Introducción

Las décadas centrales del siglo XVIII, entre 1725 y 1770 aproximadamente, son momentos de gran actividad constructiva en las diferentes tipologías de la arquitectura religiosa en Navarra. Fueron tiempos relativamente ricos en construcciones parroquiales -ya de nueva planta o reformadas totalmente- como lo muestran las iglesias de Irurita, Lekaroz, Azpilkueta, Enériz, Gaztelu o Santa María de Tafalla. Algo similar ocurrió con los conventos en Villafranca, Lesaka, capuchinas de Tudela, Compañía de María de la misma ciudad y Olite y con los santuarios, basílicas y capillas dedicadas a los patronos (Cascante, Virgen del Camino de Pamplona) y, por supuesto con las torres, portadas y camarines.

Estilísticamente los modelos arquitectónicos siguieron criterios de sobriedad y sencillez propias del arte conventual que seguía pesando en plantas y otros aspectos como cubiertas o número de naves. Por su parte, en la zona de la Ribera y también dentro de la tradición, en este caso por el barroco decorativo, se levantaron edificios de acuerdo con ese gusto como la capilla del Espíritu Santo en la catedral, realizada a partir de 1737 para los parroquianos de Santa María y San Julián.

No obstante y, pese a esas tendencias claramente mayoritarias y tradicionales en la austeridad o el éxtasis decorativo, contamos con unos pocos ejemplos verdaderamente barrocos, influenciados por el arte italiano e internacional. A la cabeza de todos ellos hay que mencionar la iglesia del Colegio de la Compañía de Tudela, a la que hay que añadir la cabecera de San Gregorio Ostiense, la fachada de los Remedios de Sesma, la capilla de la Virgen del Camino de Pamplona, así como algún proyecto no ejecutado como una nueva capilla de San Fermín en torno a 1759-1760. Finalmente reseñar otro proyecto irrealizado pero en este caso con planos venidos de Roma para una nueva basílica de San Ignacio alrededor de 1760.