Ruta por los retablos del Roncal
Introducción
as localidades que componen el Valle del Roncal han conservado un buen número de retablos que corresponden a los siglos de la Edad Moderna, en los diferentes estilos que se suceden: Renacimiento, Manierismo y Barroco. A mediados del siglo XVI los retablos ya se habían convertido en enormes máquinas que cobijaban bajo sus estructuras, denominadas por algunos maestros navarros como “edificio de arquitectura”, ciclos de pintura y escultura con temas elegidos para la catequización del pueblo, en altos niveles analfabeto. Los ejemplos conservados en el Valle son un testimonio más de cómo durante aquellos siglos, el género alcanzó su mayor grado de plenitud, en unos momentos en que los medios de difusión de la cultura eran mayoritariamente orales y plásticos.
Todos los retablos roncaleses de los siglos XVI, XVII y XVIII se realizaron en madera, generalmente de pino, material especialmente dúctil para la talla y, sobre todo, susceptible de recibir una capa de oro que los convertían en verdaderas ascuas de luz y escenografías áureas. Además, con la vibración de sus formas, lo tupido de su decoración y la multiplicidad de sus imágenes se confería a los templos de la época, casi siempre de muros rígidos, inertes y cortados en ángulos rectos, una sensación de movilidad y expansión del espacio del que estructuralmente carecían. Los retablos provocaban de ese modo un ilusionismo muy característico del Barroco, en que la dicotomía entre fondo y figura, entre superficie y realidad, quedaba sólo engañosamente resuelta.
Con el colorido y el dorado -operación en la que se empleaban panes de oro de subidos quilates- el retablo, iluminado por la luz mortecina de las velas, refulgía como una brasa en la penumbra de los templos, insinuándose a la vista del público como una aparición celestial. Al respecto, no podemos dejar de citar la elocuente frase latina que aparece en el retablo de Isaba al lado de los donantes que hicieron posible la policromía y dorado de la pieza: LUCERE FECERUNT.
El conjunto que se presenta puede servir para ver la evolución del género del retablo a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, desde el retablo del primer Renacimiento casillero con múltiple iconografía (Isaba), hasta ejemplos más clasicistas (Uztárroz) y en una etapa posterior en donde triunfa lo retórico y escenográfico, con la incorporación de movidos diseños y soportes de columnas salomónicas vestidas a la moda (Zuberoa, Garde, Idoia, Salvador de Urzainqui y Castillo de Roncal) o balaustres dieciochescos (Urzainqui y Patrocinio de Uztárroz).
Maestros de Pamplona, Tudela, Sangüesa y de las cercanas localidades aragonesas, como Sos o Uncastillo, e incluso del propio valle son los autores de los mismos, destacando los escultores de la familia Pejón en Garde, Roncal, Urzainqui y Burgui, así como los de maestros locales que tuvieron talleres en distintas localidades, como Manuel Gorri, Pascual de Lorea, Pedro José Urzainqui o Miguel Ayerdi y el dorador Joaquín Elizondo (o Joaquín Suescun de Elizondo), que dejó sus bienes a la iglesia de Garde en su testamento (1721). Las influencias aragonesas son evidentes ya sea por la llegada de artífices, o mediante el estilo de las obras, algo que resulta lógico si tenemos en cuenta la cercanía geográfica y la pertenencia a la misma diócesis de Pamplona que, entonces, abarcaba el arciprestazgo de la Valdonsella. Respecto a los promotores y su financiación, los hay de todo tipo: personas particulares, clérigos, patronatos, amén de los sufragados vía limosnas e incluso con caudales indianos.
Un rico patrimonio que habla multidisciplinarmente de historia, estética, mecenas y promotores, artistas, mensajes, iconografía, uso y función y técnicas. La arquitectura, pintura, escultura y relieves polícromos que forman el programa iconográfico de un retablo exigían un amplio repertorio de técnicas aplicadas a imitar tejidos, carnes, objetos diversos y variadas texturas, según la época y las modas, produciendo, en su conjunto, un efecto ilusionista que realza con eficacia el carácter milagroso del altar, a la vez que magnifica las dimensiones del templo.
Archivos Parroquiales de Garde, Vidángoz, Isaba, Uztárroz y Roncal
Archivo Diocesano de Pamplona. Procesos
Archivo General de Navarra. Notaría de Roncal y Procesos
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