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Basílica de San Ignacio de Loyola

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La basílica y su financiación

Pese a la crisis de las décadas centrales del siglo XVII, la construcción de santuarios, especialmente marianos, fue relativamente importante. A diferencia de aquellos, supervisados por sus correspondientes patronos y trazados por los maestros de la tierra, el santuario ignaciano de Pamplona fue inspeccionado por los jesuitas, que contaron entre sus miembros con tracistas y arquitectos de toda solvencia, amén de excelentes administradores.

Existe una rica correspondencia entre el padre Juan de Ribadeneyra, procurador de los jesuitas para los asuntos de Indias, y el padre Baltasar López († Pamplona, 1670), muy relacionado con la Diputación del Reino por haber sido su agente en el pleito del copatronato. Sabemos, asimismo, que los jesuitas andaluces, encargados de recoger el dinero que llegaba de Indias, propusieron en 1662 la erección de un triunfo, similar al de la Inmaculada en Granada, obra de Alonso de Mena (1628-1631). Los pamploneses, anclados en la tradición, sugerían un humilladero. Desechadas ambas ideas, se pasó a planificar el edificio, en el que intervino el hermano Alonso Gómez, residente en Génova, a fines de 1668, concretando con el padre López la disposición, con una planta longitudinal combinada, cubierta por bóvedas de cañón con lunetos y cúpula.

Tal y como hemos indicado, la primera cantidad llegó desde la Provincia jesuítica de Perú, en donde se recolectaron 2.000 pesos. Destacaremos igualmente los 500 pesos remitidos desde Indias por el padre Hernando de Labayen, natural de Berrioplano, que también mandó legados de plata para la Virgen de Codés. Asimismo, sobresalen los 500 ducados entregados por el prior de la catedral, don Juan de Echalaz, así como los donativos del futuro provincial de Castilla, el padre Antonio Carabeo, de don Martín de San Martín, contador de azogues y tributos de la Nueva España, o el sueldo de historiador del reino que aportó el padre Francisco Alesón. Al final, cuando los fondos se agotaron, el rector del colegio de Pamplona, el padre Ignacio Zabala, pidió el “sueldo de capitán de san Ignacio” para aplicarlo a la fábrica.

El mencionado rector pedía “que se libre y pague perpetuamente un sueldo de capitán reformado, en la forma de los demás que sirven en este presidio”, teniendo en cuenta que el santo “defendió el castillo de esta ciudad… donde fue herido y tuvo principio el haberse consagrado… a la mayor Gloria y honra de Dios, para cuyo fin fundó la Compañía de Jesús”. El virrey contestó afirmativamente, ordenando pagar

su sueldo en la forma de los demás que sirven en este presidio, cuya porción se ha de entregar al padre rector que es y en adelante fuere de la casa de la Compañía de esta ciudad, para continuar en la obra de la capilla o ermita que está fabricando en la puerta de San Nicolás, y después de fenecida esta, se aplicará este sueldo al sustento de dos pobres.

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aula_abierta_itinerarios_32_bibliografia

Archivo Diocesano de Pamplona. Gobierno de la Diócesis. Secretaría de Cámara. Cajas 293, 294, 295, 296 y 297.

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