Itinerario Teresiano en Pamplona
En la catedral: un relieve y un lienzo de Carlos Berdusán
La catedral conserva dos imágenes de la santa, una en un relieve en el retablo de la Santa Catalina y otra en un lienzo de comienzos del siglo XVIII. La primera se ubica en una de las calles del retablo de Santa Catalina, que contaba con antiquísima cofradía. En 1683 el cabildo, a propuesta del prior, acordó, “nemine discrepante”, aplicar la distribución de la comida al nuevo retablo de Santa Catalina que se iba a realizar por estar muy malparado el antiguo. En 1686, se contrató el retablo con Miguel de Bengoechea y José de Munárriz, siendo el primero con salomónicas del templo. Su policromía corrió a cargo de Juan de Munárriz en 1690. Junto a santos de secular culto en Pamplona y en el cabildo, como la Magdalena, el mítico San Babil o los Inocentes, se incluyeron otras iconografías más en sintonía con los nuevos tiempos, como la Purísima Concepción, en un siglo por antonomasia inmaculista, Santiago a caballo y la santa en actitud de escribir con el hábito carmelita, inspirada por el Espíritu Santo y en actitud arrobada, siguiendo una praxis de los siglos XVII y XVIII.
El lienzo, firmado y fechado en 1701, representa a la santa extática y también en su tipo como escritora mística ante un bufete vestido con rica tela carmesí. Se trata de una de las escasísimas obras firmadas y fechadas por Carlos Berdusán junto a otro de San Juan Bautista de la misma catedral de Pamplona. En ambos se evidencia cómo Carlos copió el estilo de su padre, Vicente Berdusán, prolongando los esquemas de su taller en los primeros años del siglo XVIII. Carlos Berdusán nació en Tudela en 1668, fue pintor, realizó algunos trabajos para el ayuntamiento de Tudela y contrajo matrimonio con Francisca Labastida en 1697, tras el fallecimiento de su padre. La madre de Carlos y viuda de Vicente Berdusán había donado a su a su hijo los “bosquejos y dibujos de los que quedaron por muerte del dicho Vicente de Berdusan, su padre, propios de su mano y de la de Carreño”. El dato no puede ser más esclarecedor de la relación de Vicente con Juan Carreño de Miranda y del valor que se daban en aquellos momentos a los dibujos de aquel maestro y del propio Vicente Berdusán.
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