En el tercer centenario de la
Capilla de San Fermín (1717•2017)
IDENTIDAD, ARTE Y DEVOCIÓN
12 de septiembre de 2017
La construcción barroca de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Construcción de nueva Capilla para San Fermín
Se tiene noticia de la existencia de una primera capilla dedicada a San Fermín, que, promovida por la Ciudad de Pamplona, fue consagrada el año 1399 en el interior del templo parroquial de San Lorenzo, edificio entonces gótico, reconstruido en las primeras décadas del siglo XIV. En 1534 el Ayuntamiento mandaba labrar una lámpara de plata y formulaba el voto de alimentarla con aceite para que luciera perpetuamente ante la imagen del Patrono, en agradecimiento por haber librado a la poblacion de una peste, padecida en aquel mismo año. Asimismo, en octubre de 1599 se intensificó su devoción como evidencia el solemne voto formulado por el Regimiento ante la efigie, en nombre de los pamploneses, con motivo de la virulenta epidemia de peste que azotaba la ciudad. El deseo de erigir un cobijo más digno para la imagen del Santo, cuya teca pectoral resultó enriquecida por la incorporación de reliquias del mártir titular, donadas al Regimiento a lo largo del siglo XVI por diferentes obispos de Amiens, llevó a la institución municipal a constituirse en promotora de su actual capilla, aneja a dicha iglesia. El proceso de construcción se extendió casi veintiún años, a lo largo de los comprendidos entre la solemne colocación de la primera piedra, el 29 de agosto de 1696, y la emotiva entronización de la imagen, el siete de julio de1 1717. Las obras se realizaron de conformidad con planos cuya autoría corresponde a Santiago Raón, vecino de Calahorra; Fr. Juan de Alegría, dominico, residente en Zaragoza,; y Martín de Zaldúa, a la sazón maestro de obras en la basílica de Loyola. En la financiación, dotada con fondos del Municipio y canalizada mediante el ejercicio de su patronato, finalmente ratificado en 1720, participaron pamploneses y navarros de diversa condición, algunos residentes en Madrid, en su mayoría miembros de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, que se había constituido en la Corte en 1684; otros, dispersos en Indias. Sólo la Ciudad adoptó diversas disposiciones hasta superar una aportación superior a los 50.000 pesos. En 1712 se recibieron 9.000 pesos remitidos desde Filipinas por el Conde de Lizarraga, recogidos entre navarros allí establecidos. Años después de la inauguración, en 1730 el Virrey del Perú, D. José Armendáriz, aportó 4.000 pesos de plata doble columnaria, entregados por paisanos de su jurisdicción. En Pampona no faltaron prestaciones de trabajo personal gratuito, con aporte de caballerías.
Vista general de la Capilla de San Fermín
Los autores
En el verano de 1696 se encontraba en Pamplona el ingeniero militar Hércules Torelli, milanés de nacimiento e hijo de un general de Caballeria al servicio de la Serenísima República de Venecia, fallecido en Candía, durante un asedio de los turcos. Torelli, en un memorial dirigido al Rey Carlos II ese mismo año, se presenta como Capitán de Caballos, Arquitecto Militar y Civil, Matemático e Ingeniero. Consta que era Caballero de Santiago y que en Pamplona asistía a las fortificaciones de esta Ciudad. Arribado a Barcelona en 1684, resultó protegido por el Virrey y Capitan General de Cataluña, Marqués de Leganés, y recomendado al Rey. Hasta su muerte, acaecida en San Sebastián en 1727 o 1728, se dedicó sobre todo al reconocimiento, reparación y puesta al día de diferentes fortificaciones de la Monarquía, situadas en Laredo y Santoña (1688), Guipúzcoa (1686,1689), Costas de Andalucía, Orán y Ceuta (1691-1694). Y también se ocupó de arquitectura civil y religiosa: Mataró (ampliación de la iglesia de Santa María,1686); San Sebastián (Monasterio de San Bartolomé (1689) y fachada de su iglesia (1711), Casa Consistorial y edificio del Consulado (1718-1722), diseño de la Plaza Nueva -posteriormente, de la Constitución- (1723). Lamentablemente la mayor parte de su obra en San Sebastián resultó destruida durante el asedio de la ciudad en 1813. En Pamplona se le debe el proyecto del polvorín de la Ciudadela (1694), conservado, aunque con la supérflua pérdida del muro bajo exterior, protector imprescindible en esta modalidad de edificio, en el indeseable supuesto de explosión. También se ocupó del catafalco para las exequias de la reina viuda Mariana de Austria, en 1696. Mediado julio, el Regimiento comisionó a Torelli -en la documentación pamplonesa, escrito Turrelli- el encargo de reconocer la iglesia parroquial de San Lorenzo, e informar sobre la posibilidad de construir en su interior una nueva capilla dedicada a San Fermín, señalando el mejor emplazamiento. En esta labor le acompañaron los conocidos maestros albañiles locales Juan de Beasoain y Juan Antonio de San Juan. Dictaminaron que el emplazamiento idóneo era el que ocupaba la capilla de la Virgen de los Remedios y que además sería necesario tomar mucha parte del claustro (que finalmente resultó ser todo). De hecho, la construcción afectó además a las capillas del Espíritu Santo y San Lázaro, amén de la pérdida de más de doscientas sepulturas, cuyas losas, sumadas a las piedras labradas de las paredes, fueron suficientes para formar la mayor parte de los cimientos. Además debió demolerse buena porción de la casa vicarial y de la destinada al sacristán mayor.
Sin acabar el mes de julio de 1696, estaban el ingeniero milanés y sus dos ayudantes ocupados en las trazas de la nueva capilla de San Fermín, cuando el Regimiento tuvo noticia de la existencia de Santiago Raón, residente en Calahorra, persona de mucha ynteligencia y esperiencia en fabricas, que con efecto havia executado edificios de iglesias y otras obras muy suntuosas con grande primor. Requerida su presencia, acudió a Pamplona y, a la vista de la planta presentada por Torelli, San Juan y Beasoain, opinó que se necesitaba elaborar otra diferente, menester para el que se ofreció un tanto sibilinamente, baliendose de los dichos Juan de Beasuain y Juan Antonio de San Juan. La Corporación aceptó su propuesta y Hécules Torelli desapareció de la escena.
Santiago Raón fue arquitecto y maestro de obras, lorenés, nacido en Mazei hacia 1635; afincado en Lodosa en 1663, con ocasión de las obras de la iglesia parroquial y de su torre. Fue hermano del también constructor Juan Raón. Desde 1664 reside en Calahorra, donde obtuvo casa y vecindad. En 1665 casó con Apolonia Merino del Villar, con quien engendró siete hijos, bien situados: uno de ellos, José Antonio, sería arquitecto. En 1680 superó favorablemente el expediente de hidalguía para sí y sus sucesores. Falleció el 12 de febrero de 1701 y fue enterrado en la parroquial calagurritana de Santiago. Su quehacer arquitectónico alcanza un notable nivel no exento de sobriedad, considerando las características propias del Barroco. En una etapa inicial figura al alimón con su hermano Juan (y en segundo lugar, denotando su mayor juventud). Posteriormente la documentación lo presenta solo.
Proyecta, dirige o participa, entre otras obras -y aparte de las ya mentadas en Lodosa-, en Calahorra: iglesias parroquiales de San Andrés y Santiago (donde sería enterrado); y fachada de la Catedral (1680-1700). En Viana: Casa Consistorial (1669); San Juan del Ramo (1682); y ampliación de Santa María (a partir de 1693). En Estella: iglesia de las Concepcionistas Recoletas (1688); y basílica de Rocamador (1691). En Corella: cúpula de Nuestra Señora del Rosario (1696).
A la izquierda, planta con el primitivo altar-trono, señalado en posición centrada, bajo la cúpula. A la derecha, la construcción evidencia claramente su planta de cruz griega (foto J. Munárriz)
En 9 de agosto de 1696 presentó los planos de nueva capilla de San Fermín, en la parroquial de San Lorenzo, referidos a planta y alzado. Y cinco días más tarde, aportó los correspondientes a la media naranja y el hornato que debia llevar dicha Capilla. Quedó la Ciudad gratamente reconocida por la rapidez de ejecución y belleza de la traza, y acordó el pago de cincuenta pesos. Con toda solemnidad y en presencia del Obispo diocesano, del Virrey y de la Corporación municipal, el 29 de agosto se pudo practicar el viejo ceremonial correspondiente a la colocación de la primera piedra. Hasta aquí figura Santiago Raón como autor único del proyecto. Pero en documentación posterior, concretamente en un pleito del Regimiento contra unos albañiles, se dice que la elaboración de planta y alzado se debió a fray Juan de Alegría, religioso de la Horden de Predicadores, residente en la Ciudad de Zaragoza, Santiago Raon, vecino de Calaorra y Martin de Zaldu, residente en Loyola, en la provincia de Guipuzcoa y que, firmados por los dichos maestros y el secretario ynfrascrito, se hallan en la secretaria del Consistorio. Esta participación de Alegría y Zaldúa aparece también señalada en las actas municipales. Considero como hipótesis muy plausible que ambos sancionasen con sus firmas los aspectos fundamentales de la planta y alzado delineados anteriormente por Santiago Raón. Aunque sin duda realizarían correcciones.
Martín de Zaldúa Aguirre, perteneciente a una familia con varios miembros canteros de profesión, nació en Asteasu en 1654 y falleció en Azpeitia, en 1726. Fue un influyente constructor, actualmente considerado como el introductor de la arquitectura barroca de influjo madrileño en Guipúzcoa y Vizcaya. Cultivó también la retablística en madera. Cuando en septiembre de 1696 el Regimiento solicita su desplazamiento a Pamplona era maestro mayor de obras del Santuario de Loyola (1693-1709), para el que había proyectado las “escaleras imperiales” en 1692. Se le deben obras arquitectónicas en Bilbao, Vergara, Azpeitia, Hernani, Oñate, Eibar, Lequeitio e Ispaster, entre otras. Y retablos de madera, en Abando, Arrigorriaga y Bérriz; más una sillería de coro, en Azpeitia.
Paradigma del Barroco
El exterior
La capilla de San Fermín se construye en el periodo del Barroco Ornamental, que podemos encuadrar para Navarra entre 1660 y 1730. Es la fase hispánica de apoteosis del estilo, castizo y delirante en el ornato, que combina un escaso movimiento de plantas y alzados con la profusa y exhuberante decoración plástica de los elementos propiamente arquitectónicos y de los paramentos. A pesar de la reforma neoclásica realizada entre 1800 y 1805, según proyecto de Santos A. Ochandátegui, hoy el exterior del edificio evidencia su filiación plenamente barroca. La preferencia por la planta central se concreta en una cruz griega inscrita en un cuadrado, con cuatro espacios cuadrangulares en los extremos; más un tramo de nexo, que la une al templo de San Lorenzo. Por fuera, el conjunto aparece abrazado por una doble ala con pretensiones de palacio, en dos pisos, el inferior de piedra con grandes arcadas, y el superior de ladrillo y con vanos rectos, unos y otros enrejados. El testero -al igual que su paño contiguo- presenta un óculo entre cuatro resaltes con las armas heráldicas de Pamplona, en cerámica. Estos muros de ladrillo se rematan en frontones triangulares. Por encima se alza el tambor octogonal y la linterna, esta última reedificada en 1824.
La reforma de Ochandátegui afectó sobre todo al espacio interno, aunque en el exterior también la hubo. De hecho, nos vamos a ocupar de un aspecto plástico concreto situado aquí. El cuerpo cuadrangular envolvente antes mencionado insinúa cuatro lados, aunque solamente cuenta con dos -desiguales en longitud- , ya que los otros dos están ocupados, de una parte por el templo de San Lorenzo; y de la otra, por caserío. La crujía alineada con la puerta de la iglesia parroquial presenta ocho arcos, mientras que la otra cuenta con seis, de los que el último se embute parcialmente en el inmueble de viviendas, que corresponde al número 18 del Rincón de la Aduana. Una pintura debida a Miguel Sanz Benito, conservada en el Archivo Municipal de Pamplona, que representa el episodio coetáneo de la sublevación de O'Donnell en octubre de 1841, testimonia gráficamente este aspecto como ya existente en ese momento del siglo XIX.
A la izquierda, aspecto del cuerpo envolvente de la Capilla, a mediados del siglo XIX ( M. Sanz Benito, Sublevación de O´Donnell en 1841-detalle-. Archivo Municipal de Pamplona ). A la derecha, Santiago Raón, diseño de fachada para la Casa Consistorial de Viana
Pero más allá existe otro arco, aparecido en fecha relativamente cercana al presente, en la primavera de 2008, con motivo del derribo de la pared que lo ocultaba, en el curso de unas obras de repristinación interior del portal. No difiere de los precedentes ni tampoco la parte superior de entablamento que está a la vista. El vano se muestra ciego mediante pared de ladrillo; y en ella se aprecia la marca de un antiguo óculo circular macizado y quizá también, la impronta de un vano rectangular anterior (los óculos se prodigaron en el edificio, con ocasión momento de su reforma neoclásica). Los ediles de 1696 concibieron el circuito perimetral de la capilla como escenario de procesiones, cuando el mal tiempo las impidiese en las rúas. Con todo, el hallazgo no tendría mayor importancia si no fuera por el motivo plástico que exhibe la clave del arco como ornato: no otra cosa que la representación de un green man, conocido tema de gran difusión en el tiempo y la geografía de diferentes culturas. Se trata de la representación de un rostro humano mediante el empleo de elementos vegetales, a modo de roleos, que, en este caso, enmarcan los ojos, en forma de mechón sobre la frente y aladares sobre la posición de las sienes; así como los situados en lugar de carrillos y labios, alrededor de la boca, en la que se significan de forma natural dientes y lengua. Como tantas veces ocurre en escultura, la saliente nariz ha desaparecido, víctima sin más del tiempo o de un desafortunado golpe ocasional. La materia esculpida es una caliza de fácil labra, de tonalidad blanquecina, bien diferenciada en tono cromático de las dovelas grisáceas vecinas. Esta máscara conserva restos perceptibles de pintura negra en el globo ocular, que, como iris y pupilas, acentuaría la expresión de los ojos.
A la izquierda, arco ciego localizado en interior de portal de viviendas, con huellas de ventana rectangular posteriormente transformada en óculo.
A la derecha, detalle del green man en la clave del arco precedente (Fotos. I. Castiella)
Parece que la totalidad y cada uno de los arcos exteriores de la capilla dispuso de su correspondiente green man, esculpido en la respectiva clave. De hecho, hoy se aprecia el empleo de la misma piedra blanquecina para todas las claves o dovelas centrales. Sin duda para el ideario arquitectónico de Ochandátegui resultó imprescindible depurar las arquerías de elementos anecdóticos de estirpe barroca, prescindiendo de máscaras sentidas como caricaturescas. Para ello se procedió a un raído de las claves mediante cincel, que permitió sin mayor complicación igualar su superficie con el decurso liso de las roscas.
Por lo demás, en el proyecto inicial de Raón y consortes, los vanos de los arcos de piedra pudieron estar macizados en ladrillo, con ventanas rasgadas rectangulares, que fueron convertidas en óculos durante las reformas acometidas entre 1800 y 1805. En 1806 el Cabildo de la Catedral vendió las rejas de hierro -331 arrobas y 25 libras de peso- procedentes de las capillas de la seo entonces reformada, para confeccionar, previa fundición, los enrejados que ahora cierran la galería baja del circuito exterior de la Capilla de San Fermín. Entonces quedaron diáfanas y al aire las arquerías, tal como claramente atestigua el referido cuadro, pintado por Sanz Benito en 1841, en todos sus arcos, excepto el que hasta ahora ha permanecido oculto, que resta como testigo de la situación precedente.
El interior
La decoración barroca interior desapareció en la reforma acometida a finales del siglo XVIII, a la que en su momento se hará mención. Exhuberante y profusa, fue objeto de los dicterios académicos, fulminados por Antonio Ponz, a raiz de su viaje a Pamplona en 1793. Puede reconstruirse idealmente a partir de las descripciones editadas en su momento, de investigaciones documentales y a través de imágenes conservadas, plasmadas en grabado o lienzo. Y cabe también aplicar criterios de analogía: en 1708 el escultor tudelano José de San Juan y Martín presentó un proyecto y trazas para el ornato, jarreo y blanqueo de la capilla, su frontispicio y sacristía, que una vez aprobado, se remató en Fermín de Larráinzar. Los muros y las pilastras con sus zócalos, basas y capiteles estaban tallados de arquitectura primorosa. El friso del entablamento y las roscas de los arcos aparecían adornados de talla, flores, muchachos y frutas. Similar tratamiento decorativo se mostraba en la gran cúpula, que centraba el espacio interno y de la que pendía un florón de madera tallada, de casi cinco metros de diámetro (siete pies). Trece tribunas – de las que dos servían de coro- hacían volar sus balcones, cerrados con celosías doradas en campo verde, sobre el interior: cada una contaba con una tarjeta de remate y tres florones pendientes. En líneas generales, el criterio plástico ornamental de la capilla de San Fermín resultó similar al aplicado en el caso de la de Santa Ana, prácticamente coetánea, en la catedral de Tudela. Además, la intervención de José de San Juan en la decoración de la capilla tudelana es más que probable.
El ornato de la Capilla de Santa Ana, en la Catedral de Tudela, es similar al que presentaba la Capilla de San Fermín, antes de su reforma
Las fuentes documentales de entonces hablan de un doble frontispicio como acceso al recinto inaugurado en 1717: el exterior, de tamaño considerable, similar al actual, de diecisiete metros de alto y aproximadamente la mitad de ancho, y equiparable en proporciones al trono-altar ejecutado por Onofre, que se encontraba en el crucero, exactamente bajo la cúpula Culminaba su arco exterior una figuración del Santo titular en una nube, que es tanto como decir la representación de la apoteósis de San Fermín. El frontis interior era algo menor. Ambos estuvieron profusamente adornados de talla y esculturas de cuerpo entero, entre las que cabe destacar las imágenes de los Evangelistas, sobre pedestales, y en diferentes trechos representaciones de las Virtudes, tanto Teologales como Cardinales, con multitud de ángeles. La portada fue ampliamente reformada en la actuación de Santos Ángel de Ochandátegui, despojada de elementos escultóricos para dejarla, respetando sus dimensiones, en la línea que actualmente tiene, severa y adintelada, sobre mensulones. En el ático, enmarcado por fingido cortinaje, dos ángeles sostienen ahora un medallón con la escena del martirio de San Fermín.
El trono o baldaquino, de madera de pino de Aragón, inicialmente construido para cobijar la imagen del Santo titular, fue desmontado y retirado de su emplazamiento, centrado bajo el cimborrio, en 1793, cuando la cúpula de la Capilla evidenció filtraciones y serios daños por humedad. A partir de ese momento se perdió su rastro. Pero es posible reconstruir una imagen ideal aproximada, mediante documentación contemporánea y por medio de algún testimonio figurativo conservado: es el caso del lienzo aquí reproducido, debido al pincel del pintor Rada y realizado en 1756. Fue autor de este trono-tabernáculo Pedro Onofre Descoll, un escultor activo en Aragón y Navarra en las postrimerías del siglo XVII y durante el primer tercio del XVIII, con taller abierto en Zaragoza, quien cuenta con obra documentada, aunque en buena parte desaparecida. En cuanto al trono, señalaremos que se alzaba sobre graderío circular de tres escalones, de piedra procedente de Ablitas. Su planta cuadrada, que presentaba cuatro vanos de unos siete metros de altura, rematados en arco, dando cara a las cuatro naves de la cruz griega articuladora de la Capilla, al ascender evolucionaba al ochavo; y, finalmente, culminaba con una cúpula rematada por pequeña linterna. Profusamente decorado con molduras y motivos vegetales de flores y frutas, incluía un extenso programa iconográfico, con representaciones en bulto. Su interior fue dorado por José García, el mismo maestro que había dorado las tribunas barrocas del recinto, hoy desaparecidas. La pieza evidenciaba el influjo de los tabernáculos con baldaquino, propios de la escuela madrileña, a su vez inspirados en la arquitectura funeraria de catafalcos efímeros. Las grandes proporciones del artefacto, casi siete metros de anchura (26 pies) y, sobre todo, los diecisiete de altura (65 pies), le permitían competir con la magnitud del frontispicio de entrada a la Capilla. El carácter escenográfico del trono se veía realzado por un pavimento de azulejos de colores, que se extendía ante sus cuatro caras, a modo de alfombras, bajo el claro de la cúpula.
Óleo de Pedro A. Rada, pintado en 1756, que representa el altar-trono de San Fermín (Archivo Municipal de Pamplona). El detalle reproduce una de las tribunas balconadas de la Capilla, con celosía
Como ejemplo barroco de integración de las artes, puede señalarse la circunstancia de que en 1736 se completó el exorno de la capilla con la integración en sus muros de cinco grandes cuadros pictóricos , con escenas de la vida y martirio de san Fermín, obra del pintor Pedro Antonio de Rada, entonces vecino de Vitoria.
La capilla se edificó frente por frente con la fachada -dotada de pórtico-del templo parroquial gótico, que entonces se abría a la calle Mayor por su lado del evangelio. El último tramo de la iglesia parroquial servía como tránsito desde aquella portada hasta el recinto sanferminero propiamente dicho, pasillo que se veía espacialmente acentuado a su izquierda por la presencia de una cancela, denominada januado. De esta manera se creaba, a modo de vía sacra, un espacio rectilíneo de tensión visual, que se focalizaba en el frontispicio de la capilla. (El actual templo dedicado a San Lorenzo responde a un plan neoclásico de Juan Antonio Pagola, realizado entre 1805 y 1810, que en su día incluyó una puerta en posición idéntica a la original, directamente enfrente de la Capilla de San Fermín, cuyas huellas se perciben hoy en los sillares del muro exterior, afrontado a la plaza de las Recoletas).
Una insólita procesión inaugural
Se cumplen este año los trescientos transcurridos desde la inauguración de la Capilla de San Fermín. Una obligada ocasión para evocar los fastos religiosos y edilicios celebrados en julio de 1717, para cuyo fin resulta útil y aún imprescindible la consulta de un anónimo libro, impreso en el pamplonés taller de Juan Joseph Ezquerro, con el aquí simplificado título Relacion de las Plausibles Fiestas con que ha celebrado la Ciudad de Pamplona, Cabeza del... Reyno de Navarra, la Translacion de su Gran Patron San Fermin de la Antigua Capilla a la Nueva... Su lectura, no necesariamente fácil, da cabal idea descriptiva de la arquitectura, decoración, iconografía y demás datos de interés artístico, referidos al recinto; datos que se entreveran con referencias religiosas o sociales, definitorias de una época. Bastará ahora mencionar la asistencia del Regimiento a la función propia de la tarde del seis de julio, con el consabido séquito, música y solemne protocolo acostumbrado. Fue muy variado el acompañamiento, tanto de pamploneses como de foráneos; pero, sobre todo, sorprendió la abundancia del gentío; y, al modo en que las hodiernas crónicas periodísticas cuantifican la asistencia a manifestaciones de cualquier género, pudo afirmarse que cuando apenas salía la Corporación de la Casa Consistorial ya los primeros acompañantes llegaban a la Taconera. Fueron, pues, a San Lorenzo, en cuyo altar se encontraba la imagen de San Fermín, y la Capilla de Música de la Catedral cumplió su cometido con el cantar de las Vísperas.
A las diez horas de la mañana siguiente, siete, salió el Regimiento hacia la Catedral, acompañado por gremios con estandartes, cabildos parroquiales, comunidades religiosas y pueblo. Delante evolucionaban seis formidables gigantes y dos tarascas. Formada la procesión en la seo, se dirigieron a San Lorenzo, donde se tomó la efigie del Santo. Salió la comitiva a la plaza de Recoletas por la puerta, que en su posición se corresponde con la actual condenada. Es notable el fijismo de la costumbre: en nada ha variado el recorrido procesional en tres siglos. En nueve puntos del conocido trayecto se erigieron otros tantos altares, en general a cargo de distintas comunidades religiosas, ejemplo de lo que hoy conocemos como arquitectura efímera, no por lo limitado temporal exenta de creatividad, belleza o ingenio; en todo caso son ejemplo de una práctica muy propia del Barroco y adecuada a su mentalidad. En todas ellas se detuvo el Santo y antes de proseguir se cantó un villancico. Y asi, bajo la torre medieval de San Lorenzo, donde hoy está la puerta del templo parroquial, las Agustinas Recoletas habían erigido su altar, con urnas de reliquias de diversos santos. Como inciso cabe señalar que al llegar el cortejo a la altura y frente a la ciudadela, la artillería y la fusilería dispararon salva Real. Al final de la calle San Antón, a la altura del desaparecido convento de los Antonianos, esperaba el altar preparado por los Franciscanos, que combinaba ingeniosos gerogliphicos y poesías. En la plazuela del Consejo aguardaba una imagen de San Agustín sobre una pirámide, conjunto ideado por los Agustinos. Los Mercedarios prepararon su altar en la calle Salineria (Zapatería), cerca del Pozo de la Sal: combinaba en forma de triple piña las estatuas de San Pedro Nolasco, San Ramón Nonato; y por encima se situaba una imagen de la Virgen de las Mercedes. En la calle del Mentidero (actual Mercaderes), frente al número nueve (Casa del Mayorazgo de Don Josseph de Caparroso), los Jesuitas habían levantado la más notable de las construcciones erigidas por las Comunidades: cuatro arcos triunfales sobre otras tantas columnas soportaban un jardincillo con flores y pájaros vivos; y en este ámbito estaban San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier -Copatrono de Navarra- y San Francisco de Borja, por encima de los cuales sobresalía la imagen de San Fermín, revestido de pontifical. Las columnas y arcos sobre los que se elevaba el altar eran lo suficientemente grandes como para permitir que la procesión pasase bajo ellos, como de hecho ocurrió. Los Carmelitas Calzados erigieron su tabernáculo en la confluencia de las calles Nueva y Bolserías (San Saturnino): figuraba el Monte Carmelo, con cuevas, eremitas en oración, animales domésticos y salvajes; de la parte superior-donde estaba la Virgen del Carmen-bajaban cascadas de agua, accionadas por pequeños molinos.Junto a la portada de la iglesia de San Saturnino y junto al pozo de la tradición, el obispo de Pamplona, don Juan de Camargo había dispuesto la colocación de una escena que representaba a San Fermín arrodillado, recibiendo las aguas bautismales que de continuo caían de una concha sostenida por la diestra de San Saturnino. En un plano superior, el Ave Fénix renacía de las llamas. Mediada la calle Mayor, los Dominicos erigieron su altar, frente de la casa de los Marqueses de San Miguel de Aguayo, con el tiempo colegio de las Teresianas: se distinguían las imágenes de Santo Domingo de Guzmán, Santo Tomás de Aquino, San Vicente Ferrer, Santa Rosa de Lima y otros santos de esta Orden. Por último, cercano a la confluencia de las calles Mayor y San Lorenzo, se hallaba el postrer monumento, debido a la iniciativa de los Carmelitas Descalzos, consistente en un arco entoldado y un jardincillo en el que estaban colocados, aparte de la estatua de Santa Teresa de Jesús, otros santos pertenecientes al Carmelo Reformado.
Finalmente el cortejo penetró en la iglesia de San Lorenzo, de donde pasó San Fermín a su nueva Capilla, siendo colocado en su trono. Entonces se entonó el Te Deum e inmediatamente se ofició Misa solemne, que fue celebrada por don Pedro Martínez de Artieda, Prior y Canonigo de la Santa Iglesia Cathedral, en ausencia o imposibilidad del Obispo. Concluida la función, los asistentes se dirigieron preocesionalmente al primer templo diocesano, de donde el Regimiento regresó a su Casa Consistorial.
BIBLIOGRAFÍA
-ANDUEZA UNANUA, P., La arquitectura señorial de Pamplona en el siglo XVIII. Familias, urbanismo y ciudad. Pamplona, Gobierno de Navarra-Institución Príncipe de Viana, 2004.
-ANÓNIMO, Relacion de las Plausibles Fiestas con que ha celebrado la Mui Noble y Mui Leal Ciudad de Pamplona, Cabeza del Ilmo. y Fidelissimo Reyno de Navarra, la Translacion de su Gran Patron San Fermin de la Antigua Capilla a la Nueva, que ha fabricado con su devocion. Sacala al publico, y la ofrece à la misma Ciudad uno de sus mas rendidos hijos. Pamplona, Imp. de Juan Joseph Ezquerro, año 1717.
-FERNÁNDEZ GRACIA, Ricardo (Coord.) El arte del Barroco en Navarra. Pamplona, Gobierno de Navarra, 2014
-GARCÍA GAÍNZA, M.C. Y OTROS, Catálogo Monumental de Navarra.V***, Merindad de Pamplona. Pamplona. Pamplona, Institución “Príncipe de Viana”, Arzobispado de Pamplona, Universidad de Navarra, 1997.
-MOLINS MUGUETA, J. L., Capilla de San Fermín en la Iglesia de San Lorenzo de Pamplona. Pamplona, Diputación Foral de Navarra-Institución “Príncipe de Viana”, Ayuntamiento de Pamplona, 1974.
-MOLINS MUGUETA, J. L., Un ejemplo de “green man” en la pamplonesa Capilla de San Fermín.
PROGRAMA
Martes, 12 de septiembre
La construcción barroca de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
La imagen pamplonesa multiplicada y otras representaciones de San Fermín en Navarra
Ricardo Fernández Gracia. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Miércoles, 13 de septiembre
La reforma académica de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Protocolo y ceremonial en torno a San Fermín
Alejandro Aranda Ruiz. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Jueves, 14 de septiembre
El tesoro de San Fermín: piezas de liturgia y devoción
Ignacio Miguéliz Valcarlos. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
El culto a San Fermín en los fondos y colecciones gráficas del Archivo Municipal de Pamplona
Ana Hueso Pérez. Archivo Municipal de Pamplona