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Ruta por los retablos baztaneses del siglo XVIII

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Los retablos de Azpilkueta con sobresalientes esculturas de Carmona

El binomio de un generoso mecenas y un destacado maestro hizo posible este conjunto. El mecenas fue un obispo residente en Indias, don Martín de Elizacoechea, natural de Azpilkueta y obispo de Michoacán en 1747-1756, tras ser apadrinado por el obispo Castorena y haber sido cancelario de la Universidad de México y deán de la catedral novohispana. Protege a su familia, reconstruye la casa nativa y la iglesia parroquial entre 1752 y 1754. El artífice de los retablos fue Silvestre Soria, cuya personalidad se muestra especialmente activa en la década de los sesenta, desde su lugar de residencia, que estableció en Pamplona. Este maestro había nacido en Sesma, en 1715, localidad de origen de otros artistas importantes como Roque Solano o Ramón Villodas. Al igual que Solano, Soria estuvo en la Corte, en donde contactaría con Diego Martínez de Arce, quien le recomendó para la ejecución del retablo de la Purísima Concepción de Elorrio, denominándole “arquitecto y adornista”. Trabajó en el palacio nuevo de Madrid a las órdenes de Olivieri y su fama en la Pamplona de la década de los sesenta fue enorme, siendo uno de los escasísimos casos en que a un retablista se le dio el tratamiento de “don”, en tanto que su juicio era suficiente para la adjudicación de los proyectos más destacados. Falleció en Pamplona en 1768 y, entre los datos más novedosos, contamos con una crónica de sus últimos días que redactó un capuchino para cuyo convento había trabajado una simpar escenografía para la canonización de san Serafín y el beato Corleón, que el cronista juzgó como “de nueva idea e invención nunca vista en Navarra”. Su muerte la relata con todo detalle, haciendo constar su conformidad y serenidad en sus últimas horas de vida. Entre sus obras más distinguidas en Navarra hay que destacar el conjunto de retablos de la basílica de San Gregorio Ostiense y toda la remodelación rococó de la sacristía de los canónigos de la catedral de Pamplona.

Otra obra de la que Soria se encargaría por estas fechas sería el conjunto de retablos de Azpilkueta. La datación en 1752 de este importantísimo conjunto se ha hecho basándose en la data de una firma del escultor Luis Salvador Carmona en una de las esculturas. Sin embargo, creemos que esa cronología se ha de retrasar forzosamente porque el escultor, en aquellos momentos, aún no se había establecido en Pamplona y, sobre todo, por no haberse examinado aún para poder trabajar en la capital navarra y el resto del reino. La fecha de este interesante conjunto de retablos no debe distar mucho de 1759, año en el que se examinó en Pamplona. Cuando contrató el retablo mayor de Elizondo en 1762, estos retablos de Azpilkueta se ponían como referencia reciente.

El retablo mayor es una pieza interesantísima dentro de las obras de su género en Navarra, por sus novedades. Se trata de una traza extraña y novedosa que, en aquella cronología, no pudo diseñar sino Silvestre Soria, especializado tanto en lo referente al adorno como en la disposición arquitectónica de corte barroca y romana. Tipológicamente, nos encontramos ante un retablo cascarón de escasa profundidad que cubre con sus dimensiones todo el muro de la cabecera del templo. Consta de sotabanco, un gran cuerpo central articulado por pilastras cajeadas, con tres calles, la central con templete clásico y cascarón con tres grandes gallones. La severidad de sus líneas, a una con la desaparición del banco, hacen a esta pieza sumamente original para aquellos momentos. En la calle central del primer cuerpo se adosa al retablo un rico templete con parejas de columnas estriadas de corte clásico, dos a un nivel y otras dos retranqueadas, sobre las que montan entablamentos, frontón curvo partido y hornacina mixtilínea en que se cobija el busto de Dios Padre. Las laterales presentan hornacinas aveneradas, en tanto que en el ático hay un compartimento oval. La decoración es en todo exquisita y delicada; palmas cruzadas, guirnaldas de cuidado diseño, espejos, cornucopias sabiamente dispuestas con finos tallos vegetales, ángeles y laureles constituyen un lenguaje propio de un auténtico adornista cortesano que maneja repertorios grabados y posee un gran genio compositivo. La elegancia y el refinamiento de este retablo es ajeno a todas las obras de esos momentos en el panorama regional.

El discurso iconográfico se compone de una majestuosa imagen del titular, san Andrés, que ocupa el templete central, dos mancebos a sus lados y los bultos de los copatronos del reino en las calles laterales, mientras san Martín se localiza en el centro del ático. Sobre los nichos de las calles laterales se viene repitiendo que los relieves corresponden a las Glorificaciones de san Francisco Javier y san Ignacio de Loyola, sin embargo no es así, pues representan a san Cayetano y san Andrés Avelino, ambos de los clérigos menores de mayor devoción en Alcalá o Madrid. Todo este conjunto escultórico corresponde a distintas manos; mientras la de san Andrés es una gran obra de Luis Salvador Carmona, los bultos de san Fermín y san Francisco Javier bajan en calidad. La escultura del ático que representa a san Martín partiendo la capa con el pobre –recuerdo de don Martín Elizacoechea, el obispo de Michoacán que hizo posible la construcción del templo parroquial– es moderna y sustituyó a otra anterior de la que nos habla Ceán Bermúdez.

Los dos colaterales del crucero están dedicados a la Virgen del Rosario y santa Bárbara, esta última obra de Carmona, firmada en 1752. Otros dos retablos, en este caso de tipo hornacina, más sencillos, realizó Silvestre de Soria para esta iglesia, dedicados al Santo Cristo –obra de Carmona– y a la Dolorosa.

Contamos con un testimonio excepcional sobre la impresión que causaron a un sobrino del obispo comitente las esculturas de Carmona en una de las visitas que hizo a la Corte. Así se expresa el 5 de diciembre de 1752, desde Madrid:

Después de haber estado en Madrid de seis a siete meses, me restituí a mi casa y por mayo de este año, habiendo pasado el invierno y primavera en aquella Corte en compañía de mi hermano e hijos bellísimamente y muy distraído con el bullicio de tanta gente y novedades que cada día ocurren en la Corte, sin que en mi salud hubiese experimentado la menor novedad, tuve al mismo tiempo el gusto y complacencia de ver cómo trabajaban los santos para la iglesia de Azpilcueta por dirección de mi hermano, que aseguro a Vuestra Ilustrísima que son muy buenos y según los inteligentes muy apreciables y gustándoles aguardan venir, que a más de que en el Reino habrá pocos semejantes, pues hoy se trabaja en Madrid de lo mejor.

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aula_abierta_itinerarios_43_bibliografia

CRUZ YABAR, M. T., “José de Hermosilla y el retablo de Irurita en Navarra”, Archivo Español de Arte, n.º 290 (2000), pp. 51-65.

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FERNÁNDEZ GRACIA, R., “El triunfo del Academicismo en los retablos baztaneses y el proyecto para el mayor de Villafranca (1783) en un dibujo de la Biblioteca Nacional”, Studium, Magisterium et amicitia. Homenaje al profesor Agustín González Enciso (ed. R. Torres Sánchez), Pamplona, Eunate, 2018, pp. 467-478.

FERNÁNDEZ GRACIA, R., “En torno a la inscripción de la Virgen del Rosario de Irurita, obra de Juan Domingo Olivieri, de 1749”, Pieza del mes de marzo de 2023. Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

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GARCÍA GAÍNZA, M.ª C., “Alonso Cano y José Ribera, fuentes inspiradoras en la obra de Luis Salvador Carmona: el martirio de san Bartolomé de Lekaroz”, Pieza del mes de mayo de 2015. Cátedra de Patrimonio y arte navarro

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