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CURSOS DE VERANO

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En el tercer centenario de la
Capilla de San Fermín (1717•2017)
IDENTIDAD, ARTE Y DEVOCIÓN

13 de septiembre de 2017

La reforma académica de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

 

Mediado el siglo XVIII en España se produce una depuración de formas arquitectónicas que desembocará en el Neoclasicismo. A ello contribuyó el propio influjo de la última etapa del barroco francés e italiano, presente en la arquitectura cortesana,  que, con el repliegue de la ornamentación plástica en extensión y en volumen -en fachadas e interiores-,  mediante la sustitución de los extensos y  programas decorativos por los menudos motivos ornamentales propios del Rococó, propició la recuperación visual de los elementos arquitectónicos sustantivos, tales como columnas, entablamentos, abovedamientos y muros. La Academia de Bellas Artes de San Fernando, erigida en 1752 -auxiliada con la creación posterior de Academias provinciales-, fue el instrumento para dirigir, centralizar e imponer un ideal constructivo basado en los modelos de la antigüedad clásica, Grecia y Roma (de ahí la denominación de Neoclásico para el estilo sobrevenido). Pero no bastó con la estricta referencia a lo clásico greco-romano; fue necesario acudir a sus fuentes de inspiración, a culturas como la etrusca, la egipcia o las del Próximo Oriente, objeto entonces de incipientes excavaciones arqueológicas y de tratados teóricos. A la Academia correspondió la formación técnica y estética de los nuevos arquitectos y la aprobación de los proyectos de titularidad pública, emprendidos por Ayuntamientos y Cabildos, entre otras entidades. Esta centralización del arte constructivo supuso el fin de las escuelas regionales, con sus talleres particulares. No fue Navarra una excepción; aquí como en otras partes, se documenta una resistencia al cambio hacia el nuevo gusto, tanto popular y colectiva como individual, ésta por parte de los viejos maestros de obras, en defensa de sus prerrogativas y estatus personales.

Aspecto parcial exterior de la capilla de San Fermín.
 

Dentro del arte Neoclásico cabe distinguir dos etapas. Las primeras directrices, correcciones  y visados de la Real Academia, referidos a planes públicos, ajustados a los nuevos ideales estéticos, obligan a los proyectos navarros ya en la séptima década del XVIII. Así, concretamente en Pamplona: el plan de traída de aguas, concebido por François Gency, aprobado en 1774, aunque finalmente irrealizado; el proyecto de viaje de las aguas a la capital, ideado por Ventura Rodríguez, en 1782; y la fachada de la catedral pamplonesa, según proyecto del mismo arquitecto, cuyos planos se recibieron a comienzos de 1783. En esta etapa desarrollada en la segunda mitad del XVIII, básica para la implantación del Neoclásico en Navarra, conviven o coexisten las formas arquitectónicas del último Barroco, en fase ya agonizante, con las nuevas creaciones promocionadas desde la Academia. De ahí que en ocasiones se adjetiva a este primer periodo de la arquitectura neoclásica, anterior al cambio de siglo, como Academicismo, en un intento de matización con el Neoclásico pleno, ya exclusivamente implantado y sin competencia, con posterioridad aproximada al año 1800.


La Capilla de San Fermín, objeto de reforma académica

En enero de 1795 se derrumbó la linterna y la media naranja de la Capilla de San Fermín, resultando un boquete que fue necesario cubrir de manera provisional. Y restablecida la paz con el gobierno francés de la Convención, se pensó en acometer la necesaria reconstrucción, a la vez que se posibilitaba la adecuación del ornato interior de la capilla al nuevo gusto neoclásico, bien alejado del barroquismo que ofrecía hasta entonces. Convocado el oportuno concurso, presentaron proyectos Fernando Martínez Corcín, Diego Díaz del Valle, Juan José Armendáriz y Santos Ángel de Ochandátegui. Fueron elegidos los planos firmados y fechados por Ochandátegui el 13 de diciembre de 1797, que preveían obras por un presupuesto total de 134.910 reales de plata fuertes. Cada uno de los otros maestros - Fernando Martínez Corcín, Diego  Díaz del Valle y Juan José Armendáriz- , hizo alguna aportación al Neoclasicismo en Navarra.. El primero, arquitecto de Alfaro, trabajó el mismo año, 1797, en las torres de San Miguel de Corella y, algo más tarde en colaboración con Miguel Hermosilla, firmó los planos de la capilla de San Francisco Javier, de Villafranca. Diego Díaz del Valle, de Cascante, tuvo un hijo homónimo: desarrolló una actividad más cuantitativa que cualitativa como tracista de retablos y pintor, de la que son muestra los doce (fueron trece) retratos reales, realizados al óleo sobre madera en 1797, que ornaban hasta  hace poco la escalera noble de la Casa Consistorial de Pamplona. Tiene el mérito de ser en su momento el único pintor de caballete en Navarra.  En 1794 hizo los planos para uno de los accesos de la citada parroquia de Corella y se le ha atribuido la escalera imperial del monasterio de Fitero. Juan J. Armendáriz concibió una remodelación de altos vuelos para la parroquia de Dicastillo, que iniciada en 1804, hubo de abandonarse por problemas de financiación.

Santos Á. Ochandátegui.- Planta de la Capilla, con el tabernáculo-trono en posición retrasada.   
 

El buen hacer de Santos Ángel de Ochandátegui e Ituño era manifiesto en Pamplona, tras haber dirigido a pie de obra la traida de aguas desde Subiza, entre 1785 y 1790. Y ahora se ocupaba en la dirección de las obras de la fachada de la Catedral. Uno y otro proyectos ideados por Ventura Rodríguez y ambos imprescindibles para comprender la implantación del Neoclásico en Navarra. Había nacido en Durango, en 1749, donde moriría en 1803. Ochandátegui marca el tránsito entre los maestros de obras, activos en el Barroco final, y la nueva generación de arquitectos de formación intelectual dirigida por la Real Academia de Bellas Artes. Se le deben las torres de Alesanco (tipo innovador), Mendavia y Puente la Reina. Durante su estancia en Pamplona se le ve desarrollar una gran actividad. De 1780 debe datar su plan de remodelación de la Casa del Toril, propiedad del Regimiento, en la plaza del Castillo. Cuatro años más tarde diseñó un jardín botánico, como anejo a la Cátedra de Medicina, Cirugía y Farmacia, destinado al cultivo y la enseñanza de plantas medicinales, que debiera haber ocupado una huerta contigua a la basílica de San Ignacio. Dificultades con el Ramo de Guerra, por razones de defensa,  impidieron su ejecución. Se siguen proyectos de escuelas, diseños de rotondas arboladas y bulevares a la salida de las puertas de la muralla. Para el Consistorio ejerció una función equivalente a  una moderna dirección de urbanismo y obras y se le debe la redacción de la atinente ordenanza de edificios, impresa en 1786. Fue Director de Caminos de Navarra entre 1780 y 1802. Ideó el Puente de Cuatrovientos, alternativo al de Santa Engracia. Como arquitecto del Reino realizó un plan para salvar a Sangüesa de las repetidas inundaciones del río Aragón (1787), proponiendo abandonar el núcleo antiguo y crear una nueva ciudad en una zona más alta y fuera del peligro. Para esta Nueva Sangüesa propuso una retícula perfectamente regular de manzanas iguales, atravesada por dos calles principales que se cortan en el centro donde se abre la Plaza. Esta organización presenta importantes semejanzas con el urbanismo romano que sin duda pretendía evocar. La arquitectura responde claramente a los principios academicistas que Ochandátegui había ido incorporando en sus obras. Desgraciadamente este proyecto no pudo llevarse a cabo dado su elevado coste, pese a la aprobación por la Diputación de Navarra en 1790.

En 1791 Floridablanca le designó Inspector Real del Camino de Madrid a Arganda. Su obra de mayor envergadura en Navarra es la iglesia parroquial de Mañeru (1785), que por su importancia fue atribuida al propio Ventura Rodríguez. En 1802 obtuvo venia para renunciar a sus empleos y retirarse a su Vizcaya natal, por quebrantos de salud.

S.Á Ochandátegui. Sección vertical, con propuesta de ornato arquitectónico y pictórico figurativo.
 

Las obras en la Capilla sanferminera, siguiendo el plan de Ochandátegui, se extendieron entre 1800 y 1805, iniciándose por la reconstrucción de la media naranja y linterna, para proseguir con la nueva ornamentación. En las pechinas se dispusieron cuatro medallones dentro de una estructura radial, característica del momento neoclásico. Enmarcados por guirnalda vegetal, representan a los obispos Saturnino y Fermín y a los presbíteros Honesto y Francisco de Javier y sustituyen a las escenas martiriales de la etapa inaugural. Las trece tribunas con celosía, de las que da testimonio un lienzo pintado por Pedro Antonio Rada en 1756, fueron sustituidas por once vanos de antepechos abalaustrados. La profusa decoración barroca de entablamentos, arcos,  bóvedas y cúpula se vio sucedida por los actuales motivos sobrios, de inspiración académica; y las basas de los pilares, simplificadas; así como las ventanas rectangulares de los lienzos del crucero, suplantadas por óculos, rodeados por el motivo neoclásico de palmas entrecruzadas, elemento que se repite en las paredes de los rincones angulares. Se ampliaron las puertas del crucero: como motivo escultórico se colocó sobre sus dinteles guirnaldas con atributos episcopales, sustentadas por ángeles, en una composición de recuerdo todavía barroco, pues las figuras no se ajustan al límite del encuadre. También resultó rigurosamente  simplificado el frontispicio de entrada, que comunica con la nave de san Lorenzo. En el ático, limitado por una ficción de cortinaje, dos ángeles sostienen un medallón con la escena del martirio de san Fermín. Finalizadas estas reformas de Ochandátegui, el 7 de julio de 1805 pudo reinaugurarse la capilla con la celebración del oportuno pontifical.

Entablamento, pilastras, cúpula, pechinas, bóvedas y vanos abalaustrados, realizados según proyecto de Ochandátegui.


El tabernáculo neoclásico

El proyecto de Ochandátegui preveía el cambio de posición del tabernáculo, retrasándolo sensiblemente desde el centro de la capilla, bajo la cúpula, hacia el testero. La limitación económica impidió en aquel momento emplearse a fondo en  el asunto, obligando a demorar una solución definitiva. El 25 de agosto de 1816 los ediles se plantearon la necesidad de construir un nuevo tabernáculo decente. El proyecto, de corte neoclásico y resabio italiano, se debe al escultor Francisco Sabando y fue ejecutado con algunas modificaciones por Anselmo Salanova, profesor de escultura y pintura residente en Pamplona; aunque también intervinieron en parte los italianos Luis Boccia y Carlos Peduzzy, ambos venidos de San Sebastián. Se inauguró para Sanfermines de 1819. Inicialmente previsto en pino de Aragón, fue por último realizado en estuco pintado, en fingimiento de mármol jaspeado. Sobre el basamento, en el que se disponen tres mesas de altar, ocho columnas reciben la cúpula, cuyas pechinas interiores acogen, como relieves, cuatro ángeles con atributos episcopales. Sobre las columnas discurre un entablamento quebrado; encima de su cornisa un bajorrelieve representa el Cordero Místico, reposando sobre el apocalíptico Libro de los Siete Sellos y adorado por sendos ángeles arrodillados, a los extremos. Finalmente, coronando el culmen, se sitúa una alegoría de la Iglesia entre dos flameros.

Baldaquino de San Fermín, ideado por Francisco Sabando en 1816 e inaugurado tres años más tarde.

 

Cambio del concepto espacial

La nueva posición del templete, contemplada por Ochandátegui,-que resultó notablemente retrasada desde el centro de la Capilla y bajo su cúpula, hasta el tramo de cabecera que ahora ocupa-, supone un radical cambio de la concepción espacial. A este respecto cabe señalar que en la iglesia parroquial de San Lorenzo, reedificada en el primer tercio del siglo XIV, la entrada principal porticada del templo se abría a la hoy denominada calle Mayor. Y que la Capilla de San Fermín, inaugurada en 1717, se construyó rectamente alineada con ese acceso, en un esquema similar al que presenta hoy la Capilla de la Virgen del Camino respecto a la nave de San Saturnino. Con posterioridad a la edificación de la nave parroquial neoclásica (1805-1810) hubo momentos en que se entraba a la iglesia y Capilla por ese punto, como atestigua la puerta condenada entre 1906 y 1908, claramente visible en el exterior, a día de hoy. De manera que en la época del Barroco la atención de las personas al entrar en la iglesia se focalizaba consecutivamente en el frontispicio de la capilla y, de inmediato, en el trono-tabernáculo del Santo, pues ambas estructuras eran de similar altura. El impacto efectista y emocional, determinado por la planta central y la profusión de ornato, se vio sucedido por la racionalidad, la claridad visual y la mayor capacidad de acogida de fieles.

A la izquierda, el frontispicio neoclásico concebido por Ochandátegui. A la derecha, puerta de ingreso a San Lorenzo, condenada a principios del siglo XX, acceso directo a la Capilla.

 

Actuaciones posteriores

Todavía se realizó dentro del siglo XIX alguna reparación. Concretamente entre el 3 y el 16 de septiembre de 1823 el bombardeo de la Pamplona constitucional por la artillería de Lauriston, integrante de los Cien Mil Hijos de San Luis, arruinó gran parte de la bóveda de San Lorenzo y afectó también a la Capilla, que resultó incendiada y la linterna de su cúpula derribada. Rápidamente reedificada ésta, pudo trasladarse la imagen de San Fermín, desde su emplazamiento provisional en los Carmelitas Descalzos a su recinto, el domingo 8 de febrero de 1824. En 1886 se colocaron vidrieras, fabricadas por la Casa Mayer de Londres, en tres óculos, realzados por palmas del martirio cruzadas, situados en el testero y en los brazos del crucero, con los temas del Bautismo de San Fermín, la Defensa ante sus jueces y el Martirio. Y las ventanas de las ocho facetas de la linterna, bajo la media naranja de la cúpula, acogieron temas heráldicos (armas de Pamplona, Cinco Llagas, Cabildo de la Catedral y San Lorenzo) y de Santos singularmente vinculados a Navarra (Saturnino, Honesto, Fermín y Francisco de Javier).

Vidrieras con el bautismo y el martirio de San Fermín, en sendos óculos.  

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En el tercer centenario de la Capilla de San Fermín (1717•2017) IDENTIDAD, ARTE Y DEVOCIÓN

PROGRAMA


Martes, 12 de septiembre 
La construcción barroca de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

La imagen pamplonesa multiplicada y otras representaciones de San Fermín en Navarra
Ricardo Fernández Gracia. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Miércoles, 13 de septiembre
La reforma académica de la capilla
José Luis Molins Mugueta. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Protocolo y ceremonial en torno a San Fermín
Alejandro Aranda Ruiz. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Jueves, 14 de septiembre
El tesoro de San Fermín: piezas de liturgia y devoción
Ignacio Miguéliz Valcarlos. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

El culto a San Fermín en los fondos y colecciones gráficas del Archivo Municipal de Pamplona
Ana Hueso Pérez. Archivo Municipal de Pamplona