San Rafael, protector de la comunidad

La Madre Puig y Arbeloa en su monografía sobre el convento de la Enseñanza, nos refiere así la secular devoción al arcángel, cuando trata de la fundación de la casa de Tudela y el viaje de las fundadoras desde Barcelona en 1687. La religiosas que venían a Tudela y su priora y fundadora la Madre Eulalia Argila deseaban contar con un santo protector, para lo cual escribieron "los nombres de algunos santos ángeles, y echando luego suertes sobre ellos, por tres veces consecutivas salió el de San Rafael arcángel, aunque ella hubiese querido que saliese el de San Miguel, por la mucha devoción que le tenía".

La protección del arcángel fue ininterrumpida y las crónicas conventuales relatan numerosos favores, incluido alguno en la Francesada por el que el colegio y convento se vieron libres de la depredación segura. Por tales motivos, su fiesta era la mayor de las celebradas en la Compañía de María de Tudela. Para la misa se adornaba la iglesia de manera que arrebataba "los ojos y atenciones del buen gusto". No faltaba la víspera y el día la música la capilla de música de la colegiata, buscando asimismo "un orador de mérito, que pueda hacer el elogio del santo y de su protección sobre esta casa, a satisfacción del respetable y numeroso auditorio".

Junto a pintura de Berdusán del retablo colateral, las religiosas encargaron fuera de la ciudad, posiblemente a Zaragoza o Madrid, la escultura dieciochesca del santo arcángel que se custodiaba a lo largo del año en el mismísimo camarín de la titular del templo, como lugar más especial y sagrado para tan preciado tesoro.