El monumento conmemorativo en Pamplona
Monumento a Pablo Sarasate
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Autor: Eduardo Carretero.
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Materiales y técnica: Bronce y piedra.
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Medidas: Figura de bronce: 220 cm; Altorrelieve en piedra: 248 x 175 cm.
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Ubicación: Parque de la Media Luna.
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Fecha de instalación: 26 de abril de 1959 (inauguración).
En 1959, Pamplona rendía homenaje a uno de sus hijos más preclaros, el violinista Pablo Sarasate (Pamplona, 1844-Biarritz, 1908), cuya brillante carrera le llevó a triunfar por toda Europa y América, siendo considerado, junto a Paganini, como el mejor concertista de su instrumento. Con tal motivo, el Ayuntamiento de la ciudad promovió un monumento en su honor, en sustitución del levantado en 1918 en los jardines de la Taconera, que pasó a dedicarse al músico y compositor burladés Hilarión Eslava.
El autor del proyecto fue el arquitecto Cándido Ayestarán, en tanto que la estatua en bronce del violinista pamplonés y los relieves alegóricos de la parte posterior del monumento se deben al escultor granadino Eduardo Carretero, muy vinculado por aquel entonces a la capital navarra a través de Félix Huarte, quien le había encomendado la decoración escultórica de la parroquia de San Francisco Javier proyectada por Miguel Gortari.
El monumento consta de una estructura arquitectónica de piedra de la que forman parte tres columnas y un bloque compacto que acoge en su reverso un altorrelieve inciso con dos figuras alegóricas: una sentada, tocando la lira, y la otra en pie, ataviada con cota de malla, con un rollo en su mano derecha, y espada y cadenas en su izquierda. En el frente principal se dispone la estatua en bronce de Pablo Sarasate de cuerpo entero, elegantemente ataviado y en pose solemne. El violinista pamplonés aparece representado en edad intermedia, coincidiendo con la plenitud de su carrera, con su característico bigote y abundante cabellera que casi le cubre las cejas; sujeta con su mano izquierda el violín, en tanto que porta en la derecha el arco que apoya en el suelo. Carretero evidencia su capacidad para captar la personalidad del personaje, al que dota de verismo y casi vida en su gesto natural con el violín. Sin embargo, en los relieves en piedra de la parte posterior se muestra más rotundo, avanzando hacia una obra de carácter expresionista de renovado vigor.
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AZANZA LÓPEZ, J. J., El monumento conmemorativo en Navarra. La identidad de un Reino. Col. Panorama, nº 31, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2003.
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AZANZA, J. J., MURUZÁBAL, J. M., URRICELQUI, I. y ZUBIAUR, F. J., Guía de escultura urbana en Pamplona, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 2009.