Joyería

Más reducido es el capítulo de joyas integradas en el ajuar del Santo, aunque todas ellas de excelente calidad, que no son sino reflejo de lo que existió, ya que la documentación de la capilla nos habla de numerosas piezas, entre ellos pectorales de oro engastados con rubíes o amatistas, manecillas de perlas, sortijas de oro engastadas con diamantes, esmeraldas o rubíes, o cadenas y cordoncillos. De todo ello sólo ha llegado hasta nosotros la cadena de oro con el pectoral de esmeraldas enviado por don José de Armendáriz en 1730, piezas ya reseñadas en la ficha correspondiente al legado Armendáriz, una cadena de oro regalada en 1757 por don Nicolás de Urtasun, y una sortija con una esmeralda, mandada desde Popayán, actual Ecuador, por don Juan Antonio de Zelaya en 1775.

La cadena de oro fue regalada en julio de 1757 por don Nicolás de Urtasun, comerciante pamplonés perteneciente a la nobleza no titulada, en cumplimiento de una promesa que le había hecho al Santo si se curaba de una enfermedad. El Regimiento agradeció a Urtasun tan rico donativo con la celebración de una misa, como venía siendo costumbre hacer con los legados recibidos, con repique de campanas, a la que sin embargo advertía que no acudiría la corporación. Igualmente mandó incluir la cadena entre las alhajas del Santo y asentarla en el inventario de bienes del mismo, para lo cual se llamó al platero Francisco Montalbo para que tasase y pesase la cadena. Este maestro declaró que se trataba de una pieza abundante en oro, con un peso de quince onzas y cuatro ochavas y media, compuesta de ciento cinco eslabones formados por cuatro piezas de filigrana cada uno. La cadena en la actualidad presenta ciento tres eslabones, con unas medidas de 180 centímetros aproximadamente, compuesta por eslabones formados por cuatro placas montadas al aire, de perfil ovalado moldurado e interior con motivos de eses en filigrana de oro. En la parte inferior y superior, a modo de casquetes, presenta cuatro brazos semejantes a imperiales, que se unen a la moldura en cuatro pequeñas bolas. Esta cadena se incluyó, junto a plata del Ayuntamiento y de la Diputación, dentro de los objetos que el Regimiento pamplonés dio como señal del pago de un préstamo solicitado a Pedro Miguel Alcatarena, para hacer frente a un empréstito exigido por el ejercito francés en 1813, durante la guerra de la Independencia. En caso de no ser devuelto dicha préstamo, Alcatarena se quedaría con los objetos empeñados, que pasarían a ser de su propiedad. Posteriormente el presbítero sacristán mayor de San Lorenzo solicitó a Alcatarena que prestase dicha cadena con objeto de que la usase el Santo en una solemnidad a celebrar en noviembre de ese mismo año, pasada la cual se comprometían a devolverla. Sin embargo después de celebrada la función, la Obrería de San Lorenzo se hizo con la cadena negándose a devolverla aduciendo que era propiedad del Santo. Hubo que recurrir a la justicia, quien dio la razón a Alcatarena, obligando a la Obrería de San Lorenzo a devolver la cadena, que posteriormente fue recuperada por el Ayuntamiento y reintegrada nuevamente al tesoro de San Fermín.

Finalmente, la sortija con una esmeralda fue regalada en 1775 por don Juan Antonio de Zelaya y Vergara (1712-1776), quien la envío desde Popayán, con el ruego de que el Santo la luciese en la procesión de su festividad, a lo cual accedió el Ayuntamiento, quien también agradeció el donativo. Don Juan Antonio fue gobernador militar de Guayaquil entre 1763 y 1771, y gobernador de la provincia de Popayán a partir de 1771. Presenta aro de media caña labrado que se ensancha progresivamente hacia el frente, en el que se sitúa un chatón rectangular, con el reverso cuartelado y estriado, con una esmeralda talla tabla engastada en caja alta, con garras en los ejes, y moldura almenada en la parte inferior, que mediante cuatro ces se asienta sobre los hombros, calados y con decoración de elementos en forma de eses, mientras que la parte inferior del aro presenta una cenefa de ochos.