Tesoro de San Fermín
Por Ignacio Miguéliz Valcarlos
Legado Armendáriz
Uno de los donativos más fabulosos de los entregados a San Fermín lo constituye las piezas enviadas desde Lima por don José de Armendáriz y Perurena, Marqués de Castelfuerte y Virrey del Perú. Dicho legado está compuesto por cinco bandejas y dos grandes jarras de plata, y por un juego de cadena de oro y pectoral de oro y esmeraldas, todo lo cual se conserva hoy día. Probablemente el germen de esta donación esté en la carta enviada por el Ayuntamiento a los vecinos residentes en otras ciudades y reinos solicitando su ayuda para terminar las obras de la capilla, ya que el mismo Castelfuerte había reunido 4.000 pesos de plata doble columnaria entre los navarros avecindados en Perú como ayuda para la construcción de la misma. La cadena y el pectoral se tasaron en 1925 en 17.000 pesetas, mientras que cinco años más tarde, en 1930, todo el conjunto se estimó en 29.241 pesetas.
Efectivamente, el siete de enero de 1730 el Mariscal de Campo don Francisco de Armendáriz solicitó ser recibido por el Regimiento de la ciudad, que se hallaba en esos momentos reunido, y en su presencia uno de los regidores, don Miguel de Ibero, comunicó una carta del hermano del Mariscal, el marqués de Castelfuerte y Virrey del Perú, en que participa "remite por mano de su hermano para el Glorioso San Fermin, un Pectoral de oro guarnecido con veinte esmeraldas, y una cadena de la misma materia, cinco fuentes de plata y dos Jarrones de plata", todo ello por la devoción que el virrey sentía por San Fermín. El Regimiento, en acción de gracias por tan generosa dádiva, decidió celebrar al día siguiente en la capilla del Santo una misa con Te Deum, con acompañamiento de música y la cera necesaria para iluminar los altares, asistiendo a la misma en cuerpo de corporación, acompañada de muchos ciudadanos, volviendo al ayuntamiento tras finalizar la misa de la misma forma.
Las bandejas presentan perfil circular, todas ellas con botón circular central en el que se inscriben grabadas las armas heráldicas de don José de Armendáriz, primero y cuarto dos torres, y segundo y tercero dos vacas, enmarcadas por una rica panoplia de banderas y trofeos militares. Cuatro de las fuentes hacen pareja dos a dos, mientras la quinta está suelta. La primera pareja presenta orilla plana separada del borde ondulado mediante una gruesa moldura, campo cóncavo y asiento bulboso. Recubre toda la pieza una tupida decoración vegetal de gran carnosidad, que en el campo se distribuyen en sendas bandas concéntricas formadas por elementos bulbosos y conopiales que inscriben los flores, capullos florales y aves, y que rodean el asiento convexo. La segunda pareja de bandejas se articula por medio de una orilla plana con borde moldurado y campo cóncavo con emblema convexo. Recubre toda la superficie una rica decoración de elementos vegetales situados de manera radial y compuestos por roleos vegetales con hojas y frutos dispuestos de manera simétrica en torno a estilizados tallos. Finalmente, la última de las bandejas presenta orilla y campo con decoración de gallones cóncavos, y emblema convexo enmarcado por una cenefa de elementos vegetales, en la que la riqueza de la misma viene dada por el juego de curvas de su superficie y los efectos cromáticos y lumínicos que esto produce, y no por la profusión de elementos vegetales que vemos en las otras cuatro piezas.
Mientras los jarros constituyen obras de singular relevancia, tanto por la rareza de su tipología como por la riqueza de sus formas y finura de su ejecución. Se articulan por medio de una base circular tripartita, con un cuerpo convexo entre sendos zócalos rectos. Sigue el recipiente de perfil mixtilíneo, con la parte inferior estrangulada, cuerpo convexo y cuello cilíndrico con boca ondulada de perfil quebrado con pico vertedor alabeado. Presenta asa en forma de ce, y frente a ella, bajo el pico vertedor, una figura de sirena alada con extremidades fitomorfas. Recubre toda la superficie una rica decoración de roleos vegetales, flores y veneras, que en los laterales del recipiente rodean sendos tondos ovales de perfil perlado, con las armas heráldicas del marqués de Castellfuerte grabadas, enmarcadas por dos angelotes.
Finalmente, forman parte del legado del marqués de Castelfuerte una cadena de oro y un pectoral de oro y esmeraldas. La cadena se articula por medio de dos modelos de eslabones, ambos compuestos por dos placas convexas de oro, caladas y recortadas, el primero de ellos tetralobulado con decoración de elementos geométricos, y el segundo en molinete, que se unen entre sí mediante asas al bies. Una cadena similar a ésta se conserva en el tesoro de Santa Ágata de la catedral de Catania, Sicilia. Mientras que el pectoral esta compuesto por una cruz latina engastada en el frente anterior con veinte esmeraldas talla tabla, con los remates formados por esmeraldas dispuestas en losange, el de la parte inferior de mayor desarrollo, con varias esmeraldas en tablero, y con el perfil de las terminaciones recorrido por una crestería de ces, sustituida en los brazos por una moldura sogueada. Por el reverso presenta una decoración de roleos y elementos vegetales dispuestos de manera simétrica a candelieri sobre un fondo de retícula. Piezas similares a ésta son una cruz donada a la Virgen de Guadalupe en 1692 por don Antonio de Guzmán, Obispo de Segovia, o la perteneciente al tesoro de la Virgen de Gracia de Carmona.
El donante de estas obras, don José de Armendáriz y Perurena, marqués de Castelfuerte, fue caballero del Toisón de oro y Comendador de Chiclana en la de Santiago, capitán general de los reales ejércitos y teniente coronel de las guardias españolas, siendo virrey y capitán general del Perú entre 1724 y 1736. Este personaje, junto a las piezas donadas a San Fermín, realizó legados a otras imágenes de la capital, como a las Vírgenes del Sagrario y del Camino a las que regaló dos lámparas de plata y una cadena de oro a cada una, en el primero de los casos en respuesta al envío por parte del cabildo catedralicio pamplonés de unas estampas y unas medallas de la Virgen, que habían sido encargadas en Roma por el arcediano de la Cámara, don Pascual Beltrán de Gayarre. También contribuyó al alhajamiento del convento de la Encarnación de Corella, adonde envió, además de cantidades en metálico, piezas de plata e igualmente costeó la realización de varios retablos. Gracias a su testamento conocemos también varias alhajas manejadas por este personaje, así, vinculó sus bienes a dos mayorazgos, al principal de los cuales, a cuyo frente puso el título de marqués y el palacio pamplonés, añadió, entre otras cosas, un toisón de oro de tres piezas, esmaltado, con sesenta y siete diamantes y cuarenta y siete rubíes, valorado en algo más de 75.000 reales, un espadín de oro con trescientos sesenta y un diamantes y un bastón con puño de oro con otros ochenta y cinco diamantes, a lo que habría que sumar piezas de plata con un peso aproximado de mil quinientos marcos.
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