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Ya queda menos para Nochebuena y desde BeBrave queremos celebrarla compartiendo con todos vosotros la IV Antología Navideña. La obra recoge poemas, relatos e ilustraciones de estudiantes y profesores de la Facultad de Filosofía y Letras.

A continuación os ofrecemos una pequeña selección y al final de la página os damos la opción de descargar la Antología completa (43Mb).


IV Antología Navideña



Danila Andreev - Filología ‘19

¡Feliz Navidad!

Las ansias de amor que tiene el corazón que en ti late solo las puede llenar el Niño Dios que ahora nace. Él te ama como nadie, y con Él amar es fácil, si con sus ojos le pides que ilumine tu semblante.

Esta Navidad te ruego, Rey de Reyes encarnado, que susurres a mi alma cada día tus encargos y que me abras las manos para amarte en cada hermano. En este mundo ruidoso, rápido y desangelado, dame la paz que tenías esa noche de hace tanto.

¡Quiero, Señor, cada día, acurrucarme a tu lado!

Dolores López
Profesora en el departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía


Concha Martínez Pasamar -Profesora del Dpto. de Filología

La infancia de Baltasar

Los pies estaban muy fríos en aquellas horas de la noche oriental. La manta apenas resguardaba el calor corporal y la luz plateada se colaba por una rendija del tejado. La inocente curiosidad le llevó a salir a contemplar los astros. Miles y millones de estrellas parpadeaban en aquel mar de luces que se reflejaba en las pupilas del niño. Se sintió sobrecogido. ¿Por qué no iba su madre a salvarle? ¿Por qué no estaba ahí cuando el miedo le paralizaba?

De pronto sufrió un escalofrío y los pelos del brazo se erizaron. Apenas un grito ahogado y un paso hacia atrás hizo que se tropezase. No cayó al suelo porque unos brazos le sostuvieron. «¿De qué tienes miedo?», le preguntó con maternal cariño. El hijo se abrazó a su madre. «De las estrellas», balbuceó. «¿Por qué?», siguió preguntando. El niño levantó la cabeza de nuevo y contemplándolas volvió a temblar. No podía abarcarlas. La inmensidad del campo estrellado superaba su campo de visión. Intentó saber qué le daba miedo, pero solo sabía que le daba miedo. Sintiendo el calor de su madre, se quedó largo tiempo observando.

―Mamá…―decía con esa dulce voz blanca tan característica de los niños― es que no lo entiendo. Todo el cielo parece desordenado. ¡Nada tiene sentido allí arriba! Si al menos… sirviese para algo. Pero no sirve para nada. Y eso también da miedo.

La madre se tumbó e indicó a su hijo que hiciera lo mismo. Tumbados, ella le empezó a explicar todo lo que sabía de astronomía: las constelaciones, los planetas, el movimiento de las estrellas… El pequeño entendió todo cuanto le decía.

―Mamá… entonces… ¿cada estrella es diferente? ―preguntó inseguro.

―Hijo mío… cada estrella es única. Son como las personas: cada una te llevará a mundos diferentes ―susurraba.

―¿Y si persigo una estrella que me lleve al lugar equivocado? ¡Me perderé y nadie podrá salvarme!

―Si eso sucediera, hijo mío… entonces encontrarás el camino de regreso, te lo prometo. Nunca deberíamos arrepentirnos de actuar conforme a una esperanza. Cada estrella nos lleva a algún lugar recóndito del mundo; cada persona nos lleva a algún lugar secreto de uno mismo.

―¡Hala, hala! ¡Increíble! Y… ―decía alargando las vocales con la mano en la barbilla― ¿Y… si una estrella nos guiase hacia una persona?

―Entonces, hijo mío… esa persona sería Dios. ¡Ja, ja!

Dicho esto, se levantaron y se fueron a sus respectivas camas. El pequeño no pudo dormir en toda la noche, observando cómo la luz plateada era absorbida por el cuenco de mirra que había encima de la mesa.

Alonso Schlatter García
4º Filosofía


Concha Martínez Pasamar - Profesora del Dpto. de Filología

¡La magia de la Navidad!

«Ya se acercan», «Ya vienen». Así de agitada se encontraba la ciudad de Bruselas el 5 de septiembre de 1599. A la entrada de la ciudad, se levantó un gran arco triunfal decorado con el escudo de los Austrias españoles y flores de todos los colores en honor de nuestros protagonistas: Isabel Clara Eugenia y Alberto de Austria, los nuevos gobernantes de los Países Bajos. Ambos entraron a lomos de dos majestuosos caballos por las calles del que sería su nuevo hogar. Para Isabel, había sido un año muy duro, pues hacía poco tiempo de la muerte de su querido padre, Felipe II. Y ahora… dejaba las Españas, su hogar, para gobernar estos territorios y todo por la memoria de su padre y por el Imperio.

Pasaron los meses e Isabel y Alberto trataron de pacificar la zona con políticas y densas reuniones. También, promovieron grandes ceremonias que pretendían reinstaurar y aumentar la presencia del catolicismo en esas tierras. Y entonces… llegó el 24 de diciembre. De repente, la joven pareja se encontró celebrando su primera Navidad en uno de sus palacios situados en la zona de Tervuren. Allí, rodeados de su corte, embajadores y consejeros de diversas partes de sus dominios celebraban con ellos esta gran festividad. Al terminar la cena, fue entonces cuando Isabel hizo una seña a uno de los sirvientes. Este le trajo un pequeño cofre bien ornamentado traído de la corte de Madrid. En su interior, se hallaban unas extrañas pepitas marrones. Luego, mandó llevar este alimento a las cocinas. Horas más tarde, uno de los criados regresó con un brebaje que desprendía un delicioso y confortable aroma. Era uno de los secretos mejor guardados del Imperio: el chocolate caliente.

Se fue sirviendo en la copa de cada invitado extrañado por ese líquido. Acto seguido, la hija de Felipe II y su marido alzando las copas proclamaron un brindis: «Por Felipe III, los Países Bajos, la gloria del Imperio y la Navidad». Al unísono la sala entera gritó «Viva» y bebieron el chocolate maravillándose de su sabor. Durante el resto de la noche, disfrutaron de alegres anécdotas, compartiendo cánticos y bailando. Esa noche no había señor y vasallo; tan solo un grupo de gentes disfrutando de su compañía con una buena taza de chocolate, en una de las noches más especiales del año: el nacimiento del Salvador.

Al amanecer, la joven pareja sonriente caminaba por las calles de Bruselas hacia la catedral. Durante la travesía recordaban los bailes y villancicos acompañados de alegría y dulzura con el inesperado regalo de las Indias. Fue la noche más feliz de 1599. Fue… ¡La magia de la Navidad!

Javier Martínez Sarasate
4º Historia + Diploma en Arqueología


Norely Sarmiento - 1º Lengua y Literatura Españolas

Navidad, ¿qué me cuentas?

Querida noche oscura,

que albergará pronto la luz que nos ilumina.

Querida noche fría,

que en breve acogerá el fuego que nos calienta cuando el camino se enfría.

Dichosa tú, estrella, que te dejas iluminar por la luz y la irradias. Y conduces a reyes, pastores y niños al camino, verdad y vida.

Querida noche humilde y sacra,

dichosa tú por el invitado que viene a tu morada.

Dichosa yo, fiesta de Navidad.

Época del año en la que se respira una ilusión especial.

Dichosos los que consiguen desvelar el sentido místico que esconde mi festividad.

Dichosos aquellos que no se quedan en los regalos efímeros, en lo superficial.

En aquello que aparenta ser grande, pero torpemente solo hace que vaciar.

Dichosos los que gozan de un abrazo y de una conversación, de los pies frente a la hoguera y de una sobremesa sin interrupción.

Queridos aquellos que podéis disfrutar de mi solemnidad, no caigáis en la trampa que os ata a lo terrenal.

No os conforméis, id más allá.

Encontrad el sentido de aquello que no tiene fecha de caducidad. Aquello eterno y lleno de paz.

Elevad la mirada y contemplad el rostro del que os ha venido a salvar.

Beatriz Pérez-Calvo Montuenga
1º Filosofía, Política y Economía

En los zapatos de Navidad

Suena el estribillo de All I want for Christmas is you. Poco a poco desciende el volumen hasta que el villancico queda como música de fondo.

LOCUTOR: Buenas noches a todos, y bienvenidos a nuestro programa «En los zapatos». Les habla Luis Sáez, y hoy tenemos el placer de contar con la presencia de la Navidad en persona. Solo por esta noche y de manera exclusiva, aquí, en «En los zapatos». ¡Buenas noches, Navidad!

NAVIDAD: Que le zurzan.

LOCUTOR: (disimulando) Como ya le he dicho, es un placer estar aquí con usted, señora Navidad.

NAVIDAD: Por supuesto que es un placer para ustedes. Y es señorita. No estoy casada.

LOCUTOR: Permita que empecemos la entrevista con algunas preguntas. ¿Le parece bien?

NAVIDAD: ¿Esa última pregunta cuenta? No me apetece hablar más de la cuenta.

LOCUTOR: Claro que no, discúlpeme. Veamos. Esta es la primera pregunta: ¿Qué es lo que más le gusta de usted misma?

NAVIDAD: Me parece de muy mal gusto que me obligue a mostrarme vanidosa en público. Mejor dígame qué es eso que tanto les gusta a todos de mí.

LOCUTOR: Bueno, creo que hablo por todos al decir que unas de las muchas razones por las que adoramos la Navidad son la nieve, el turrón, las luces de colores y los regalos.

NAVIDAD: (breve pausa) Le voy a decir cuatro palabritas sobre su concepción sobre mí. Primero, en cuanto a la nieve. ¿Es que no ha oído hablar del cambio climático? ¿No sabe usted que el Polo Norte se derrite y que estamos poniendo en peligro de extinción a los osos polares? A este paso, las próximas Navidades estaremos veraneando en la costa alicantina, y en los libros de Historia se estudiará aquella cosa que nuestros antepasados llamaban invierno.

LOCUTOR: No creo que…

NAVIDAD: No he terminado. Ha dicho usted que les gusto a ustedes por el turrón. No tiene amigos dentistas, ¿verdad? Ni un compañero cercano que sea médico, ¿no es así? ¿Usted sabe cuántos kilos gana de media un ciudadano español con tanto dulce?

LOCUTOR: Imagino que…

NAVIDAD: Cierre el pico, era una pregunta retórica. ¿Se imagina la cantidad de caries y de indigestiones que acumulan ustedes cada año cuando salen a recibirme? (El LOCUTOR abre la boca, pero NAVIDAD interrumpe). Esa era otra pregunta retórica, no se moleste en contestar. En cuanto a las luces de colores, no sé a quién se le ocurriría la magnífica idea de iluminar las calles como si fueran una fábrica de bombillas. ¿Por qué se ponen tan contentos cuando ven ese entramado de cables trepando por las farolas? ¿Es que no reciben la factura de luz? (El LOCUTOR va a responder, pero NAVIDAD lo interrumpe de nuevo). ¡Le digo que es una pregunta retórica, demonio! Se dedican a pagar con sus impuestos unas bombillitas estúpidas, como si no tuvieran suficiente con las estrellas. Tanta estrellita de plástico, ¿para qué, si puede saberse, si ya tienen las del cielo? Y si me pongo a hablar de los regalos, podremos quedarnos aquí hasta que llegue mi amiga la Nochevieja y nos dan las uvas.

LOCUTOR: No será necesario…

NAVIDAD: Regalos superficiales, vacuos, caros y estúpidos, como todo lo demás. Os engañáis diciendo que son muestras de amor, pero a mí no me las dan con queso. Capitalismo, así se llama, señor mío. Las masas acuden en manada a los centros comerciales para gastarse su herencia, sus ahorros, sus joyas y sus muelas de oro. He visto testamentos destruidos por culpa de las compras navideñas. Si cariño es lo que quieren, ¿por qué no se escriben una carta diciendo cursiladas o se dan un abrazo y unas palmaditas? (silencio. Pausa larga). ¡RESPONDA!

LOCUTOR: Pensé que la pregunta era retórica.

NAVIDAD: Esta es para usted, grandísimo mentecato. Dígame cuál es la solución para vencer esta superficialidad que nos consume.

LOCUTOR: (larga pausa. De fondo, solo se oye a Mariah Carey entonar All I want for Christmas is you por octava vez consecutiva). Creo… (carraspea ruidosamente) Creo que tengo la solución a su… a nuestro problema.

NAVIDAD: Usted dirá.

LOCUTOR: Volviendo a sus orígenes… al momento en que todo empezó… ¿no diría usted que ahí… en un portal, para ser exactos… es posible encontrar lo que busca?

NAVIDAD: (silencio. Suspira pesadamente) Un portal… en Belén, ¿no es así? (pausa) ¿Con un niño recostado en un pesebre? (nueva pausa). Sí. Sí, a eso me refiero, justamente a eso.

LOCUTOR: (con visible alivio) Muchas gracias (a los oyentes). No se vayan, hagan el favor. Volveremos después de la publicidad.

María Pérez Ibáñez
4° Literatura y Escritura Creativa

Descarga la IV Antología Navideña aquí.


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