Basílica de San Ignacio de Loyola
Por Ricardo Fernández Gracia
La imagen titular
La imagen que preside el retablo no corresponde a la cronología de este último, sino que es justamente un siglo anterior. Procede, como la que se conserva en la catedral de Pamplona, del Colegio de la Anunciada de la capital navarra.
Con toda seguridad, se llevó a la basílica para presidirla junto al retablo del mencionado colegio jesuítico, para la inauguración en 1694. Aquel retablo –hoy en la parroquia de Azoz– realizado hacia 1632, contenía un ciclo ignaciano con cuatro escenas que acompañaban a la escultura. Esta, sin duda alguna, fue importada desde talleres vallisoletanos y es una copia de la imagen que hizo Gregorio Fernández para el colegio de Vergara en 1614. El colegio pamplonés trajo desde la capital castellana diversas imágenes en el siglo XVII, algo que no nos ha de extrañar ya que, en Navarra, una vez terminado el ciclo del romanismo y sus epígonos, la plástica adoleció de calidad y los buenos conjuntos llegaron de Madrid y Castilla. Concretamente, sabemos que la Inmaculada, que hoy preside el vestíbulo del Seminario de Pamplona, procede de los jesuitas y fue traída de Valladolid en 1681, junto a una cabeza y manos para otra imagen vestidera, la Virgen del Buen Consejo, para el colegio. Con el mismo destino llegaron de la capital castellana una cabeza y manos para la figura de san Ignacio en 1675, y en 1672 varias cabezas y manos de santos jesuitas para la procesión que se organizó con ocasión de la canonización de san Francisco de Borja.
El tipo iconográfico depende del que Gregorio Fernández hizo para Vergara en 1614, tal y como se ha señalado, según uno de los modelos de gran fortuna creados por el escultor vallisoletano. Respecto a la repetición del esquema de su rostro, hemos de recordar lo expuesto por el padre Hornedo, al señalar la existencia de una mascarilla del santo en Valladolid, de la que dio cuenta el mismísimo Francisco Pacheco. Naturalmente, el escultor animó el rostro rasurado y muerto del santo, representándolo en plena madurez, en una estatua de mediana estatura, sosteniendo con la mano derecha el IHS, imán de sus ojos al que dirige la mirada. El antebrazo izquierdo no está doblado para sostener una maqueta, como ocurre en otras ocasiones, sino que se deja caer a lo largo del cuerpo portando con la mano el libro de las constituciones. Otra característica de la escultura, en sintonía con lo que hace con otros santos el célebre escultor, es terciar el manteo con pliegues abultados. La policromía, plenamente barroca, es propia del segundo tercio del siglo XVII.
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