Ruta por los retablos baztaneses del siglo XVIII
Retablo mayor de Ziga
El antiguo retablo de la parroquia de San Nicolás de Pamplona, finalizado en 1715, fue trasladado a la de Ziga con motivo de la construcción de otro realizado en 1905 y retirado tras las últimas obras de restauración del templo, hace unas décadas.
La Pamplona decimonónica fue especialmente respetuosa con las obras barrocas. Se vivía una fiebre contra aquel estilo, sobre todo desde que, en 1785, el secretario de la Real Academia de San Fernando, don Francisco Ponz, criticase el monstruoso ornato de la capilla de San Fermín –que acabaría destruido– o los retablos de San Saturnino o del Carmen Calzado, que también sucumbieron más tarde.
No obstante, el viejo retablo aguantó las fiebres anti-barrocas del academicismo y del siglo XIX y se trasladó a Ziga en 1904, salvándose de su destrucción, como ocurrió con otros muchos de la ciudad.
Otra circunstancia hace a la obra especial: haberse conservado el sermón que se predicó con motivo de la colocación de la imagen del titular, tras su construcción por uno de los maestros más prestigiosos de Pamplona, Fermín de Larrainzar, que se había hecho cargo de él en 1708.
El autor del retablo, Fermín de Larrainzar (c. 1674-1741), era hijo de carpintero y estaba emparentado con otros maestros, como el escultor aragonés Manuel Gil y el polifacético José Pérez de Eulate, que casaría con una de sus hijas. Su formación, iniciada en el taller familiar, se completó, a partir de 1691, en uno de los mejores talleres pamploneses del último tercio del siglo XVII, bajo la dirección de Juan Barón de Guerendiain. En 1695 realizó su examen de ingreso en el gremio-cofradía de San José para las especialidades de carpintería, ensamblaje y arquitectura. Su carrera artística fue rápida y, además de haber merecido el nombramiento de veedor de obras de la diócesis de Pamplona, acaparó la mayor parte de los retablos de los mejores clientes del reino y del obispado, como los retablos de la girola catedralicia o las benedictinas de Lazkao. En 1700 litigó contra el citado gremio para que se diferenciase la arquitectura –considerándola como arte liberal– del ensamblaje, en aras de emanciparse del concepto artesanal y adquirir un cierto reconocimiento intelectual.
El 23 de julio de 1708 firmó el compromiso para la realización del retablo mayor de la parroquia de San Nicolás de Pamplona, según su propio diseño, por 400 ducados y para realizarse en madera de pino. El plazo de ejecución se fijó para las Navidades de 1714. En sus alzados se tuvieron en cuenta los ventanales de la cabecera gótica del templo pamplonés, para no impedir el paso de la luz, no muy abundante en el interior del recinto. Consta de banco, cuerpo dividido en tres calles y ático. El único cuerpo se articula mediante cuatro columnas salomónicas que suponen cierta originalidad en cuanto a su ornato, ya que presentan una gran guirnalda de flores que corre rodeando las gargantas de los soportes, dejando los senos de las salomónicas a la vista.
Respecto al programa iconográfico, en el primer cuerpo aparece actualmente el relieve de la Anunciación en la calle central y las tallas de san Pedro y san Pablo en las laterales. Estas dos últimas y las dos virtudes que montan a plomo sobre las columnas extremas pertenecen al retablo que trabajó Larrainzar, no así el relieve mencionado y la escultura del titular de la parroquia de Ziga, san Lorenzo, que ocupa el templete del ático, de donde se quitó un Crucifijo con que contaba el retablo primitivo. La presencia del gran relieve de la Anunciación obedece a que ese pasaje de la vida de la Virgen era celebrado en la parroquia pamplonesa con gran solemnidad, por ser la copatrona de la mencionada parroquia. La calidad de algunas de esas tallas nos recuerda el modo de trabajar de algunos escultores foráneos que bien pudieron hacerse cargo de ellas, como el madrileño Antonio González y otros maestros procedentes de Aragón, entre los que se encontraban su propio cuñado Manuel Gil y Luna, escultor aragonés natural de La Almunia, o Jerónimo Sánchez, yerno del mencionado Pedro Onofre.
Uno de los datos más importantes de la pieza es la incorporación del nuevo tipo de salomónicas, posiblemente influidas por el artista aragonés Pedro Onofre Coll, que llegó a trabajar en el tabernáculo de San Fermín en 1714 incorporando columnas salomónicas “vestidas de flores”, tal y como se recoge en el condicionado para hacer el retablo de la Virgen de Jerusalén de Artajona.
Cuando la obra estuvo finalizada, en 1715, se colocó en el presbiterio de la parroquia y se procedió a su bendición sin que faltase el sermón, que pronunció Matías Jerónimo Izcue, vicario del templo, que se imprimió en las prensas pamplonesas de Francisco Picart, con el título de Oración panegírica de San Nicolás en el día en que se consagró su nuevo retablo. El predicador lo dedicó a los obreros de la parroquial. Como es sabido, la Obrería era una especie de junta de administración y fábrica que existió en las viejas parroquias pamplonesas hasta el siglo XIX. El panegirista, Miguel Jerónimo de Izcue, era pamplonés y doctor en teología.
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