Santuario de Nuestra Señora de Codés
Por Pilar Andueza Unanua
La torre y el camarín
A lo largo de la segunda mitad del siglo XVII se documentan diversas ideas y proyectos destinados a la ampliación y adorno de la fábrica de la iglesia. Sin embargo, y a pesar de haber sido ordenados por los obispos de Calahorra-La Calzada, diócesis a la que pertenecía el santuario, no se llevaron a cabo. Por el contrario, fue durante buena parte del siglo XVIII cuando se desarrollaron destacadas obras, centradas especialmente en el camarín y la torre, que envolvieron el templo por la cabecera y el lado de la Epístola. Debemos situar la fecha de partida de esta ampliación en 1713, momento en el que el visitador del obispado ordenó, una vez más, la construcción de un camarín, una fachada y, si sobraban fondos, una torre. Se contrató para ello al cantero Francisco de Ibarra. Las obras fueron prolongándose en el tiempo y así sabemos que para 1724 la torre se había erigido hasta el segundo cuerpo y el camarín había alcanzado el nivel de la cornisa. Llegado 1733 y fallecido Ibarra, su viuda cedió las obras al también cantero Francisco de Sarasúa. Para 1748 estaba finalizado el camarín, si bien la torre no se terminaría definitivamente hasta 1761, tal y como consta en un sillar de su basamento.
De planta cuadrangular, la torre, de carácter clasicista, presenta un fuste prismático con basamento y tres cuerpos articulados por pilastras y separados entre sí por entablamentos y cornisamentos moldurados. Cada cuerpo se abre al frente a través de vanos que reciben distintos tratamientos. Así, se suceden de abajo hacia arriba una sencilla ventana enmarcada por una cinta plana, otra de mayor tamaño con enmarque de orejetas coronada por un frontón triangular sobre ménsulas y, finalmente, en el cuerpo de campanas, un vano de medio punto rematado por un frontón semicircular avolutado partido.
De gran interés, y totalmente ligado a diseños de arquitectura civil barroca, resulta el cuerpo que se adosa a la iglesia tras la cabecera y cuyo interior se corresponde con el antiguo camarín, hoy convertido en sacristía. Su construcción de buena sillería pertenece a la citada fase dieciochesca, por lo que conecta física y estilísticamente con la torre. Consta al exterior de dos niveles articulados verticalmente a través de pilastras. El inferior se abre a través de una triple arcada frontal que apea sobre robustos pilares. Destaca el juego de las dovelas cajeadas de los arcos de medio punto que confieren al conjunto gran barroquismo y plasticidad. En el segundo nivel prima el muro. En él, a plomo con los arcos inferiores, se abren vanos rectangulares enmarcados por orejetas.
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