Urbanismo y arquitectura doméstica

El núcleo histórico de Ororbia se levanta a los lados del antiguo camino real entre Pamplona y el valle de Echauri, que describe dos curvas para salvar el desnivel. El otro elemento configurador del espacio urbano es la plaza del Sol, secular punto comercial y de reunión, donde en 1920 se levantó un frontón.

En la arquitectura doméstica es común el empleo de sillarejo o mampostería, con las esquinas y vanos reforzados con piedra bien labrada, algo visible hoy en día pues muchas fachadas han prescindido de su enlucido original. En el pasado fue habitual el adobe, sobre todo en paredes posteriores y laterales, aunque perviven pocos casos. La tipología de fachada más representativa, ya sea en construcciones exentas o adosadas, presenta tres niveles: planta baja con portalón de acceso normalmente con forma de arco de medio punto compuesto por potentes dovelas de piedra, planta principal con ventanas adinteladas de tamaño mediano, y ático con pequeños vanos cuadrados en correspondencia con los del piso principal. La distribución de los huecos es uniforme, sin más concesiones ornamentales que las repisas molduradas que realzan las ventanas del primer piso.

Un itinerario por las principales casas de Ororbia puede partir desde la cabecera de la iglesia hacia el sur, por la calle San Julián, donde se encuentra lo que subsiste de la “casa del boticario”: el muro central con un arco de ingreso, en cuya dovela clave hay inscripción con la fecha de 1567. Aquí vivieron los boticarios de la Cendea de Olza desde finales del siglo XVIII. A continuación se levanta una excelente construcción que se ajusta a la tipología definida líneas atrás. Sobre la ventana central tiene una inscripción que dice: “EL AÑO DE 1785 HIZO EDIFICAR ESTA CASA JOAN JOSÉ DE BIDAURETA”. Las mismas trazas se repiten calle abajo en la conocida como “casa del cortador”, a la que se podría asignar una cronología similar.

La “casa del mayorazgo” acoge desde 1916 el Ayuntamiento de la Cendea de Olza. Su arquitectura refleja la prosperidad alcanzada por el linaje de los Satrústegui a raíz del matrimonio de Joaquín Ramón de Satrústegui con Donata Baráibar, heredera del riquísimo mayorazgo fundado por Gabriel de León, librero e impresor madrileño del siglo XVII, compuesto por cuantiosos bienes en la capital. El grandioso proyecto, iniciado en 1831, requirió emplear el solar de la casa nativa más otro edificio contiguo. El resultado es un bloque de gran desarrollo horizontal, marcado por el saliente alero superior y la rítmica sucesión de grandes ventanales con balcón en el primer piso. El alzado repite el consabido esquema de tres niveles pero en una solución más monumental, con el nivel inferior de sillar bien labrado y el piso noble dotado de balcones. Originariamente la fachada estuvo adornada por el escudo familiar. Esta casa perteneció a Nicasio Zabalza Satrústegui (1828-1900), una prominente figura política del carlismo navarro.

En el lado norte de plaza del Sol se levanta la posada, que desempeñó la función de hospedar y alimentar a los forasteros que pasaban por Ororbia entre 1662 y 1854. Su aspecto actual data de 1798, cuando el concejo derribó el viejo edificio de adobe y lo sustituyó por uno de mampostería, cuyas tres alturas aparecen marcadas mediante impostas lisas. A continuación se encuentra la única casa blasonada que queda en el pueblo. Luce dos escudos con yelmo por timbre, uno del siglo XVII, sobre cartelas de cueros retorcidos, y otro del XVIII, enmarcado por rocallas, que se ha identificado con el linaje de los Aldaz.

Detrás del frontón, si seguimos hacia el oeste por la calle del Sol, en el número 11 se emplaza la conocida como “casa Ezcurra”. Es la que mejor representa el tipo de construcción característico de Ororbia, al conservar también el enlucido y unas sobrias rejas en las ventanas del nivel inferior, tal y como debió de ser habitual en el pasado. Si del frontón seguimos hacia el sur por la calle Mayor, en el número 7 perdura una ventana geminada de tradición tardogótica sobre el portalón de entrada. Al otro lado está “casa Artieda”, muy transformada, que se asemejaba a la “casa del boticario”, cuya construcción data del siglo XVI. La calle Mayor desemboca en la encrucijada de caminos que precede al puente. A un lado de la carretera se alinean una serie de fachadas que ofrecen una pintoresca variedad dentro de las pautas generales que definen la arquitectura local, destacando por su desarrollo horizontal la casa que ostenta el letrero cerámico con el nombre del pueblo.