Introducción

El monasterio de La Oliva es uno de los más monumentales y mejor conservados del Císter en la Península Ibérica. Podremos visitar una gran iglesia tardorrománica, un bello claustro gótico radiante y flamígero, su interesantísimo conjunto de dependencias erigidas en torno a 1200 y el palacio abacial barroco. Su aspecto actual es fruto de las sucesivas campañas restauradoras impulsadas por las instituciones navarras. Tras su paso a manos privadas en el proceso desamortizador de 1835, el conjunto monumental quedó abandonado hasta que cincuenta años después fue declarado Monumento Nacional. Entonces se inició una lenta recuperación, acompañada por la reintroducción de la vida monástica en 1927.

La introducción de la Orden del Císter en el reino de Navarra fue bastante temprana. Según algunas fuentes, para 1140 una comunidad monástica seguía la regla cisterciense en el entorno de Niencebas/Fitero (entonces Castilla). Su vitalidad debió de ser extraordinaria. Cinco años después ya figura oficialmente integrada en el organigrama de la Orden, y cuenta, al menos, con dos granjas: Veruela y La Oliva. Poco después, ambas adquirirán el rango de monasterios independientes.

Desde el punto de vista artístico es mucho lo que la visita a La Oliva nos propone. La iglesia abacial, planeada en torno a 1164, va a ser contemporánea de otros grandes edificios iniciados durante la segunda mitad del siglo XII. En un radio de dos o tres jornadas de camino (entre 50 y 75 km) canteros, maestros y artesanos de toda índole se formarán y trabajarán durante generaciones en las obrerías del monasterio de Fitero, Santa María de Tudela, la catedral de Santo Domingo de la Calzada, San Pedro de Olite o el propio monasterio de La Oliva. El arte de la piedra y su construcción va a adquirir una gran brillantez. Sirva como testimonio de todo ello este fantástico rosetón, el primero de su género realizado en el reino de Navarra. Su perfección circular y bella organización radial serán una brújula perfecta para orientar nuestra visita.