Ucrania: una encrucijada con misión ecuménica
Oksana Yakovina, filóloga ucraniana, imparte un seminario del Grupo de Investigación en Historia Reciente (GIHRE)
La filóloga ucraniana Oksana Yakovina ha impartido un seminario del Grupo de Investigación en Historia Reciente (GIHRE), de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad, donde ha defendido que su país “tiene una misión histórica: el ecumenismo cultural y religioso”. Asimismo, Yakovina, doctora en Filología e investigadora de la poesía metafísica ucraniana del siglo XVII, ha descrito Ucrania como “lugar de encuentro entre Occidente y Oriente”.
Tal y como ha explicado la experta, desde que en el siglo IX se formara el Estado de Kiev, la situación geográfica de Ucrania ha hecho posible que coincidan en ella diferentes religiones y culturas: cristianos ortodoxos obedientes a Kiev o a Moscú, católicos, un pequeño número de tártaros musulmanes… Oksana Yakovina ha explicado que durante la época de la República de las Dos Naciones (1569), hasta la incorporación al Zarato Ruso (1654), se produjo en el seno de las universidades ucranianas una valiosa síntesis entre la cultura bizantina y la occidental.
Tanto la actual Rusia y otros estados eslavos, como la expansión del cristianismo ortodoxo tienen su raíz en aquel antiguo Estado de Kiev. Cuando en el siglo X el gran príncipe Vladimiro se convirtió al cristianismo, trajo al valle del Dniéper lo que Yakovina ha descrito en el seminario como “una bendición con efectos políticos, pues para los pueblos eslavos, y, por supuesto, para Rusia; en Ucrania resulta estar el origen de su identidad política y religiosa”.
Ucrania ha sido estudiada como país bisagra entre el este y el oeste, como puente entre la cultura occidental y la oriental. Su historia ha estado condicionada (a veces enriquecida, otras veces perjudicada) por la diversidad de religiones y culturales que han habitado el país. Sin embargo, para Yakovina, la “gran misión” de Ucrania ha sido “transmitir la cultura occidental en Oriente”.
Sumisión y libertad en UcraniaDurante el dominio de los rusos, Ucrania vivió una época de dependencia que perjudicó el intercambio de siglos anteriores. Oksana Yakovina ha explicado que con Catalina la Grande el país experimentó “una grave pérdida cultural”. La filóloga ucraniana ha recordado que Rusia puso en cuestión la identidad de Ucrania hasta el punto de que en 1863 uno de sus ministros prohibió hablar ucraniano: “Nunca existió, no existe y no puede existir”.
Sin embargo, Ucrania nunca dejó de ser un país entre pueblos. En este sentido, el reparto de sus tierras entre los imperios circundantes fue un trauma político, pero para Yakovina también benefició a la apertura cultural y religiosa. Además, el país anheló la independencia, que consiguió brevemente al sacar provecho de la revolución bolchevique. En 1922 volvió a caer bajo el dominio soviético, durante el cual sufrió golpe tras golpe, como las famosas hambrunas de 1932 y 1933.
Hasta 1991, Ucrania formó parte de la URSS y las iglesias y los disidentes sufrieron purgas y persecuciones. Yakovina ha recordado que tras el desplome soviético se ha producido un cambio ideológico, pero las oligarquías anteriores se mantuvieron y “las personas siguen siendo las mismas”. De hecho, para la filóloga ucraniana, “las personas siguen formadas con cabeza soviética”. No obstante, el reciente Euromaidán, de orientación europeísta, ha movido a “cambios generales en la conciencia de todo el país”.
En el ámbito religioso, entre finales de 2018 y los primeros días de enero de 2019, la Iglesia ortodoxa ucraniana, hasta entonces dividida en tres, se ha unificado y el Patriarca de Constantinopla ha reconocido su independencia respecto de Moscú. Entre los jóvenes han crecido también las conversiones al catolicismo, una religión que, en palabras de Yakovina, les permite “abrirse en vida más amplia”.