Introducción

A lo largo del siglo XVI la mayor parte de las iglesias existentes en el valle de Baztan fueron objeto de intervenciones arquitectónicas acometidas en el estilo renacentista imperante en aquel momento. Una centuria en la que se produjo una auténtica fiebre constructiva, palpable en todo el territorio navarro, favorecida por un periodo de estabilidad política, de recuperación económica y un alto crecimiento demográfico, lo que propició la reforma de los templos medievales existentes o la edificación de otros de nueva planta, bien porque presentaban deterioros en su fábrica o ante la necesidad de ampliar sus dimensiones para dar cabida a la creciente feligresía.

Estos edificios religiosos fueron construidos por maestros canteros oriundos de la zona, expertos en el corte y la labra de los sillares, con piedra procedente de las canteras del valle, quedando volteados al interior en la mayor parte los casos con bóvedas de crucería estrellada formadas por nervios pétreos de variado diseño, al igual que acontece en el resto de los templos navarros del momento, ya que el arraigo de la arquitectura tradicional dificultó la penetración de nuevas soluciones más vanguardistas.

Sin embargo, las parroquiales de Ziga, Gartzain y Lekaroz presentan una singularidad a nivel de cubiertas que no tienen el resto de las iglesias del valle, ya que voltean el espacio de la cabecera con un pétrea concha gallonada, reflejo de la sustitución de las tradicionales bóvedas nervadas de herencia tardogótica por nuevos abovedamientos de abolengo clásico. Cubrición que revela la asimilación por parte de los canteros que las ejecutaron de la tratadística arquitectónica del Renacimiento y su formación en el diseño gráfico, conocimientos y habilidades que tan sólo poseían los profesionales más cualificados, como ejemplifica Juan de Garaicoechea y Oiz.