Javier, un castillo para un Santo
Escudos de los linajes en la puerta de entrada
La puerta principal del castillo es la tercera que hay que atravesar para entrar en el edificio. Está situada en el cuerpo oriental, reedificado, como la vecina torre de Undués, en el siglo XV. En la primera restauración se unificó su recubrimiento, hasta lograr una fachada de sillarejo bastante uniforme. Defendida en altura por un gran matacán, inserto en una línea de almenas y sustentado por cuatro modillones, la puerta responde a los criterios estéticos imperantes en el último tercio del siglo XV. Tiene tres metros de altura y está formada por un arco ojival de gran dovelaje, compuesto por trece sillares. Una saetera lateral, en el vecino polígono sur, protege la puerta.
Está coronada por un bajorrelieve rectangular de piedra arenisca que alberga los escudos del castillo y de los dos linajes que lo restauraron en la segunda mitad del siglo XV y primeros años del XVI. Preside en el centro el escudo originario de Javier, perteneciente a la familia Aznárez de Sada, propietarios del castillo desde 1237. Sobre campo de gules, una medialuna creciente volteada de plata con orla jaquelada de dos tiras de oro y sable (negro), situada sobre una faja jaquelada de tres tiras de oro y sable, asentada en campaña (suelo) de plata.
A ambos lados del escudo central dos ángeles con las alas extendidas pregonan la excelencia del linaje de Javier y dan paso a los escudos laterales en los que, sin perder su posición privilegiada, inserta y recibe a los dos linajes que lo renuevan. A la izquierda (derecha del espectador) las armas de Javier alternan en un cuartelado con las aportadas por Martín de Azpilcueta, que como hidalgo baztanés utilizaba el jaquelado de plata y sable (negro) y en su condición de marido de Juana Aznárez de Sada desde 1463 inició la reconstrucción del castillo. A la derecha (izquierda del espectador), las armas de Javier alternan en cuartelado con las de Juan de Jaso, señor de Javier por su matrimonio con María de Azpilcueta (1484), que culminó la reconstrucción y modernización del castillo durante dos décadas: en campo de plata, árbol de sinople (verde) con jabalí al natural brochante (superpuesto). La combinación del escudo de Javier con los de Jaso y Azpilicueta tenía una carga simbólica. Javier renacía de sus cenizas gracias al esfuerzo de dos familias cuyos blasones dejaban recuerdo de ello en los muros del castillo, aunque reconociendo el superior rango del blasón originario, destinado a integrarlos. Otro tanto ocurrirá con los apellidos de sus descendientes. Tanto el heredero del castillo –Miguel– como el santo –Francisco–, acabarán siendo “de Javier”, relegando el apellido paterno.