San Gregorio Ostiense
Medallones relicarios de la arqueta
En los frentes de la caja y el cuerpo superior de la cubierta de la arqueta se sitúan medallones relicarios ovales de cristal de roca pintados imitando esmaltes en grisalla, con ventana al frente y marco de plata sobredorada con molduras convexas lisas. Se trata de una piezas que se mencionan por primera vez en la descripción que de la arqueta realiza Pedro de Madrazo y Kuntz en su obra Navarra y Logroño, donde las confunde con esmaltes. Se trata de catorce medallones en los que figuran representados la Anunciación, Santa Águeda, Santa María Magdalena, una Santa sin identificar, probablemente Santa Elena, San Sebastián, dos Calvarios y dos escenas de la Estigmatización de San Francisco de Asís. Cinco piezas han perdido su iconografía original, sustituyéndose en dos de ellas por sendas litografías modernas con el Descanso en la huida a Egipto y la Exaltación de la cruz. Todos los medallones presentan el mismo esquema, con escena central compuesta por figuras en primer plano, rodeado por una orla esquematizada de óvalos y rombos, con cerquillos en plata sobredorada de gran sencillez. Presentan unas medidas en torno a los 6 x 5 cm y fueron realizadas en Milán en la primera década del siglo XVII. Las placas de cristal de roca están minuciosamente miniadas por el reverso, con una técnica consistente en pintar a la inversa, para que el motivo se muestre en positivo en la placa. Dado que se pinta al contrario, disponiendo los colores en sucesión inversa, utilizando colores puros, se invierte su orden de colocación sobre el soporte. Primero se dibuja el contorno, luego los detalles, pintando por capas, con fondos cada vez más amplios, trazando en último lugar el fondo de la escena. Los tonos utilizados son los grises, tanto para las vestimentas como para las carnaciones, y tonalidades rojas para los fondos, complementados con la utilización del dorado, que aportan luminosidad y riqueza a la composición general. El color es utilizado extendido en sutiles veladuras superpuestas, en composiciones esquemáticas, sobre todo en la figuración de los paisajes en los que se insertan las figuras, de carácter poco realista. Esta técnica se ha venido denominando incorrectamente como verre eglomisé, que en puridad es una técnica propia del trabajo del cristal.
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