Colegio de los Padres Escolapios

Proyecto: octubre 1928

Comienzo clases: enero 1932

Ubicación: C. Olite, 1 / C. Leyre / C. Arrieta

Los Padres Escolapios desarrollaban una labor docente en Pamplona desde 1894 en su colegio del paseo de Sarasate, en el que cursó la enseñanza primaria el propio Víctor Eusa. La compra en 1928 del inmueble por el Ayuntamiento para el desarrollo del II Ensanche obligó al cambio de emplazamiento a la comunidad religiosa, que adquirió una manzana completa junto a la nueva Plaza de Toros, entre las calles Olite, Arrieta, Leyre y Aralar, y encomendó el proyecto a su antiguo alumno.

La planta se organiza en torno a un eje de simetría perpendicular a la fachada principal orientada hacia la calle Olite, con la presencia de la capilla en el centro como eje rector del conjunto, repitiendo así el esquema teocéntrico de otros edificios como la Casa de Misericordia y los Paúles. Los accesos se desplazan a las esquinas para descongestionar la entrada principal y reducir los recorridos desde el exterior hasta las aulas, al conectar con las escaleras de acceso a los pisos superiores. De esta manera, el equilibrio de la planta simétrica se ve alterado por la tensión que introducen las diagonales de las esquinas, a las que Eusa otorgará un claro protagonismo en la configuración volumétrica del exterior y que dotarán al edificio de su imagen característica.

Es precisamente el tratamiento exterior de Escolapios el que mejor evidencia la madurez del estilo expresionista del arquitecto pamplonés, tanto en el uso de materiales como en el repertorio ornamental, en el que se aprecian influencias del arquitecto austríaco Otto Wagner y del neerlandés W. M. Dudok.

El protagonismo de las esquinas, rasgo común a la mayor parte de sus edificios del Ensanche, confiere dinamismo al edificio y dota de personalidad propia al cruce de calles. Destaca la esquina entre las calles Olite y Arrieta que mira hacia el espacio abierto de la Plaza de Toros, en la que se levanta una torre cuya ligereza y verticalidad remiten a la arquitectura gótica. Su construcción en hormigón y la tensión ascensional que introduce el adelgazamiento de los pilares recuerda a los proyectos de los hermanos Auguste y Gustave Perret (iglesia de Notre-Dame-de-la-Consolation, en Le Raincy, 1923), con ecos igualmente de Frank Lloyd Wright. La estilizada aguja del coronamiento incorpora la imagen del arcángel san Miguel, bajo cuya advocación iba a quedar el nuevo colegio, realizada por Ramón Arcaya.

El uso de la torre como reclamo visual alude a una tradición urbanística cuyo origen se remonta a la ciudad medieval. De esta forma, la torre de Escolapios se entiende en términos de continuidad histórica con las torres de las iglesias de San Saturnino y San Nicolás, integrándose plenamente en el perfil pamplonés y generando un diálogo urbano de indudable plasticidad. Asimismo, la conexión visual de la torre con la Plaza de Toros manifiesta la intencionalidad de Víctor Eusa de vincular la imagen de san Miguel a los festejos taurinos, sellando así la dualidad sacro-profana del ritual de la fiesta.

En conclusión, Víctor Eusa proyectó en el Colegio de Escolapios una obra maestra del expresionismo español por la forma en resolver las exigencias del programa, su capacidad de integración y representatividad en el entorno urbano, su diálogo con la Pamplona medieval y su valor como símbolo cultural, todo lo cual le otorga un notable valor artístico.