Ruta por los retablos baztaneses del siglo XVIII
Arraioz
La dirección hacia un neoclasicismo severo, austero, frío y rígido se deja sentir con fuerza en el retablo mayor y colaterales de Arraioz, obras contratadas por el maestro francés José Poudez a partir de 1778 y tasadas por José Muguiro en abril de 1785, según los datos que hemos exhumado del libro de cuentas de la localidad, donde también se anota el dato de que un anónimo devoto entregó la cantidad de 320 pesos para su ejecución. La arquitectura del retablo mayor es de cierta calidad, aunque los bultos redondos desmerecen muchísimo, a diferencia de otras localidades baztanesas en donde imperan las esculturas de origen cortesano y sobresaliente perfección. El mayor es de tipo cascarón y se adapta a la cabecera de la iglesia perfectamente. Consta de tres calles articuladas por columnas de capitel corintio y fuste estriado. La central está más destacada con un grupo asuncionista y las laterales con las efigies de san Agustín y san Norberto. En el ático, una gloria con una gran ráfaga de rayos dorados, con coros angélicos a ambos lados, conformados por tríos de pequeñas esculturas de bulto redondo con instrumentos musicales de cuerda –violines– y partituras en sus manos.
Desde el punto de vista iconográfico, lo más singular es la presencia de san Norberto, arzobispo de Magdeburgo y fundador de los canónigos regulares premostratenses a los que pertenecía el monasterio de Urdax. La cercanía y relación con aquel enclave nos explica su presencia en el retablo, acompañado por el ostensorio, por la defensa que hizo del sacramento de la Eucaristía. En Navarra apenas conocemos imágenes del santo, a excepción de un lienzo en Urdax.
En cuanto al artífice que contrató el retablo, José Poudez, figura entre los maestros que encajaron con un academicismo que se imponía con rapidez. Poudez estaba avecindado en la plaza del Castillo de Pamplona en 1797, precisamente como “tracista y escultor”, haciendo constar que contaba con cincuenta y cinco años y en estado civil viudo y acompañado de su hijo José, soltero de veinticinco años y que había formado parte de los voluntarios. Había nacido en Pau y se le documenta en Navarra en tierras del Baztan en distintas obras, como la torre de Elizondo (1780) o los retablos de esta última localidad (1775-1777) y el que nos ocupa de Arraioz (1778-1785). Entre 1775 y comienzos del siglo XIX, trabajó lo indecible en diferentes lugares, sobre todo para la colegiata de Roncesvalles/Orreaga en obras de todo tipo y tan señeras como el hospital nuevo y la casa prioral, la parroquia de Zugarramurdi, el monasterio de Urdax o la casa Estebecorena o Istecorena de Elizondo (1776).
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