Javier, un castillo para un Santo
Ampliación del siglo XIII. La fachada meridional
Las obras realizadas a partir de 1964 permitieron trasladar a otros emplazamientos el antiguo pueblo de Javier y el palacio ducal, dejando libre una gran explanada que sirve de ámbito acogedor de las grandes peregrinaciones religiosas –las “Javieradas”– y permite contemplar una parte muy importante de la ampliación que transformó el castillo en el primer cuarto del siglo XIII.
Delante del primer recinto (presidido por la torre del homenaje) y la basílica se suceden un conjunto de edificios de diversa factura, que forman la fachada meridional del segundo recinto del castillo. A la izquierda, la torre del Cristo, redondeada en su extremo, marcaba el final del castillo tal y como fue concebido en esta ampliación. Su aparejo de mampostería es el que mejor reproduce los muros originarios del castillo. Una torre de similar factura y dimensiones cerraba por la derecha el cuerpo oriental del castillo, pero fue sustituida en el siglo XV por otra de mucha mayor envergadura y formas geométrica, la torre de Undués.
En el centro sobresale un cuerpo poligonal, coronado por almenas y matacanes en sus ángulos, elementos de defensa que siempre conservó, incluso en los momentos de mayor deterioro del castillo, como acreditan las fotografías de finales del siglo XIX. La iluminación del interior se logra hoy mediante dos grandes ventanas con rejas de principios del siglo XVI (a las que siguieron más tarde otras cuatro, eliminadas en la segunda restauración), pero probablemente en época medieval no pasaban de ser saeteras o ventanas estrechas. El muro actual, recubierto de sillarejo, es fruto del arreglo de la mampostería originaria en la primera restauración del castillo a finales del siglo XIX.