Te puede interesar:
Panorámica del debate creacionismo-evolucionismo en los últimos cien años en USA
Autor: Santiago Collado González
Publicado en: Anuario de Historia de la Iglesia XVIII/2009 pp. 41-53.
Fecha de publicación: 2009
An outlook on the debate between Creationism and Evolutionism in the USA over the last 100 years
Resumen: El estudio presenta el contexto histórico del debate creacionisimo-evolucionismo, y la evolución que ha experimentado durante los últimos cien años en los Estados Unidos. Se ha prestado una especial atención a las causas del carácter polémico que ha tenido la relación entre creación y evolución durante este período. Se ha tratado de evitar las simplificaciones que son comunes entre algunos de los defensores de uno y otro lado, evitando también adoptar una actitud partidista. Finalmente se hace una presentación del origen y desarrollo reciente del movimiento llamado Diseño Inteligente, con el fin de completar el cuadro del debate y de ofrecer elementos de juicio para contrastar dicho movimiento con el creacionismo clásico.
Palabras clave: evolucionismo, creacionismo, diseño inteligente, USA
Abstract: This essay presents the historical setting of the debate between Creationism and Evolutionism and its development over the last 100 years in the United States of America. Special attention has been given to the causes of the controversial nature of the relation between creation and evolution during this period. We have tried to avoid those simplifications common to advocates of both positions and have refrained from adopting a partisan posture. Finally, we present the origin and recent development of the movement known as Intelligent Design in order to complete the framework of the debate and to offer judgment criteria with which to contrast this movement with classic Creationism.
Key words: Evolutionism, Creationism, Intelligent Design, USA
1. Contexto y origen del debate
2. Relación ciencia-fe
3. Reseña histórica del creacionismo
4. Los cimientos del creacionismo
5. Diseño Inteligente ¿nuevas estrategias?
Notas
1. Contexto y origen del debate
El llamado debate evolucionismo-creacionismo puede encuadrarse en un contexto más amplio que podría llamarse debate ciencia-fe. Este a su vez se puede insertar en otro aún más amplio, que se remonta a un tiempo anterior a la aparición de la ciencia e, incluso, a la aparición de la fe cristiana: se trata del debate teísmo-ateísmo, que ya está presente de una manera muy neta en las reflexiones de los autores helénicos. La pugna entre los extremos de esta dualidad, teísmo-ateismo, estalla con fuerza en algunos momentos y permanece después atenuada durante largos periodos de tiempo, sin desparecer completamente. Concretamente, es destacable que las innovaciones intelectuales o metodológicas importantes son una ocasión propicia para que la cuerda que une los dos polos se tense de una manera especial. Esto ocurrió, por ejemplo, con ocasión del nacimiento de la ciencia moderna. No cabe duda que los siglos XVI y XVII asisten a un importante alumbramiento metódico que cambió el curso de nuestras vidas: la ciencia experimental. Esos siglos asisten también a un resurgimiento del mencionado debate.
Muchos dieron la bienvenida al nacimiento de la ciencia experimental y el tipo de racionalidad que nacía con ella porque, entre otras cosas, se vislumbraban nuevas posibilidades de defender la fe contra una visión del universo materialista y ajena a la divinidad. Destaca, por ejemplo, el apoyo del cardenal Bérulle al joven Descartes para que desarrollase la reforma de la filosofía que la Iglesia necesitaba para hacer frente a la amenaza de los libertinos. Es en este momento cuando nace la metáfora del dios relojero, tan empleada en la cultura europea desde entonces1. El entusiasmo por la nueva racionalidad de los teístas pronto se disiparía al comprobar que la ciencia recién estrenada encerraba peligros para la fe nada despreciables: la mecánica se podía utilizar precisamente para lo contrario de lo que ellos pretendían, es decir, podía servir para explicar un mundo en el que no era necesario tener en cuenta a Dios.
El mecanicismo fue el tipo de racionalidad y la particular cosmovisión que acompañó el nacimiento de la ciencia experimental. Paradójicamente, la mecánica racional de Newton parecía ofrecer, en su inicio, soporte tanto para los teístas como para los que contemplaban como un éxito de la razón la posibilidad de explicar un mundo para el que Dios fuera superfluo. Es bien conocida la afirmación de Laplace ante Napoleón cuanto éste le hizo notar que había escrito un libro, Traité de Méchanique céleste, sin mencionar ni una sola vez a Dios: "no he tenido necesidad de esa hipótesis". En cualquier caso, el nacimiento y asentamiento de la mecánica como método de acceso a la realidad natural contribuyó a revitalizar el debate teísmo-ateísmo desde nuevas perspectivas. Entonces los polos del debate pasaron a ser la fe y la ciencia.
La mecánica gozaba en el siglo XIX de un prestigio incontestable. Muchos intelectuales vislumbraban el momento en el que la ciencia, la física en particular, podría explicar completamente la realidad material con el único recurso de las causas naturales. Esa pretensión que parecía prácticamente lograda en el mundo inanimado, se encontraba con un gran obstáculo. El argumento teleológico contaba con un bastión prácticamente infranqueable en el mundo de la vida. En una cultura dominada por el mecanicismo, y perdidas en gran medida las referencias metafísicas, el argumento teleológico, en la formulación que le diera William Paley (1743-1805), era el recurso por antonomasia para abordar la defensa racional de la fe. Pero un libro pareció amenazar con derruir los muros de esa inexpugnable fortaleza.
El origen de las especies mediante la selección natural de Charles Darwin contribuyó de una manera decisiva a la transformación de los cimientos que sostenían a la biología en el siglo XIX. Su tesis fundamental era un mecanismo natural que pretendía explicar el aumento de complejidad, la diversidad y la común descendencia de los seres vivos mediante transformaciones materiales en cuyas causas está excluida la finalidad. La teoría de la evolución constituyó una innovación metódica de carácter científico que, como ocurrió con la mecánica, ha tenido gran incidencia en el debate teísmo-ateísmo. La propuesta de Darwin dejaba en una difícil posición al argumento teleológico de Paley. El tipo de racionalidad a la que ha dado lugar dicha innovación es el darwinismo. Como ocurriera anteriormente con el mecanicismo, el darwinismo se ha constituido a lo largo del siglo XX en una auténtica cosmovisión del mundo. Más que la aportación de carácter científico, el intento de convertir a la teoría de la evolución en una teoría global y, por tanto, en una filosofía, es lo que ha provocado en muy diversos ámbitos y tradiciones culturales el rechazo desde su inicio hasta nuestros días2.
Uno de los focos de oposición a la teoría de la evolución fue, en su inicio, la misma ciencia. Pero en la medida en que se fue abriendo paso una teoría que permitió sintetizar la propuesta de Darwin con la genética y con las nuevas aportaciones de la bioquímica, la oposición científica se fue disolviendo. Hoy se puede considerar prácticamente nula. El otro foco de oposición ha sido de carácter filosófico. Este tiene que ver con el mencionado problema de la elevación de la teoría científica al estatuto de conocimiento globalizante y, por tanto, se podría decir que se trata de oposición al evolucionismo como ideología, más que a la teoría científica de la evolución. El otro foco de oposición ha sido, también desde la misma formulación de la teoría, el aparente contraste de sus tesis con la revelación cristiana: la amenaza contra la autoridad bíblica.
Especialmente en el ámbito protestante, la teoría de la evolución parecía constituir una amenaza contra dos pilares que muchos tenían como inamovibles: por una parte la autoridad bíblica y, en continuidad con ella, un modo de concebir la creación del mundo y la aparición de las diversas especies estrechamente vinculado a la literalidad de la narración del Génesis. El enfrentamiento entre la cosmovisión fundada sobre los pilares señalados, y la que se iba abriendo paso a través de la naciente ciencia biológica, tuvo en Estados Unidos un itinerario propio. La grieta cultural abierta en la sociedad por dicho enfrentamiento no ha cesado de abrirse durante el siglo XX. Su abismo sigue dividendo hoy la sociedad norteamericana. Es este el escenario más aparente en el que se puede decir que está encuadrado el debate "creacionismo-evolucionismo".
El par de términos "creacionismo-evolucionismo" expresa el enfrentamiento entre partidarios de la creación y de la evolución. Decir solamente esto sería simplificar excesivamente el problema. Creación y evolución no son necesariamente nociones que impliquen pugna. En términos muy generales se puede decir que, entre los cristianos, encontramos cuatro modos distintos de afrontar la relación entre la ciencia y la fe, que son las mismas que podemos encontrar entre la creación y la evolución3. Es posible encontrar algunas de estas posiciones también entre no creyentes.
La primera es la que se podría denominar como propiamente creacionista. Sus defensores ven incompatibles las principales tesis de la teoría de la evolución y las enseñanzas contenidas en la Biblia.
Una segunda posición defiende la independencia entre las afirmaciones establecidas científicamente y las hechas por las Sagradas Escrituras. Esta posición ha sido defendida por algunos científicos destacados como Francisco Ayala o Stephen Jay Gould, que defiende explícitamente la existencia de un "doble magisterio", ciencia y religión, entre los que no hay intersección y, por tanto, tampoco incompatibilidad. Esta es sin duda la manera más sencilla de evitar los conflictos, aunque es claro que sostenerla no resuelve los problemas que de hecho se han presentado entre ambas.
La tercera posición defiende que la ciencia tiene su método propio y que no debe mezclarse con la religión, pero, al mismo tiempo, afirman que la ciencia no sólo no se opone a la religión sino que ofrece elementos que permitirían reforzarla, aunque sea de un modo indirecto. Esta es la posición de los promotores del movimiento llamado Diseño Inteligente (ID). Para sus defensores, la ciencia de hoy, en particular la biología, ofrece datos empíricos que muestran la insuficiencia de las leyes naturales en la explicación de la realidad. Estos datos confirman la necesidad de una intervención extranatural.
La cuarta posición, que podríamos calificar de asociación o mutua colaboración, sería la que defiende la independencia metódica de la ciencia respecto de otras disciplinas como la filosofía o la teología pero, a la vez, reconoce su mutua influencia y la necesidad de ambas perspectivas para conseguir dibujar un cuadro completo de la realidad. No ve amenazas entre ambas partes, sino todo lo contrario. Una imagen paradigmática de esta perspectiva, aunque en un contexto más amplio y no limitado a la ciencia, sería la que se ofrece al comienzo de la introducción de la encíclica de Juan Pablo II, Fides et Ratio: "La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad". Bajo esta perspectiva no hay oposición entre creación y evolución ya que ambas nociones se mueven en niveles de racionalidad que son distintos, pero no completamente independientes.
El debate creacionismo-evolucionismo, entendido como lucha, se ha alimentado sobre todo desde la posición creacionista y desde la tercera, la encabezada por el Diseño Inteligente, al que muchos ven, en contra de lo que ellos afirman sobre si, como una variante del creacionismo. Aunque por motivos diversos, la segunda y cuarta posición no ven conflicto entre ciencia y fe y, por tanto, tampoco entre creación y evolución. Ambas posiciones merecerían un tratamiento específico por lo que no nos detendremos más en ellas en este trabajo.
3. Reseña histórica del creacionismo
El inicio del siglo XX fue testigo de una productiva batalla en el seno de la ciencia biológica que enfrentó a biometristas (defensores de las ideas de Darwin) con mendelianos. Pocos años después de la publicación del Origen de las especies no se cuestionaba el hecho de la evolución o descendencia de todos los seres vivos de antecesores comunes, incluyendo las características orgánicas humanas. Lo que se debatía era la compatibilidad de las ideas gradualistas de Darwin con la ideas defendidas por los seguidores de Mendel, redescubierto justo a principios de siglo. En el año 1918, R. A. Fisher (1890-1962) pudo mostrar que las leyes formuladas por los biometristas podían ser explicadas dentro del marco establecido por las leyes de Mendel. Se abrían así las puertas a la formulación de una teoría sintética de la evolución que se fue asentando y consolidando en los años sucesivos.
También en estos primeros años del siglo XX, en los Estados Unidos, un creciente número de cristianos, sobre todo de origen protestante, tomaban conciencia de la amenaza que suponía para su fe el modernismo procedente de Europa, y el darwinismo, que cada vez estaba mejor establecido en el ámbito científico. Aumentaba el número de cristianos, algunos pertenecientes al ámbito de la política o de la empresa, que percibían la necesidad de salvar lo que estas amenazas parecían estar demoliendo4. Entre 1910 y 1915 el empresario californiano Lyman Stewart financió una obra escrita con la que quería hacer frente a los nuevos retos planteados desde el modernismo y desde el ámbito científico. Los doce volúmenes que la formaban llevaron el título The Fundamentals. La obra, que como es fácil imaginar tenía un carácter combativo, llevó a muchos protestantes evangélicos por un camino que recibió poco después el nombre deFundamentalismo. Los autores de estos volúmenes atacaron con mucha más agresividad al criticismo bíblico, que se ejercía entonces en el área germánica, que a la evolución biológica: "toleraban", por ejemplo, la posibilidad de la existencia de la evolución si se llegaba a demostrar científicamente. Ninguno de ellos vio entonces, por ejemplo, la necesidad de emprender una lucha abierta para erradicar la enseñanza de la evolución de los centros docentes.
El momento clave, en el que se desencadena la auténtica lucha del Fundamentalismo recién nacido frente al pensamiento evolucionista, llegó después de la I Guerra Mundial. William Jennings Bryan (1860-1925), un abogado de religión presbiteriana, derrotado en tres ocasiones como candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, pronunció en 1921 un conocido discurso titulado "La Amenaza del Darwinismo". En él alertaba a la sociedad del peligro de dicha doctrina para la fe cristiana y la acusaba de poner las bases para que se desencadenara la más sangrienta guerra de la historia. Bryan, en el mismo discurso, afirmó la necesidad de condenar públicamente el darwinismo. De hecho, Bryan pensaba que el darwinismo estaba asociado con la guerra que acababa de terminar.
Antes de que acabara la década, más de veinte estados habían debatido leyes antievolucionistas. En tres de ellos (Tennessee, Mississippi y Arkansas) se prohibió la enseñanza de la evolución en las escuelas públicas. En Oklahoma se prohibió el uso de libros de texto evolucionistas. En Florida se condenó el Darwinismo como "impropio y subversivo". Incluso el Senado de los Estados Unidos debatió, y finalmente se rechazó, una enmienda que hubiera prohibido emisiones radiofónicas favorables a la evolución. En esta polémica agria y abierta que enfrentaba al Fundamentalismo con la evolución el catalizador indiscutible fue Bryan5.
Bryan tuvo la ocasión de ejecutar una condena pública contra la evolución en 1925 cuando en Dayton, Tennessee, se celebró un juicio contra el profesor John Scopes. El juicio, en realidad, fue provocado por los defensores del evolucionismo. El juicio fue ampliamente conocido como el Juicio del mono (Scopes Monkey Trial). Se acusó a Scopes de enseñar la teoría de la evolución contra la ley vigente en el estado de Tennesse. Fue una victoria legal del fundamentalismo: el profesor fue condenado a una multa simbólica y tan exigua que no pudo ser recurrida a un tribunal federal, que es lo que pretendían los que provocaron el juicio.
Los ánimos parece que quedaron apaciguados, al menos externamente, en los años siguientes. La biología experimentó notables avances en ese período. Haldane, Fisher y Wright desarrollaron modelos teóricos que dieron lugar a la genética de poblaciones. La integración de los trabajos anteriores con el resto de la biología fue la tarea principal de Theodosius Grygorovych Dobzhansky (1900-1975). Su libro más importante fue publicado en 1937 y llevó por título Genética y el origen de las especies. La orientación de sus trabajos se continuó en los años sucesivos y dio lugar a una síntesis entre genética y biología que ahora se conoce como la Teoría Sintética o neo-Darwinismo. El nombre de Teoría sintética quedó establecido gracias a la popularización que consiguió Julian Huxley de estas ideas con un libro publicado en 1947 y cuyo título fue La evolución: síntesis moderna. Un momento de gran importancia para la consolidación del neo-Darwinismocomo teoría dominante en el ámbito científico fue el descubrimiento de la estructura del adn, en 1953, por Crick y Watson. La bioquímica abría nuevas perspectivas teóricas y experimentales a las explicaciones evolutivas.
En medio de la calma posterior a la tormenta del primer cuarto de siglo, el desfase entre la implantación del Darwinismo en el ámbito sociocultural y en el mundo científico se hacía cada vez mayor. Los currículos científicos se adaptaron a las nuevas exigencias de la Biología y dieron a la evolución un papel central en la explicación de los procesos biológicos. En 1958, por ejemplo, se fundó el "Estudio Curricular de las Ciencias Biológicas", financiado por el gobierno federal. El texto otorgaba un papel central a la teoría de la evolución, estableciendo así a la tendencia general de los textos científicos del momento, a pesar de las leyes contrarias a la evolución todavía vigentes en algunos estados. Habrá que esperar hasta el año 1968 para que dichas leyes sean declaradas anticonstitucionales por la corte Suprema (caso de Epperson contra Arkansas)6.
Por su parte, los protestantes defensores de las proposiciones fundamentalistas consideraron que sus tesis e, incluso su misma fe, estaba siendo atacada en los centros de enseñanza. Cada vez era más patente para estos que había que defender los principios creacionistas en el mismo ámbito científico en el que la evolución estaba cosechando tantos éxitos, es decir, conseguir que el creacionismo fuese también reconocido como ciencia: la ciencia de la creación. El personaje que asume ahora el liderazgo de este nuevo reto y cataliza el resurgir del nuevo creacionismo fue Henry Madison Morris (1918-2006).
Morris, ingeniero civil, creó en 1970 en San Diego un centro para la investigación de la ciencia de la creación y un college cristiano fundamentalista. Él y un grupo de colaboradores, durante los años 70 y 80, sacaron adelante el Institute for Creation Research (ICR), organización con un marcado carácter antievolucionista con la que lograron inicialmente recuperar terreno para el creacionismo. Consiguieron que en los primeros años ochenta, al menos en 27 estados, se decretaran leyes que prescribían equilibrar la enseñanza de la evolución con la ciencia de la creación. No obstante, sus intentos de ser aceptados por el mundo científico fracasaron de una manera clara. También en el ámbito judicial fueron cediendo terreno. El caso de la ciencia de la creación de Arkansas, un juicio celebrado en enero de 1982, es uno de los ejemplos más representativos. Los evolucionistas consiguieron que el juez Overton revocara la ley vigente en el estado de Arkansas desde 1981 por la que se obligaba a equilibrar el tiempo de docencia de ambos contendientes. En Louisiana los creacionistas trabajaron para introducir una ley de enseñanza del mismo tipo tratando de evitar los problemas que les llevaron a la derrota en Arkansas, pero en 1987 la Corte Suprema sentenció que la ley del Tratamiento Equilibrado de Lousiana violaba el requerimiento de la Primera Enmienda de la Constitución, que establece la separación entre la iglesia y el estado. Lo que afirmaba la sentencia es que la ley respaldaba la enseñanza de la religión en un centro público de enseñanza (caso Edwards contra Aquillard).
Algunos autores como Eugenie Scott7 afirman que esta derrota fue uno de los factores más importantes en el cambio de estrategia del movimiento creacionista. El creacionismo abrazaría ahora una nueva etiqueta, la del Diseño Inteligente. Aunque ciertamente hay una continuidad temporal entre esta derrota en los tribunales y la aparición del Diseño Inteligente (ID), y encontramos personas comprometidas con el creacionismo y con el nuevo movimiento, la realidad es que no parece que este último fuera un producto elaborado en los "laboratorios intelectuales" del creacionismo. Lo que sí parece claro es que los creacionistas vieron en el ID, que comenzaba sólo a esbozarse al finalizar la década de los 80, una tabla de salvación en la que subirse para mantener su pulso contra la evolución, al menos, en el ámbito académico. Sin embargo, las diferencias entre el creacionismo del que hemos hablado hasta el momento, y el Diseño Inteligente, hace conveniente delinear una síntesis de las ideas defendidas por los creacionistas, y describir el itinerario intelectual e histórico propio del nuevo movimiento.
4. Los cimientos del creacionismo
A pesar del apretado resumen esbozado anteriormente, sólo se han expuesto unas simples pinceladas de un cuadro mucho mayor. El creacionismo es un fenómeno complejo que, además, ha ido evolucionando a lo largo de todo el siglo XX. Aunque el mundo científico ha sido refractario a sus tesis, no se debe caer en la simplificación de pensar que es la sencilla expresión de una lucha entre ciencia y religión. Ciertamente hay profundas motivaciones de carácter religioso, pero, por ejemplo, entre los defensores del creacionismo podemos encontrar a hombres de ciencia, y entre sus adversarios también podemos encontrar a miembros del clero. No obstante, se podría afirmar que las líneas esenciales que recorren las distintas formas de creacionismo podrían expresarse muy resumidamente diciendo lo siguiente:
Para los creacionistas, la Biblia es la primera autoridad en todas las áreas del conocimiento. Defienden que debe haber una total subordinación de la ciencia a lo que se dice en la Sagrada Escritura. Las diferencias entre unas versiones de creacionismo y otras se derivan, en gran medida, del tipo de lectura que se hace de los libros sagrados, en particular del Génesis. Los creacionistas de principios del siglo XX, curiosamente, eran más flexibles en la interpretación de los textos sagrados que los defensores del posterior creacionismo científico. William Bryan, por ejemplo, entendía los días del relato de la creación como edades geológicas que podían durar millones de años. Además admitía la evolución orgánica de los seres vivos con tal de que no fuera en contra del origen sobrenatural de Adán y Eva. Morris, el principal promotor de la ciencia de la creación, hacía una lectura más literal del relato bíblico aunque sus afirmaciones, que pretendían ajustarse a lo divinamente revelado en los textos, trataban de sustentarse en argumentos de carácter científico. Se podría decir que hace una interpretación "científica" del texto. Para Morris tiene mucha importancia, en la comprensión de la historia natural, el relato bíblico del diluvio universal. Las tesis científicas catastrofistas y los "gaps" en el registro fósil serían una confirmación científica de los relatos bíblicos, en particular del diluvio. Esta interpretación muy ajustada a la literalidad del texto sagrado hizo que los creacionistas científicos concedieran a la Tierra una historia de no más de diez mil años.
Resulta paradójico que entre los defensores de las primeras formas de creacionismo fundamentalista casi no se encuentran hombres de ciencia o del ámbito académico. En cambio, cuando aparece el ICR, cinco de sus diez fundadores han conseguido doctorados en ciencias o ingeniería en universidades estadounidenses de prestigio. Esto permite explicar el mayor peso que se da a los argumentos científicos en esta fase del creacionismo. Pero estos argumentos están al servicio de la defensa ciertos pasajes de la Biblia leídos, como se ha dicho, en un sentido literal.
Consecuencia de lo anterior, aparte del cálculo de la edad de la Tierra, es mantener que la teoría de la evolución no es capaz de explicar ni el origen del mundo ni el origen y la diversidad de las especies que vemos en la naturaleza. Las tesis esenciales de la ciencia de la creación son las incluidas en la caracterización que se hizo de ella en la ley de Arkansas del 19818:
1. Súbita creación del universo, energía y vida de la nada.
2. Mutación y selección natural son insuficientes para explicar el desarrollo de todos los tipos de seres vivos desde un único organismo.
3. Los cambios se producen solamente, dentro de unos determinados límites, en unos tipos de plantas y animales creados originalmente.
4. Antecesores separados para los simios y los hombres.
5. Explicación de la geología de la Tierra mediante el catastrofismo, incluyendo la ocurrencia de un diluvio universal.
6. Relativamente reciente inicio de la Tierra y de los seres vivos.
En estos puntos no hay referencias explicitas a la Biblia. Pero es claro que una lectura literal de la Biblia es su principal fuente de inspiración. Así lo admiten además los propios creacionistas. Morris afirma, por ejemplo, que sólo en la Biblia se puede encontrar el concepto de especial creación. A diferencia de los creacionistas anteriores a 1960, para los creacionistas científicos el punto crucial de conflicto entre las cosmologías evolucionista y creacionista está en el diluvio narrado en el libro del Génesis.
Como es obvio, gran parte de las tesis creacionistas, en particular la de la edad de la Tierra, difícilmente podían conseguir adeptos entre los científicos de prestigio. El resultado ha sido una repetida humillación de los creacionistas en el mundo académico. En cambio, la incidencia de las propuestas creacionistas ha sido muy distinta entre el público llano, donde los libros de los autores creacionistas más importantes han conseguido una gran difusión.
Paradójicamente, los evolucionistas se encuentran con la situación opuesta: han conseguido dominar a lo largo del siglo XX el ámbito científico de una manera contundente. Los principios del neodarwinismo se enseñan en los últimos decenios en las universidades sin que, hasta el momento, los creacionistas hayan podido ofrecer una alternativa científicamente atendible. En cambio, entre el público no científico el darwinismo crea muchos recelos. La causa de este rechazo no es fácil de analizar, pero parece que, al menos en parte, está relacionado con el naturalismo materialista y, por tanto, el ateismo militante de algunos de sus defensores más conocidos y, por contraste, la arraigada religiosidad del pueblo norteamericano.
5. Diseño Inteligente ¿nuevas estrategias?
El movimiento llamado Diseño Inteligente tiene puntos de contacto con el creacionismo, al menos, desde el punto de vista histórico y sociológico. Hay gran interés por parte de los darwinistas en que el ID se perciba como una reedición actualizada del creacionismo y, por otro lado, sus defensores tratan denodadamente de distinguirse con claridad de los creacionistas. Vamos a reseñar brevemente cómo aparece dicho movimiento, con el fin de ofrecer una idea aproximada de su relación con la Ciencia de la creación.
El antecedente más próximo del Intelligent Design lo constituyen dos libros publicados en los años 80. El primero, que lleva por título El misterio del origen de la vida, fue escrito por tres autores que trabajaban entonces en el ámbito de la ciencia o la tecnología: Thaxton (químico), Bradley (ingeniero) y Olson (geoquímica). El segundo, cuyo título es Evolución: Una Teoría en Crisis, fue escrito poco después por Michael Denton, agnóstico y especialista en genética molecular. Ambos trabajos coincidían en poner en cuestión la teoría neodarwinista y, además, en hacerlo desde argumentos que no apelaban a la fe o a intentos de justificación de pasajes bíblicos, sino a razonamientos estrictamente científicos9.
Muy poco antes, en 1977, un grupo de la Universidad de Santa Bárbara en California creó Students for Origins Research (SOR). Sus objetivos coincidían con el ya existente ICR en su enfrentamiento a una visión materialista de la ciencia, aunque se distanciaba del ICR en aspectos importantes: por ejemplo, no limitarse a proponer una explicación de la creación que siguiera literalmente el texto bíblico y, en general, se alejaba del ICR en cuestiones relativas al estilo de la argumentación y la autoridad sobre la que se debían apoyar los razonamientos. El SOR se presentaba como un foro de debate donde se podían plantear los argumentos científicos principales a favor y en contra de la evolución, de modo que cada uno pudiera formarse su propia opinión sobre estas cuestiones.
Las nuevas iniciativas, consideradas por muchos científicos como neocreacionistas, lógicamente no estaban mal vistas por los creacionistas, de esa hora, es decir, por los defensores de la Ciencia de la creación. Estos veían con esperanza la difusión de las nuevas ideas, que podían conseguir lo que ellos nunca habían logrado: una alternativa al darwinismo que, según ellos, no se opusiera a la fe y, a la vez, fuera atendida y respetada en el ámbito científico y académico. En definitiva, veían en el ID la posibilidad de competir con las teorías darwinistas e incluso desplazarlas. Lo que faltaba todavía era gente que trabajara con esa orientación y, además, conseguir una cierta unidad de acción entre ellos.
En aquel momento apareció en escena la persona que consiguió catalizar y atraer hacía un mismo objetivo a todos los que, de una manera u otra, trabajaban sobre tales ideas. Su nombre es Phillip E. Johnson. En los años 80, Johnson había alcanzado un gran prestigio como abogado. También daba clases de derecho en la Universidad de Berkeley. Su figura se hizo muy popular entre los defensores del creacionismo a raíz de un enfrentamiento dialéctico que mantuvo con Stephen Jay Gould (muy conocido por dar origen a la teoría del evolucionismo puntuado), que entonces era ya también un prestigioso y conocido biólogo evolucionista y agnóstico declarado. La ocasión de ese enfrentamiento fue un simposio organizado en un centro jesuita en Weston, Massachussets, llamado por sus organizadoresScience and Creationism in Public Schools. En ese lugar se reunieron muchos de los protagonistas del debate "creacionismo-evolucionismo" de la década de los 80. La intervención de Johnson consiguió levantar los ánimos de los antievolucionistas que vieron como la guerra, en el ámbito científico, se podía mantener viva.
A finales de los 80 Johnson era profesor visitante en el University College de Londres, donde leyó el polémico libro de Richard Dawkins El relojero ciego. Después de un estudio atento del libro, llegó a la conclusión de que los argumentos expuestos por Dawkins no podían considerarse legítimamente científicos, más bien se parecían a los argumentos empleados en las defensas judiciales, con las que tan familiarizado estaba Johnson. Impulsado por esta idea siguió trabajando sobre los libros más populares de entonces sobre la evolución. Como resultado de este estudio publicó en 1991 un libro titulado Darwin on Trial, en el que hacía una dura crítica al darwinismo acusándolo de no ser una teoría científica sino una filosofía materialista. El libro alcanzó una gran difusión e hizo más famoso aún a su autor.
Estando todavía en Inglaterra, Johnson entró en contacto con Stephen C. Meyer, joven doctorando de filosofía y componente de un grupo que más tarde se convirtió en el Discovery Institute, que actualmente constituye la principal infraestructura logística del Diseño Inteligente. En su origen, este grupo se había formado por el interés de sus componentes en el estudio y desarrollo de las ideas contenidas en el libro Los misterios del origen de la vida, mencionado anteriormente. La sintonía de Meyer y sus colegas con Johnson fue completa. A raíz de este encuentro el autor de Darwin in Trial se convirtió en el líder indiscutible de lo que hoy conocemos como Diseño Inteligente.
A lo largo de los años 90, en gran parte por el eficaz impulso de Johnson, el movimiento ID se fue consolidando desde diversos puntos de vista. Johnson afirmó que el ID era como una "cuña" con la que sería capaz de romper la monolítica cultura materialista, solidamente instaurada hasta ese momento en el ámbito científico. Al inicio de los años 90, sus principales logros fueron en el ámbito organizativo y de infraestructura. Al final de esa década consiguieron también que distintas personalidades de prestigio en el mundo académico y científico entraran en diálogo con ellos. Una muestra de la influencia del ID es que el SOR, que comenzó a llamarse entonces Acces Research Network, cambió el nombre de su revista Origins Research y la llamó Origins and Design. A lo largo de esa década también consiguieron aumentar notablemente el número de científicos y estudiantes interesados en colaborar con el nuevo movimiento. Dos de las incorporaciones más importantes fueron Michael Behe y William Dembski, que han jugado un papel decisivo en el desarrollo y difusión del Diseño Inteligente.
Michael Behe, bioquímico y profesor de la Universidad de Lehigh, comenzó a ser un miembro destacado del ID, sobre todo, después de su intervención en un simposio organizado por Johnson en el campus de la Southern Methodist University de Dallas, Texas, en el año 1992, titulado: Darwinism: Scientific Inference or Philosophical Preference? En aquella ocasión defendió brillantemente sus ideas ante evolucionistas tan destacados en el mundo científico como Leslie K. Johnson, Michael Ruse o Arthur M. Shapiro. Cuatro años más tarde expuso esas ideas bien ordenadas y desarrolladas en un libro de divulgación científica titulado La caja negra de Darwin10. El libro fue un gran éxito editorial. Recibió también, junto con multitud de críticas a favor y en contra, el reconocimiento de la mayor parte de los especialistas en estas áreas, por el buen trabajo de divulgación conseguido. Posiblemente haya sido el libro que más ha contribuido a difundir el Diseño Inteligente y a hacerle ganar terreno, al menos inicialmente, en el ámbito académico11.
En ese mismo simposio participó William A. Dembski, que acabó su tesis doctoral en filosofía en la Universidad de Illinois en Chicago el mismo año de la publicación de La caja negra de Darwin. Dembski ha sido el componente del ID más prolífico y combativo. Ha realizado trabajos de postgrado en Matemáticas en el MIT, en Física en la Universidad de Chicago y en Ciencias de la Computación en Princeton. Su capacidad de trabajo y contar con formación matemática, filosófica y teológica le ha facilitado asumir el liderazgo dentro del movimiento a partir de los últimos 90. Dembski se ha propuesto como objetivo hacer del Diseño Inteligente una disciplina científica y que sea reconocido, como tal, por la comunidad científica.
El desarrollo del Diseño Inteligente, como ocurrió con el creacionismo de principios de siglo XX o el de la ciencia de la creación, no ha sido en absoluto pacífico. Su aparición ha suscitado un interesante debate en el ámbito de las ideas. Pero, también, como ocurrió con el creacionismo, está intentando ganar carta de ciudadanía científica y académica tratando de entrar en los "curricula" de los centros escolares a través de leyes que, en distritos escolares de diferentes estados, lo promuevan y lo equiparen con la enseñanza de la evolución. El enfrentamiento judicial no ha tardado en llegar.
La ocasión fue la demanda que el 14 de diciembre de 2004 presentaron once padres ante un tribunal federal contra la junta directiva del distrito del área de Dover, en Pensilvania. Lo que trataban de impedir era la norma votada en dicho distrito por la que se debía leer en clase, a los estudiantes de noveno grado de biología, el siguiente texto:
"Como toda teoría, la de Darwin está siendo comprobada en la medida en que son descubiertas nuevas evidencias. Una teoría no es un hecho. Hay lagunas en dicha teoría, para las que no hay evidencias. Una teoría se define como una explicación bien comprobada que unifica un amplio rango de observaciones.
El diseño inteligente es una explicación del origen de la vida que difiere de la perspectiva de Darwin. Está disponible el libro de referenciaSobre Pandas y personas para que los estudiantes puedan explorar, si lo desean, este punto de vista, de modo que puedan adquirir conocimiento sobre lo que implica actualmente el diseño inteligente. Como ocurre con cualquier teoría, se anima a los estudiantes a mantener su mente abierta"12.
El juicio, que duró cuarenta días, concluyó con una sentencia contraria a la junta directiva del distrito en la que se afirmaba que, también en este caso, se violaba el requerimiento de la Primera Enmienda de la Constitución. Esto equivalía a decir que enseñar el Diseño Inteligente es enseñar religión y no ciencia. Para los evolucionistas esta sentencia ha sido una confirmación de que el movimiento no es más que el heredero, con ropaje distinto, del tradicional creacionismo. Aunque la sentencia supuso un duro golpe para las aspiraciones del Diseño Inteligente, sus defensores no han abandonado su actividad y el ID mantiene plenamente vigentes sus objetivos.
Algunos consideran que los creacionistas, en los que incluyen al ID, siguen intentando conseguir sus objetivos de ser reconocidos académicamente cambiando nuevamente de estrategia. La ley aprobada en junio de 2008 por el gobernador de Lousiana, Bobby Jindal, en la que se defiende la necesidad de mantener el pensamiento crítico en el aula, sería un ejemplo de lo que muchos evolucionistas interpretan como abrir de nuevo una puerta a la enseñanza del creacionismo en las aulas.
De la resumida descripción expuesta en este texto sobre el debate evolucionismo-creacionismo se infiere su gran complejidad. Aunque la lucha entre ambos se hace explícita y visible en los tribunales, hay en juego temas filosóficos de fondo como la naturaleza y alcance del conocimiento científico, la posibilidad de llegar al conocimiento de Dios partiendo de nuestro conocimiento de la naturaleza, la noción de finalidad y otros. También juega aquí un papel importante la idiosincrasia y la historia propias del pueblo norteamericano. Sería muy apresurado y simplista decir que este debate constituye simplemente un episodio más de la lucha entre la ciencia y la religión. Se puede enmarcar en ese escenario si se tiene en cuenta que presentar la relación de ciencia y religión como equivalente a lucha es ya una simplificación injustificada, como hemos puesto de manifiesto en el segundo apartado de este trabajo. También hemos tratado de poner de manifiesto que es una gran simplificación ver en el ID una mera continuación del creacionismo, aunque tenga con él importantes puntos de contacto.
El debate creacionismo-evolucionismo presenta aspectos negativos como consecuencia, por ejemplo, de la aspereza que han alcanzado los enfrentamientos entre ambos bandos, pero también está ofreciendo frutos importantes. La reflexión sobre este debate está obligando a desempolvar los grandes temas de la filosofía de la naturaleza a la luz de los datos que hoy nos ofrece la ciencia. Tener más conocimiento de la realidad natural permite también hacer una reflexión filosófica más rica. El debate muestra la necesidad de adoptar una perspectiva que no se deje seducir ni por el fundamentalismo ni por el materialismo: ambos se potencian mutuamente y llevan con facilidad la reflexión a callejones sin salida.
(1) Cfr. Evandro Agazzi, Scienza e fede. Nuove prospettive su un vecchio problema, "XXVIII Rencontre International du S.I.E.S.C (Varese, 1982)", Massimo, Milano 1983. pp. 99-100.
(2) Cfr. Creacione ed Evoluzione. Un convegno con Papa Benedetto XVI a Castel Gandolfo, editado por Stepahn Otto Horn y Siegfried Wiedenhofer por encargo del "Schülerkreis (Grupo de alumnos) del Papa Benedicto XVI. Edizioni Dehoniane Bologna, Bologna 2007. pp. 6-7.
(3) Cfr. Richard F. Carlson, (edited by), Science & Christianity. Four Views, InterVarsity Press, Illinois 2000.
(4) Cfr. Karl W. Giberson & Donald A. YERXA, Species of Origins. America's Search for a Creation Story, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. Oxford 2002. p. 3 y ss.
(5) Cfr. Ronald L. Numbers, The Creationists. From Scientific Creationism to Intelligent Design, Harvard Univesity Press, Cambridge 2006. pp. 55 y ss.
(6) Cfr. Glenn Branch y Eugenie Carol Scott, Estratagemas del creacionismo, Investigación y Ciencia, enero 2009. p. 76.
(7) Cfr. Eugenie Carol Scott, Evolution vs. creationism: an introduction, University of California Press, Berkeley 2005; Estratagemas del creacionismo, cit. p. 77.
(8) The Creationists, cit. p. 272.
(9) Cfr. Species of Origins, cit. pp. 198 y ss.
(10) Michael J. Behe, Darwin's Black Box: The Biochemical Challenge to Evolucion, Free Press, New York, 1998.
(11) Se puede encontrar una valoración crítica y un resumen de sus ideas en: Santiago Collado, "Análisis del Diseño Inteligente", Scripta Theologica 39 (2007/2) 573-605. El contenido de este artículo se puede encontrar con ligeras modificaciones en Santiago Collado, Teoría del Diseño Inteligente (Intelligent Design), en Francisco Fernandez – Juan Andrés Mercado (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line.
(12) Tomado, por el autor de este trabajo, de la demanda interpuesta ante el tribunal por Tammy Kitzmiller y otros contra la junta directiva del distrito del área de Dover.