MECENAS, PROMOTORES Y PATRONOS DE LAS ARTES EN TUDELA
28 de agosto de 2014
Urbanismo y arquitectura civil
D. Carlos Carrasco Navarro. Doctor en Historia del Arte
Dentro de la promoción de las Artes, la arquitectura civil y el urbanismo de los siglos del barroco son fruto del impulso de dos tipos de patronos: la nobleza y las instituciones públicas, especialmente el Ayuntamiento y la Corona, quienes promovieron la construcción o reforma de muchos de los edificios más significativos que hoy en día conforman el Casco Antiguo de Tudela. Las Casas Principales de algunos linajes, los arreglos del Puente sobre el Ebro, las reformas y ampliaciones de la Casa Consistorial, junto a la construcción de la Plaza Nueva y el Proyecto del Canal Imperial de Aragón, se significan como hitos de la arquitectura civil de los siglos XVII y XVIII en la capital ribera.
La construcción de los palacios barrocos tudelanos, la casa principal de su linaje, supone para los miembros de la nobleza uno de los pasos obligados dentro de su ascenso social. No en vano, se erige como imagen principal del lustre de su nombre; de ese modo, la grandeza del apellido es directamente proporcional a las dimensiones y arte de su casa y escudo. Por tanto, la defensa de su origen legítimo y de sus privilegios, la conservación y aumento de caudales, la búsqueda de empleos y favores reales como la obtención de un título, finalmente son eslabones de la carrera a la que se une la imagen pública que le otorgan donaciones, fundaciones y patronatos de capillas y conventos. Sin embargo, la construcción o reforma a la moda de la residencia familiar no es una promoción desinteresada de las artes de un modo benéfico, sino para su propio beneficio y habitación, pero siempre con el objetivo de igualar la fama del linaje con la imagen pública de su morada.
Existen varios prototipos de casas principales dentro del periodo barroco, siendo el primero el que se da entre finales del siglo XVII y las primeras décadas del XVIII, derivado de modelos renacentistas, apreciable en grandes fachadas de ladrillo visto, sencillas portadas y galería de arcos de medio punto. En el mismo se encuadra la casa de Díez de Ulzurrun en la Rúa, cuyo escudo fue fijado el 9 de febrero de 1680 por parte de Sebastián Díez de Ulzurrun como descendiente de los mismos del Valle de Ollo (Navarra). Pertenecen también a este modelo las casas de Carpio en San Nicolás y la de Ezquerra en San Julián, fruto de la anexión de varias casas colindantes, lo cual es práctica habitual en la época. El último de los ejemplos de estas casas es la erigida por Juan Francisco Labastida junto a la catedral a principios de la década de 1730, cuya impresionante escalera imperial ya anuncia el siguiente modelo.
Escudo de armas de los Díez de Ulzurrun
Diego Huarte levanta en las Herrerías su casa principal a finales de la misma década, con una doble fachada también hacia Mercadal. En su interior dispone una gran escalera central bajo una bóveda suspendida, similar aunque superior a otras existentes en la comarca y que suponen todo un descubrimiento y artefacto típico de las extravagancias barrocas. Junto a las pinturas murales exteriores y al desarrollo doble e invertido con tramos intermedios de la escalera, constituye uno de los mejores y mas originales diseños del barroco señorial hispano, atribuido al maestro local José Marzal.
Casa principal de los Huarte
Escalera, atribuida a José Marzal
Casa principal de los Huarte
Caja de la escalera, atribuida a José Marzal
A este modelo intermedio ya con fachadas revocadas y sin arquillos, sigue el rococó de las décadas de 1760 y 70, con aleros cóncavos de yeso y pies de balcón bulboso. En el mismo se encuadran las casas de Veráiz (Museo Muñoz Sola), Guenduláin y Arizcun. Por último y para acabar la centuria, la estética clasicista gana terreno con portadas adinteladas y aleros con metopas y triglifos, visibles en casas como González de Castejón, y las de Gárate, Aperregui y Ramírez de Arellano en la Rúa.
Casa de los Gárate
El Patronato Real se deja sentir en la ciudad bajo la figura de Carlos III y el proyecto de iniciar el Canal Imperial de Aragón en Tudela. El origen se encuentra en la Acequia Imperial de Carlos V, que desde 1529 transportaba agua del Ebro desde Fontellas hasta Penseque (Zaragoza), la cual se quiso reformar con un gran canal navegable hasta más allá de Zaragoza, fruto de las ideas reformistas de la Ilustración de proporcionar vías de comercio y agua de riego. En 1766 se concede la construcción a la Compañía Badín bajo la financiación de banqueros holandeses, al mismo tiempo que se contempla la idea de realizar la toma de aguas en Tudela, con el fin de alcanzar mayor altura para llegar más lejos. El lugar indicado era el extremo Norte de la isla fluvial de la Mejana de Santa Cruz, donde se encontraba la Presa del Molinar.
Sin embargo la Ciudad alegó que las imprecisiones del proyecto dejaban asuntos sin aclarar, tales como las posibles inundaciones del término de Traslapuente por la represa del Ebro, la disminución de la tierra cultivable de La Mejana, el traslado del molino, y especialmente, que el nuevo canal cortaría la desembocadura de los ríos Queiles y Mediavilla, amén de cegar dos arcos del puente. La Compañía respondió con evasivas y acusaciones al Consistorio, invocando continuamente la Cédula Real de Concesión como “patente de corso”. Tuvo que mediar el Rey nombrando un ingeniero para que tomara las medidas técnicas oportunas.
Las obras comenzaron en 1771, tomando la Compañía posesión de los terrenos de un modo abusivo; cortando caminos, impidiendo pastos, cerrando acequias y tomado piedra de donde les parecía. Incluso se produjeron tumultos llegando a decretarse el toque de queda para la ciudadanía y los trabajadores, muchos de ellos presos. Ante tal situación, dos años más tarde Carlos III disuelve la Compañía nombrando a Ramón de Pignatelli como responsable del proyecto, que lo devuelve a sus orígenes tomando el agua desde El Bocal de Fontellas. Finalmente, se comprobó que la antigua Compañía había falsificado los datos para justificar el cambio de ubicación, y se constató incluso el desvío injustificado de dinero.
Después de todo, el fallido proyecto dejó en Tudela varias construcciones que son conocidas como La Obra Vieja; especialmente, un gran edificio destinado a palacio y oficinas llamado Casa de La Obra. De planta rectangular y totalmente construido en piedra traída de Berbinzana y la madera de Traibuenas (Navarra), contiene dos escaleras interiores singulares por su sinuoso trazado. Igualmente, las dos clasicistas portadas tuvieron su reflejo en la de la Casa de Iriarte, reformada en ese mismo momento por Lorenzo Iriarte, representante de la Compañía en la ciudad. La finca queda como latifundio Real, el cual arrienda Isabel II a una sociedad de ganaderos para pasto, siendo adquirido por el Ayuntamiento a mediados del siglo XX.
Casa de la Obra
Durante los siglos del barroco, otros edificios civiles fueron objeto de atención, como la torre del Puente del Ebro unida a la muralla de la ciudad, reformada en 1670 por parte del cantero Juan de Orcola; poco después, las otras dos torres también se reforzaron. Igualmente, se reconstruyó en 1713 el puente sobre el Mediavilla o Pontarrón, derruido tras la riada de 1709. Esta vez los artífices fueron Domingo Gil y Juan Lazcano. Por último, en 1753 se proyectó un cuartel de Caballería en Trinquete junto al Hospital debido a los problemas a la hora de alojar a las tropas, aunque finalmente no se construyó.
La tudelana Casa Consistorial en la Plaza Vieja junto a la Catedral, presenta en la actualidad un aspecto confuso y moderno fruto de numerosas reformas; sin embargo, todavía se pueden encontrar rastros que denotan su antigüedad, tales como los arcos apuntados en las galerías de las fachadas laterales y la cornisa superior de la Oficina de Atención Ciudadana en la planta baja. Hasta el siglo XV, el Consistorio se reunía en el Claustro de la entonces Colegial. Es entonces cuando adquiere en 1490 a Juan Berrozpe el inmueble que nos ocupa y que provenía de los bienes de Mosén Pierres de Peralta. Los herederos de este último trataron de anular la venta alegando que constituían bienes vinculados al Mayorazgo, aunque la Justicia tras más de un siglo de pleitos les negó la razón. Presentaba muy mal estado con una escalera de “palos” y los restos de un torreón en la esquina, los cuales dieron problemas en 1731, debiendo reconstruir ese medianil que se estaba separando del resto del edificio
Las reformas comenzaron pronto, siendo una de las más significativas la de 1575, cuando se transforman las ventanas en balcones para seguir los festejos que se desarrollaban en la Plaza; con el mismo fin, en 1585 se instaló una balaustrada dorada para los músicos. La planta baja contaba con una lonja con un banco corrido y en el piso superior se halla la cámara del secreto o salón de plenos, ambos del mismo siglo XVI. En la segunda planta se alojaba la secretaría y el archivo.
La fachada se tuvo que reconstruir tras el derrumbe de la parte interior en 1730, pero que no afectó al escudo exterior que todavía campea en ese sitio desde que lo labrara en 1560 Bernal de Gabadí. A la llegada del primer obispo de la nueva Diócesis en 1784, se pinta la fachada e instala una imagen de la Inmaculada.
La sala principal fue redecorada en 1644 cuando se compra un dosel de damasco con el retrato del monarca y se adquieren otros nueve de los reyes anteriores, más tres reposteros con las armas de la ciudad y del reino, amén de dos paisajes como sobrepuertas. Incluso el insigne Vicente Berdusán pintó en 1686 un retrato de Felipe III para la misma estancia. Para las Cortes de Navarra allí celebradas en 1743, se repintaron y doraron todos los elementos de carpintería en tonos azules y rojos. Actualmente se puede admirar una espléndida decoración neoplateresca de los años 20 del pasado siglo.
La magnífica espadaña que aloja la enorme Campana María, se erigió en 1685 en el intermedio desde que se derrumbó la torre de la Colegial y se construía la nueva, ya que la ciudad no podía quedarse sin reloj que marcara tanto las tareas del campo como los avisos de tormenta o incendio.
En 1793 se reforma por completo con una nueva escalera y tejados, pero también se amplía por la parte posterior con la Casa de la Marquesa de San Nicolás, la cual permitía el acceso al Consistorio desde la Calle Rúa y Cárcel Vieja cuando los festejos lo impedían desde la fachada principal. La última restauración en 1995, es la que le da el aspecto actual, cuando se retiran las frases patrióticas que adornaban la fachada desde al Guerra Civil.
Casa consistorial
La Plaza de los Fueros o Plaza Nueva, constituye la principal actuación urbanística durante la Tudela del Barroco. Éste es gran espacio cuadrado y cerrado en tres de sus lados, erigido como plaza de toros y festejos en general, supone un espacio puente sobre el Río Queiles, que sobrepasa la antigua muralla pero que sin embargo no da pie a la ampliación y desarrollo urbano hacia esa zona, que se da mucho más tarde; por tanto, es un espacio para la fiesta presidido por la Casa del Reloj o Casa de la Ciudad asentado directamente sobre el cauce encima del denominado “cañón”, formado con las piedras del antiguo castillo.
El origen de la plaza, incluso en el nombre de “Nueva”, se halla en la Plaza de Santa María junto a la Catedral o Plaza Vieja. Allí se desarrollaban los festejos sobre los restos del antiguo patio de la Mezquita y posterior cementerio, por lo que tras la queja del Cabildo y la construcción de la nueva torre, se debió buscar un nuevo espacio. En un principio se trasladaron las corridas y desfiles a Herrerías, pero su pendiente, necesidad de acotarla con gradas por los lados y la inexistencia de un palco para autoridades, motivó la decisión de edificar una plaza ad hoc.
El lugar elegido en 1687 fue el Pradillo sobre el citado río y la Acequia de Vencerol, entre la antigua muralla a la salida de la puerta de Albazares y el Hospital de Nuestra Señora de Gracia, debiendo tan sólo edificar dos de las cuatro fachadas; al este con el arco que daba acceso a la Carrera de las Monjas y el Camino de Zaragoza –demolido en el siglo XIX-; y el oeste con el Balcón Municipal y los arcos que dan acceso, uno a la ciudad, y otro al Camino de Tarazona. Los vecinos del lado norte debieron remozar sus casas y para uniformar el Hospital, se construyó un pórtico. El proyecto se amplió hacia levante para conectar la citada puerta de la Muralla con el Camino de Borja al sur; estos dos últimos accesos no se cerraron con arcos.
El presupuesto fue de 3.500 ducados y como beneficios alegados al aval de la deuda que el Consistorio tuvo que pedir al Consejo Real de Navarra, se enumeran tales como la necesidad de celebrar los festejos con dignidad, el aumento de la población, y que el abaratamiento viene porque es un terreno publico que servirá para ornato de la ciudad y financiación del Hospital debido al alquiler de los balcones. También afirmaron que las riadas no son un problema, aunque se equivocaron.
Al año de comenzar las obras, éstas se arruinan parcialmente por una crecida que no será la única que derriba parte de la Plaza. La construcción concluye para las fiestas patronales de 1691, estando las fachadas pintadas de rojo imitando ladrillo.
El edificio principal es la Casa de la Ciudad, palco de autoridades además de alojar los toriles y corrales, siendo edificado por Domingo Ducazcal y el carpintero Pedro Biniés siguiendo la traza aportada por el Ayuntamiento, quien encarga el balcón principal a Bartolomé de Elorza. Contaba con una escalera posterior para que los asistentes pudieran acceder a la misma cuando la Plaza se encontraba llena de gente. Alberga la mayor carga decorativa del conjunto, destacando las yeserías sobre los balcones y los abultados escudos municipales, además de un elaborado alero sobre niños a modo de mascarones de proa. Las pinturas actuales, Alegoría de las Artes y la Abundancia, son junto al templete del reloj, fruto de una reforma decimonónica.
La Plaza Nueva constituye todavía hoy el centro social de la localidad, salón de sus ciudadanos que disfrutan de la promoción de las artes que llevaron a cabo sus conciudadanos durante los siglos del barroco.
Plaza Nueva
PROGRAMA
Martes, 26 de agosto
Tres retablos excepcionales para tres promotores
Dña. Mercedes Jover Hernando. Museo de Navarra
Los grandes mecenas del Renacimiento, espejo de humanismo
Dña. María Concepción García Gainza. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Miércoles, 27 de agosto
En torno a los santos patronos
D. Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Patronos y mecenas de la platería de Tudela
D. Ignacio Miguéliz Valcarlos
UNED Pamplona
Patronos y patronatos en la Colegial (visita guidada)
Dña. María Josefa Tarifa Castilla. Universidad de Zaragoza
Jueves, 28 de agosto
Urbanismo y arquitectura civil
D. Carlos Carrasco Navarro. Doctor en Historia del Arte
Los prohombres de la Ilustración
D. Pablo Guijarro Salvador. Cátedra de Patrimonio y Arte navarro
Monarquía, patronos y religiosas en la Compañía de María (visita guiada)
D. Ricardo Fernández Gracia
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro