Allo, una de las casas más antiguas del Viejo Reino

Dentro de las casas consistoriales que se han conservado en Navarra, la de Allo es una de las más antiguas e interesantes, pues tras Lumbier y Sangüesa es la más antigua de Navarra y la única que conserva íntegra toda su fachada.

Preside el frente mayor de la Plaza de los Fueros y fue construida en el último cuarto del siglo XVI con piedra de sillar, en los vanos de las puertas y en las esquinas, y mampostería estucada en el resto. El edificio forma un gran bloque prismático de grandes proporciones, alineado a viviendas por un extremo y exento al otro, que da a la Calle Carnicerías.

De estilo renacentista, está formado por dos cuerpos superiores de igual altura y un ático bajo, asentados sobre un pórtico de cinco arcos rebajados, dos frontales y uno lateral que montan sobre pilares. La fachada refleja perfectamente, por medio de las impostas que la recorren y los vanos, la articulación interna del edificio.

A través de las citadas arcadas, se accede a un porche cubierto con pequeñas bóvedas que dan paso a cinco accesos, dos de ellos modernos. El piso principal destaca por sus cinco vanos rectangulares, los laterales con sencillas barandillas de forja y el central con un largo balcón corrido en saledizo sobre doble repisa de piedra, provisto también de sus correspondientes herrajes. Dos arcos también de hierro delimitan el espacio principal, reservado para las máximas autoridades.

Algo descentrado hacia la izquierda y rompiendo la imposta, preside el conjunto un elegante escudo con las armas de la villa, con cartela de cueros retorcidos, encuadrado por pilastras y rematado en frontón triangular timbrado con corona. Incorpora la siguiente inscripción: “AÑO 1575 INEXPUGNABLES”. A ambos lados del frontón se incorporan los bustos, con yelmos emplumados de Aníbal y Escipión, protagonistas de la última de las Guerras Púnicas, y dos de los más afamados generales de la Antigüedad. Es el tema de los “capitanes enfrentados”, que a partir del poema de las “Púnicas” surge en el arte del Renacimiento. La dualidad entre la figura del joven y apuesto capitán romano, suma de todas las virtudes, frente al malvado y brutal capitán cartaginés se repitió hasta la saciedad pero con numerosas variaciones locales que representaban otras circunstancias políticas, como la resistencia ante Castilla.

En el segundo piso se abrieron cuatro ventanas rectangulares, y en el ático, otras cinco más pequeñas que las anteriores, alineadas con los balcones y los arcos. Corona la fachada un alero volado de madera sobre canes del mismo material.