con otras)
|
Por hora de exposición |
Al año |
Al año |
Junto a central |
0,2 mrem |
352 mrem |
-- |
a 2 kms |
0,02 " |
3,5 " |
158 mrem |
a 10 kms |
0,002 " |
3,5 " |
15,8 " |
Radiación cósmica: 100 mrem
Alimentos y aire: 25 mrem
TV en color (2 h/día): 100 mrem
1 radiografía de tórax: 100 mrem
1 radiografía gastro-intestinal: 500 mrem
Tratamiento radioterápico de cáncer: 5000 rem
En el caso extremo de hallarse junto a la central, se recibiría 0,2 mrem por hora. Suponiendo un trabajador que pase 8 horas diarias, durante 220 días, recibiría 352 mrem, que a 2 km de la central se convertirían en 35,2 mrem y a 10 km en 3,5 mrem. Incluso un habitante que viviese a 10 km de la central y pasase en su domicilio los 360 días del año, recibiría unos 17 mrem, cantidad superada por la radiografía más simple o por la TV en color.
Como es bien sabido, las lesiones por radiaciones ionizantes se dejan notar principalmente en los tejidos que llamamos lábiles, o mejor, que contienen células lábiles. Existen esencialmente cuatro zonas que contienen células lábiles, de cuya proliferación depende la regeneración del tejido, de manera que cuando se pierde la posibilidad de reproducción de las células lábiles -células madre- se pierde la integridad del tejido, en un tiempo que varía con la rapidez del recambio celular. Estas zonas son las indiferenciadas lábiles presentes en el cuello de las criptas de las vellosidades, que dan lugar a las del epitelio que tapiza las vellosidades intestinales; las células madre en la médula ósea y órganos linfoides, cuya proliferación da lugar a la población celular sanguínea.
También la epidermis mantiene una continua renovación de células, que se originan en el estrato basal o germinativo -células lábiles-, y se desprenden en el estrato córneo. Las células germinales son igualmente lábiles y se pueden afectar por las radiaciones; se pueden producir alteraciones cromosómicas, que, cuando no son letales para la célula, se pueden transmitir a la descendencia.
Las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki han permitido, desgraciadamente, obtener información acerca de los efectos de la radiación masiva; los resultados son superponibles a los obtenidos en experimentación animal. Los efectos en relación con la dosis pueden resumirse de la siguiente forma: con 25.000 mrem, no hay efectos clínicos. Sólo se detectan bajo análisis especiales. Los 50.000 mrem producen pequeños cambios en la composición sanguínea. Los 300.000 mrem producen náuseas, vómitos y muerte en un 20% de los casos, mientras se recuperan el resto. Y con 600.000 mrem la muerte es prácticamente segura. En casos de radiación crónica los efectos no son predecibles y estas alteraciones se han estudiado en base a las exposiciones por razones profesionales (por ejemplo, de radiólogos) y por tratamientos médicos. Las alteraciones más importantes de la radiación crónica son el desarrollo de tumores y de alteraciones genéticas en la descendencia.
Por último, el aspecto que presenta más interrogantes es el del tratamiento de los residuos. En la actualidad, la mejor solución encontrada es la del enterramiento de los mismos a gran profundidad.
Por otra parte, los recipientes deben enterrarse diseminadamente, al objeto de disipar el calor generado por la radiactividad. El calor generado disminuye con el tiempo, de manera que si un recipiente se entierra al cabo de un año produciría 1.900ºC, mientras que a los 10 años sólo 250ºC. El peligro de los residuos es debido a la radiación gamma, cuyo efecto se ve atenuado en un factor 10 al atravesar un espesor de 30 cm de tierra. Por tanto, el peligro desaparece prácticamente al enterrarlos profundamente, a menos que sean accidentalmente desenterrados con posterioridad.
Por las serias consecuencias que supondría la avería de un reactor nuclear, o que suponen las radiaciones si no tuvieran control, se ha exigido desde el comienzo y desarrollado una alta cobertura de seguridad. Es un primer aspecto ineludible: la objetiva valoración de los posibles riesgos y las medidas oportunas para eliminarlos son exigencias éticas absolutamente, por encima de las valoraciones económicas o los intereses políticos. Pero las garantías de unas medidas de seguridad adecuadas no son en sí mismas suficientes para poder concluir que el problema del uso de esta fuente de energía -barata y menos limitada que las utilizadas hasta ahora- está resuelto. De acuerdo con Schumacher3, decir que "los científicos y técnicos del futuro serán capaces de crear normas y precauciones de tal perfección en cuanto a la seguridad, que el uso, transporte, procesamiento y almacenamiento de cantidades siempre crecientes de materiales radiactivos será algo enteramente seguro... es, otra vez, el intento de resolver un problema mandándolo a otra esfera, en este caso a la esfera de la conducta del hombre".
Los procesos desencadenados para obtener esta energía son nuevos en la tierra y su uso en gran escala, hoy por hoy, cuando el problema de los residuos está sin resolver, supone una cierta "hipoteca" de la naturaleza. Es cierto que las campañas antinucleares están muchas veces manipuladas por intereses políticos, e incluso que están bajo la fuerte presión psicológica que produce la utilización con fines pacíficos de una energía desarrollada inicialmente con fines bélicos, etc., pero en su base hay un argumento válido: la inquietud de que se introduce un proceso intensamente energético que no forma parte de los elementos naturalmente en equilibrio en la tierra. Hemos de confiar en las medidas de seguridad para que no se pierda el control del proceso, pero no estamos seguros de que los residuos de un uso masivo de los procesos de fisión atómica como solución al problema energético entren dentro del margen de tolerancia de la naturaleza. De forma gráfica David, consejero científico del expresidente Nixon se refería al tema del almacenamiento de los desechos en estos términos: "a uno le vienen náuseas de pensar que algo debe permanecer enterrado y bien sellado por 25.000 años antes de que sea inofensivo"4. También las centrales carbónicas arrojan desechos, algunos altamente tóxicos, pero son "terrestres".
En definitiva, la propuesta de reemplazar miles de millones de toneladas de combustibles fósiles por la energía derivada de la fisión -y más adelante de la fusión- atómica supone que, para solucionar el problema creado por la escasez de un recurso no renovable, se crea otro mayor ambiental y ecológico. Por ello, no solo se hace necesario tener la seguridad del control de los riesgos, sino mantener la tasa de su producción por debajo de los márgenes de "tolerancia de la naturaleza", resolviendo antes el difícil tema de los desechos. La naturaleza no ha sido hecha por el hombre y, por tanto, para su uso no bastan, son insuficientes, los criterios de utilidad, y menos de utilidad inmediata. No basta, desde el punto de vista ético, lograr un balance equilibrado entre riesgos y beneficios. Hay una responsabilidad ineludible al poner en marcha procesos en los que -como éste- no es posible tomar en consideración todos los efectos secundarios. Entonces, como señala Spaemann5 el criterio moral puede quedar expresado en la antigua máxima "nada en exceso". Aun cuando la rentabilidad económica fuera menor, la utilización de esta potencia energética debería encontrar sus propios límites en reactores de menor potencia, que de suyo sean, por tanto, más seguros, y en una proliferación atenuada que haga posible que la naturaleza pueda "metabolizar" los residuos radiactivos. Es un reto en la mentalidad tecnológica encauzar el potencial nuclear por nuevas estrategias6 que, sin eliminar las posibilidades que ofrece, sepan encontrar el equilibrio, expresado en el criterio ético que comentábamos: "nada en exceso".
c) Orientaciones en la búsqueda de solución a la crisis energética
El intento científico y tecnológico de ir preparando fuentes alternativas de energía que reemplacen la utilización actual, casi exclusiva, de un combustible no renovable, debe tener en cuenta estas tres coordenadas: la subsistencia humana, el uso actual de los combustibles fósiles y la explotación y conservación de la naturaleza.
Señala Schumacher, en la obra citada anteriormente, que uno de los errores mayores de nuestra época es creer que el problema de la producción está resuelto; al considerar que la relación del hombre con la naturaleza es meramente externa y de dominio, actúa como si los bienes de la naturaleza -en este caso los combustibles fósiles- fueran algo a gastar "como si fuera una renta y no un capital natural", sin preocuparse por su conservación, y sin preocuparse porque en la búsqueda de bienes de consumo se elaboren sustancias desconocidas en la naturaleza, a las que no puede hacer frente, descomponiéndolas ni reciclándolas, dado que no son naturales. Las orientaciones de este gran economista, experto en el desarrollo de las zonas rurales y preocupado por la necesidad de una profunda reorientación de la técnica para ponerla al servicio del hombre, se centran en el aspecto esencial de lograr una mejor educación. Es necesario un nuevo estilo de vida en la que, junto al desarrollar nuevos métodos de producción, haya nuevas pautas de consumo. Es muy frecuente y generalizado no dar valor a lo que el hombre no ha hecho; pero sólo quien sabe que el valor no es sinónimo de precio y sabe que existen diferencias, grados de ser de las cosas y no mide por criterios exclusivos de utilidad, puede hacer un uso ético de la naturaleza, y de lo que la naturaleza da al hombre. Como señala Schumacher "no tiene sentido hablar de la dignidad del hombre sin aceptar que nobleza obliga"7.
Parece claro que, en la pérdida de conceptos, de "superior" e "inferior", cuando hacen referencia al puesto que el hombre ocupa en el cosmos, está la raíz de la dificultad que tantas veces se plantea para encontrar la orientación correcta de la Biología aplicada y de las eternas polémicas manipulación-respeto: o venerar la naturaleza, o someterla al servicio del hombre. El estilo de vida de la sociedad tecnológica, impregnada de consumismo, reclama un mundo más habitable, un mundo más cooperativo con el entorno, más amistoso con la naturaleza. Pero al amor a la naturaleza, que proclaman estos movimientos ecologistas, le falta contenido: se trata de preservar de la intromisión humana un ambiente natural, para una contemplación y un disfrute, olvidando la "otra" naturaleza, bastante poco idílica, que el hombre ha necesitado y necesita "someter" para su supervivencia, y trabajarla para la obtención de los recursos necesarios.
En ese desprecio a la técnica -que en definitiva es la que hace posible su forma de vivir-, como en la defensa a ultranza de un dominio que busca exclusivamente una explotación a cualquier precio, late la misma falta de sentido: no haber reencontrado el puesto del hombre en la naturaleza y el puesto del hombre frente a su obra.
Como se vio anteriormente, la ética del dominio tecnológico de la naturaleza ofrece unos principios generales que guían la actuación del hombre ciencia. Algunos "códigos éticos", que se han propuesto, contienen las medidas concretas -guías- de la restauración, o de preservación, de la naturaleza de las tecnologías duras o agresivas a gran escala. Son medidas que por su carácter y amplitud han de ser tomadas por quienes dirigen y planifican, por las Instituciones correspondientes.
Notas
(1) DIVITT, J.F. "La información, un factor indispensable". Correo de la UNESCO, Julio, 1981, p. 19.
(2) RUBBIA, C. y CRESCENTI, N. "El dilema nuclear". Spoting y Kupfer, 1987. Citado en El País, 20,4,87.
(3) SCHUMACHER, E.F. "Lo pequeño es hermoso". H. Blume Ediciones. Madrid, 1982, p. 18.
(4) DAVID. En "Lo pequeño es hermoso". SCHUMACHER, E.F. H. Blume Ediciones. Madrid, 1982, pp. 18.
(5) SPAEMANN, R. "Los efectos secundarios como problema moral" en "Crítica de las utopías políticas". EUNSA. Pamplona, 1987.
(6) LESTER, R.K. "Nuevas estrategias para la energía nuclear". Investigación y Ciencia, 132, 58-70.
(7) SCHUMACHER, E.F. "Lo pequeño es hermoso". H. Blume Ediciones. Madrid, 1982, p. 96.