En el tercer centenario de la
Capilla de San Fermín (1717•2017)
IDENTIDAD, ARTE Y DEVOCIÓN
12 de septiembre de 2017
La imagen pamplonesa multiplicada y otras representaciones de San Fermín en Navarra
D. Ricardo Fernández Gracia. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
La presencia de San Fermín en imágenes y pinturas en Navarra tuvo un gran incremento a partir de la primera mitad del siglo XVII, al amparo del enfrentamiento entre ferministas y javieristas. La decisión papal salomónica de 1657 propició la presencia de ambos como copatronos y la imagen del busto de la parroquia de San Lorenzo, como icono de referencia en las representaciones del santo, se multiplicó gracias a las estampas grabadas, especialmente durante el siglo XVIII.
Entre la leyenda y la realidad
Como en tantas otras ocasiones, en el caso de San Fermín fue la fiesta religiosa la que trajo consigo las diversiones lúdicas y celebrativas que han ido cambiando con el devenir histórico. En pleno siglo XII -1186- el obispo de Pamplona, Pedro de París, recogió en Amiens las reliquias y dispuso que su fiesta, que ya se celebraba, tuviese el mismo rango que la de los apóstoles. Posteriormente, en 1445, la fiesta y su octava se extendieron a toda la diócesis, aunque el altar del santo, venerado en la catedral sólo era popular en Pamplona y la fiesta en su honor se celebraba el 10 de octubre. En 1591 la ciudad de Pamplona solicitó del obispo la traslación de la fiesta al 7 de julio, petición que fue concedida. Ahí arrancan las fiestas actuales que, con el tiempo, fueron atesorando una pluralidad de componentes y funciones antropológicas. Los Sanfermines que hoy conocemos son la suma y condensación de tradiciones, costumbres, hábitos y fenómenos diversos de distintas épocas.
Según la tradición legendaria, San Fermín fue el primer obispo de Pamplona, si bien su culto no se documenta hasta el siglo XII, cuando se importó de la ciudad francesa de Amiens. En los martirologios del siglo IX, consta un San Fermín mártir en Amiens que, según algunos, sería también su primer obispo. Su fiesta se celebraba el 25 de septiembre, día de la conmemoración del martirio. A fines del siglo X o comienzos del XI cristalizó una versión, de dudoso fundamento histórico, según la cual Fermín era hijo del senador de la Pamplona romana. Su conversión al cristianismo se debería a Honesto, discípulo de San Saturnino. Consagrado obispo a los 24 años, marchó a evangelizar la Galia y tras predicar en Ager, Clermont, Angers y Beauvois, sufrió martirio en Amiens, después de bautizar a miles de personas. Al santo se le celebra el 25 de septiembre (martirio), el 13 de enero (invención de sus reliquias), el 10 de octubre (entrada en Amiens) y el 7 de julio como fiesta propia en Pamplona.
El santo es copatrono de Navarra junto a San Francisco Javier desde 1657, por decisión del Papa Alejandro VII, tras una larga guerra incruenta entre ferministas y javieristas que enfrentó en Navarra a instituciones y pueblos en pro de uno y otro santo. En pleno periodo de Reforma Católica, cuando corrían renovados ideales de santidad, la Diputación del Reino de Navarra, en 1621, recibió como patrón a Javier, proponiendo que las Cortes, como institución que encarnaba al propio Reino, ratificara el patronato, algo que sucedió en 1624. Los pleitos por los patronatos fueron frecuentes en la España del seiscientos, destacando lo sucedido con Santiago y Santa Teresa. En Navarra, los javieristas, muy influenciados por los jesuitas, estuvieron sustentados por las instituciones del Reino -Cortes y Diputación-, entre cuyos miembros había ex-alumnos de la Compañía, en tanto que los ferministas fueron apoyados por la ciudad de Pamplona y el cabildo de su catedral, junto a un clero bastante receloso con el poder e influencia que los hijos de San Ignacio estaban asumiendo. Las diferencias entre ambos bandos se agudizaron a partir de 1643, cuando la Diputación hizo publicar un bando declarando que el único patrón del Reino era San Francisco Javier. El pleito llegó a la Curia Romana y finalizó con un Breve Papal de 1657, por el que se declaraba a San Fermín y a San Francisco Javier aeque patroni principales del Reino.
La imagen de San Fermín es, sin duda, una de las que más se identificaron fuera de estas tierras con Navarra y sobre todo con su capital Pamplona. En la difusión de su imagen y su iconografía jugó un papel extraordinario, en Madrid, la Real Congregación de san Fermín de los navarros establecida en el convento de los mínimos y más tarde en el de los trinitarios, para acabar por tener sede propia en el Paseo del Prado. No obstante, fue Pamplona, la ciudad que se distinguió a lo largo de todo este periodo por un celo sin precedentes por mantener y acrecentar el culto al santo, con la construcción de la capilla en la parroquia de San Lorenzo entre 1696 y 1717 como hecho más señalado y la realización de grandes festejos cívicos y religiosos para celebrar sus fiestas.
La caracterización iconográfica de San Fermín es muy sencilla, un obispo con vestiduras episcopales, anillo, báculo y con la mitra y la capa pluvial de color rojo alusivo a su martirio. El rostro moreno no será exclusivo de su conocido busto relicario de su capilla, su imagen oficial, sino que se repetirá en numerosas esculturas repartidas por toda la geografía foral. Respecto a los tipos iconográficos, únicamente tenemos la imagen aislada como santo obispo y escasas representaciones del martirio.
Las estampas devocionales
Las estampas devocionales constituyeron, en tiempos pasados, un medio fundamental a la hora de difundir devociones, ya que por un módico precio se podía satisfacer el deseo de empalizar con unos iconos de referencia. En el caso de San Fermín de la parroquia de San Lorenzo, una versión un tanto libre del mismo antes de su barroquización, nos la da el grabado que ilustra las Constituciones de la Real Congregación de San Fermín de los navarros, obra de Juan Francisco Leonardo de 1684 y que, al parecer, también se tiró aparte. Este grabador reproduce un busto relicario más alargado que el modelo pamplonés y con el relicario dispuesto horizontalmente respecto a su eje, en vez de en sentido vertical.
La primera estampa suelta como tal fue realizada por el platero Fermín Galindo a fines del siglo XVII y reproduce el busto de la parroquia de San Lorenzo. No se debió tirar con profusión y el único ejemplar que se conoce se custodia en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Otra versión más libre aún y en clara actitud de gesto declamatorio típicamente barroco ofrece el grabado de Bernard Picart realizado en 1714, cuya plancha regaló don Norberto de Arizcun al ayuntamiento de Pamplona para estampar cuantas imágenes hicieran falta y el ayuntamiento la adoptó como imagen oficial del santo, al prevenir, por acuerdo municipal de 1715 a todos los impresores de la ciudad que siempre que necesitasen sacar retratos del santo patrón lo hiciesen con la citada lámina. Su éxito fue notable y las estampaciones fueron aprovechadas en diferentes momentos por las autoridades pamplonesas para requerir fondos y preseas para el adorno de la capilla. En ocasiones se estamparon rasos y sedas destinadas a autoridades civiles y eclesiásticas. Además, su plancha sería copiada literalmente por un notable grabador aragonés en 1798, a costa de una carmelita descalza.
En 1721 el platero establecido en Pamplona, Juan de la Cruz, abrió una plancha dedicada a la Virgen del Camino. En su parte inferior aparecen San Fermín y San Saturnino. Fue retocada en numerosas ocasiones y sirvió como modelo para lienzos y otras obras en bordado en Navarra, España e incluso Nueva España.
El grabador de las ilustraciones de los Anales de Navarra, en su edición pamplonesa de 1766, José Lamarca realizó una gran plancha reproduciendo el trono del santo en su capilla en 1756 que serviría de modelo para lienzos, como el rubricado por Pedro Antonio de Rada del Archivo Municipal o la versión neoclásica de la parroquia de Irañeta, firmada por Miguel Sanz Benito en 1849.
Aunque no fueran realizadas en Navarra, hay que citar, por su proyección, las planchas para grabar que la Real Congregación de San Fermín de los navarros mandó abrir en Madrid en el siglo XVIII a insignes artistas como Juan Bernabé Palomino, Manuel Espinosa o fray Matías de Irala, presentan al santo de cuerpo entero con sus consabidos atuendos episcopales. En algunos casos, como en la estampa de Palomino, la composición se completa con figuras alegóricas de convertidos, tullidos e, incluso al fondo se da cabida al sepulcro del santo, de donde parten luces luminosas que atraen a diversos enfermos.
Otras imágenes a lo largo de la geografía foral
En comparación con la casi inexistente iconografía medieval del santo en estas tierras, entre la que destaca las imágenes góticas de Olloqui y Acárate, sus imágenes se multiplicaron, a partir del siglo XVI, colocando sus esculturas y pinturas haciendo “pendant” con San Saturnino u otros santos de devoción tradicional y, más frecuentemente, con San Francisco Javier, a raíz de la declaración del copatronato para todo el reino navarro en 1657. Al Primer Renacimiento pertenecen la magnífica escultura sedente de la parroquia de Huarte-Araquil y la del retablo mayor de los Dominicos de la capital navarra, así como las pinturas de Juan del Bosque en el antiguo retablo de Burlada (hoy en el Museo de Navarra), en el retablo de San Eutropio de Ustárroz (1572), y las tablas de los Oscáriz en Eguiarreta y Berriosuso. Más avanzada en el tiempo y de factura romanista es la escultura del antiguo retablo de la catedral de Pamplona, hoy en la parroquia de San Miguel de la misma ciudad.
Sin embargo, entre las imágenes aisladas, debemos de citar en primer lugar el busto relicario de su capilla en la parroquia de San Lorenzo de Pamplona. Se trata de una sencilla obra de madera de comienzos del siglo XVI y policromada en 1550, a la que se le incorporó un relicario de teca oval en rica cartela argéntea, obra del platero Hernando de Oñate, en 1572. Durante los siglos XVII y XVIII, el busto-relicario adquirió su apariencia actual. En primer lugar, fue forrado con láminas de plata en 1687, a imitación de las más importantes imágenes medievales y más tarde, se realizó con una riquísima peana de plata, ejecutada en 1736 por el platero de Pamplona Antonio Ripando, bajo el diseño de Carlos Casanova, grabador y futuro pintor de Cámara que por aquellas fechas estaba en Pamplona y se titulaba platero. Por fin, en 1787, se le añadieron los ángeles de bronce dorado al fuego, que aportaron al paso mayor colorismo, al contrastar los tonos de la plata, el oro y los rojos de sus atuendos episcopales enmarcando su tez morena. De acuerdo con esta misma disposición de busto-relicario, la catedral de Pamplona posee un busto argénteo y la basílica de San Fermín de Aldapa otro de madera policromada de inferior calidad.
Entre las imágenes escultóricas hemos de citar la que preside el retablo de su advocación en la girola de la catedral, mandado construir por el arcediano de la tabla don Andrés de Apeztegui (1713), la del retablo de la capilla del palacio episcopal de Pamplona (1748) o la del retablo de Santa Catalina de Lesaca (1786).
Asimismo, existen numerosos lienzos de distinta calidad y cronología, casi todos del siglo XVII, pintados muchos de ellos para conmemorar el copatronato o anteriores en donde aparece el santo obispo con el escudo de Navarra. Entre ellos, podemos citar los del Palacio episcopal, Ayuntamiento y Recoletas de Pamplona, este último procedente de las bernardas de Lazcano o los de las Comendadoras de Puente la Reina.
Copatrono con San Francisco Javier
Las imágenes de los copatronos de Navarra hay que contextualizarlas en pleno periodo de Reforma Católica, cuando corrían renovados ideales de santidad y la Diputación del Reino de Navarra, en 1621, recibió como patrón a Javier, proponiendo que las Cortes, como institución que encarnaba al propio Reino, ratificara el patronato, algo que sucedió en 1624. Los pleitos por los patronatos fueron frecuentes en la España del seiscientos, destacando lo sucedido con Santiago y Santa Teresa. En Navarra, los javieristas, muy influenciados por los jesuitas, estuvieron sustentados por las propias instituciones del Reino -Cortes y Diputación-, entre cuyos miembros había ex-alumnos de la Compañía, en tanto que los ferministas fueron apoyados por la ciudad de Pamplona y el cabildo de su catedral, junto a un clero bastante receloso con el poder e influencia que los hijos de San Ignacio estaban asumiendo.
Las diferencias entre ambos bandos se agudizaron a partir de 1643, cuando la Diputación hizo publicar un bando declarando que el único patrón del Reino era San Francisco Javier. El pleito llegó a la Curia Romana y finalizó con un Breve Papal de 1657, por el que se declaraba a San Fermín y San Francisco Javier aeque patroni principales del Reino. Las celebraciones festivas de todo tipo, de carácter religioso y lúdico sustituyeron a los enfrentamientos con unas de las mayores fiestas que vivió Navarra en toda su historia.
Gran parte de los retablos mayores de las parroquias presentan a ambos santos. Medallas, grabados y pinturas son también frecuentes en el territorio foral. En algunos casos la iconografía de los copatronos se realizó en tierras americanas.
La hipotética primera y temprana muestra de esta iconografía, la más particular de Navarra, por aunar a sus dos patronos, es un lienzo que se conserva en el archivo municipal de Pamplona y está fechado sospechosamente en 1629, casi cincuenta años antes de que se declarase a ambos santos como patronos del Reino. Otra pintura conservada en el Ayuntamiento de Pamplona datada en 1657 y realizada por Juan Andrés Armendáriz, conocido policromador, es una buena muestra de otros lienzos que se debieron realizar en la capital del Reino con motivo de la sanción papal del doble patronato de Navarra.
Entre las obras que por su carácter de portada de libro alcanzaron una enorme difusión y sirvieron para modelo a escultores y pintores, hemos de citar dos estampas que acompañan a sendas obras del Padre Moret, cronista del reino y autor de sus famosos Anales (1684) y Investigaciones históricas de las antigüedades del Reyno de Navarra (1665).
Con San Fermín aparece San Francisco Javier en el retablo de San Jerónimo de la catedral de Pamplona, aunque no haciendo pendant en el mismo cuerpo, sino superpuestos en la misma calle. A fines del XVII corresponden las tallas de los retablos mayores de Larraga y Miranda de Arga, obras de Fermín de Larrainzar y José de San Juan y Martín. Ambas fueron sustituidas por otras modernas. Poco después, en 1703, se datan los bultos de San Fermín y San Francisco Javier del retablo mayor de Arizcun, obra del escultor Miguel Sagüés. Las esculturas de la parroquia de Eulate se datarán junto a su retablo mayor, del que forman parte, realizado a partir de 1713 por el maestro Pascual de Oráa, aunque fue modificado a fines del siglo XVIII. Las tallas del retablo de Ciordia fueron labradas por el maestro residente en Estella Francisco Sainz de Baraona a partir de 1717, junto a otras advocaciones ligadas a las devociones locales. En Lumbier, figuran ambos en el ático del retablo y la talla de San Francisco Javier fue ejecutada en 1716 por el aragonés Francisco Bosqued.
Muy interesante desde el punto de vista de programa iconográfico es el retablo de Santa Teresa de la iglesia abacial de Fitero, obra de José Serrano de 1730, costeada por el gremio de los alpargateros. En él se dan cita junto a los patronos de Navarra, los de la Iglesia universal –San Pedro y San Pablo-, el de la localidad –San Raimundo abad- y la titular del gremio, Santa Teresa de Jesús. En las benedictinas de Corella, Baltasar de Gambarte, colocó en las calles laterales del retablo mayor de su iglesia a ambos santos, costeado, en 1741, con fondos de don José Armendáriz y Perurena, primer marqués de Castelfuerte, que tenía a una hermana en el citado convento.
En la capilla parroquial del Espíritu Santo de la catedral de Tudela los encontramos en el primer tramo, bajo la bóveda de aristas en unas ventanas simuladas en las paredes, uno frente al otro. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, ambos santos comparten protagonismo en las calles laterales de muchos retablos mayores, como los de Azpilcueta, Irurita y Echarri Aranaz. En los dos primeros casos son esculturas de porte cortesano, en tanto que en el tercero, las dos tallas se encomendaron a los maestros Juan Antonio y Manuel Martín Ontañón en 1752. En el retablo de Santiago de Sangüesa, obra de Nicolás Francisco Pejón, realizado entre 1768 y 1770, encontramos las tallas coetáneas de ambos santos.
Los copatronos no faltaron en lugares de especial significación. En la catedral, durante las fiestas solemnes, los bustos de San Fermín y San Francisco Javier se sacaban al altar mayor. En Roncesvalles, en un momento que no podemos precisar, se colocó la escultura de Javier para hacer pendant con San Fermín en el retablo mayor. En el santuario de Ujué, en un retablo que conocemos gracias a un grabado de Miguel Gamborino (h. 1800) aparecen junto a la imagen de la Virgen. Desde el santuario de Ujué se distribuyeron medallas a lo largo del siglo XVIII, realizadas en bronce dorado e importadas desde Roma, en las que figuraba la Virgen en el anverso y los copatronos San Fermín y San Francisco Javier en el reverso. La llegada en la segunda mitad del siglo XVIII está documentada en los libros de cuentas del santuario. Se hacía a través de comerciantes establecidos en el sur de Francia. Más tarde, a fines del siglo XVIII y comienzos de la siguiente centuria, se dejaron de importar las medallas, llegándose a encargar a una “platera” de Tafalla.
En el tesoro de San Fermín, en la parroquia de San Lorenzo de Pamplona, se encuentran un par de sacras de plata, realizadas en Pamplona por el platero José Yábar en el tercer cuarto del siglo XVIII. Entre los motivos decorativos de la orla rococó figuran los escudos de Navarra y Pamplona, las cinco llagas y los copatronos San Fermín y San Francisco Javier. En ambos casos, el platero parece que se sirvió de sendas medallas acuñadas en Roma años antes. Para San Fermín no parece que haya duda en el modelo, concretamente, fue una que años atrás había traído de Roma el arcediano de la Cámara de la catedral de Pamplona, a comienzos de la década de los treinta del siglo XVIII, en las que figuraba la Virgen del Sagrario en el anverso y San Fermín en el reverso. Para San Francisco Javier, posiblemente, contó con una medalla octogonal, también de origen romano que circuló ampliamente entre los devotos del santo.
Escasas escenas de su vida
Más infrecuente resulta encontrar escenas de su vida en España, no así en Francia en donde tiene muchas parroquias y templos dedicados en donde se narraron desde tiempos medievales. A la cabeza de todos ellos, el rico ciclo de la catedral de Amiens en su portada y en el coro. La escena del martirio se recreó en un relieve renacentista del retablo mayor de los Dominicos de Pamplona. En el consistorio pamplonés se conservan dos lienzos uno de grandes dimensiones firmado por José Ximénez Donoso en 1687 y otro obra del pintor local Mariano Sanz Benito de fines del siglo XVIII o comienzos de la centuria siguiente que es un trasunto del primero. De carácter popular, pero interesante desde el punto de vista iconográfico es el relieve del ático del retablo mayor de Reta.
La peana dieciochesca argéntea reproduce en sus relieves algunas escenas de la vida del mártir y en la edición de los Anales de Navarra de 1766 se figura el hallazgo e invención de su cuerpo. Al siglo XIX corresponde la versión del martirio que nos dejó en el Salón del Trono del palacio de la Diputación Foral el pintor Alejandro Ferrán en 1865.
1.- San Fermín y San Gregorio en una tabla pintada por Juan del Bosque (1540-46) del retablo de Burlada, hoy en el Museo de Navarra
2.- Imagen titular de San Fermín en su retablo de la catedral de Pamplona, 1713
3.- San Fermín en el dibujo de examen del platero José Yábar, 1728
4.- Relieve del martirio de San Fermín en el retablo de los Dominicos de Pamplona, 1570-74
5.- Dibujo del hallazgo del cuerpo de San Fermín de José Lamarca para grabar la lámina correspondiente en la edición ilustrada de los Anales de Navarra, del P. Moret, 1766
6.- Reverso de la medalla de la Virgen de Ujué con los copatronos de Navarra que sigue modelos romanos. Fines del siglo XVIII
PROGRAMA
Martes, 12 de septiembre
La construcción barroca de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
La imagen pamplonesa multiplicada y otras representaciones de San Fermín en Navarra
Ricardo Fernández Gracia. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Miércoles, 13 de septiembre
La reforma académica de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Protocolo y ceremonial en torno a San Fermín
Alejandro Aranda Ruiz. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Jueves, 14 de septiembre
El tesoro de San Fermín: piezas de liturgia y devoción
Ignacio Miguéliz Valcarlos. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
El culto a San Fermín en los fondos y colecciones gráficas del Archivo Municipal de Pamplona
Ana Hueso Pérez. Archivo Municipal de Pamplona