Ruta por los retablos baztaneses del siglo XVIII
Elizondo: dos retablos en el espacio de trece años, ambos desaparecidos
Dos retablos acusaron de modo inmediato el modelo clásico de Irurita, en las localidades de Elizondo y Arraioz. En el primer caso, y a los pocos años de la realización de un retablo, se optó por su sustitución. El de Elizondo se encargó en 1762 a Silvestre Soria, el gran maestro de la etapa rococó en Navarra, formado en el taller del palacio real o nuevo de Madrid con Juan Domingo Olivieri. El promotor de la obra era en este caso un baztanés establecido en la Corte de Madrid como tesorero del infante don Luis Antonio Jaime, don Ambrosio Agustín de Garro, caballero de la Orden de Santiago. Antes de firmar la escritura notarial de compromiso, el promotor obtuvo el correspondiente permiso del lugar, concejo y su vicario, y se encargó un diseño y condicionado al prestigioso Silvestre de Soria, maestro escultor avecindado en Pamplona. Precisamente con sus propias trazas se comprometió a realizar el retablo, con pequeñas modificaciones que se anotan cuidadosamente en el compromiso. Entre ellas figuran las de hacer decrecer un poco el primer cuerpo para dar mayor holgura al segundo; proporcionar mayor relieve a las molduras y trofeo del arco principal; disminuir ligeramente el tamaño de las esculturas de san Pedro y san Pablo; y descargar de ornato los arbotantes que estaban tras las figuras, eliminando asimismo los trofeos de guerra y suprimiendo decoración del sagrario para dar impresión de mayor grandeza. De la obligación de Soria sería el encargar la escultura y dorar y jaspear todo el retablo, “previniendo que ha de llevar algo más de oro que el que tienen los retablos de la iglesia de Azpilkueta”. La madera de pino fue una vez más elegida como material de todo el conjunto. El precio se acordó en 2 360 pesos de a 128 cuartos, que se pagarían según fueran avanzando las obras, y el plazo se fijó en el día de san Juan de 1763.
A los pocos años y por razones que no pueden ser sino de orden estético y de moda, entre 1775 y 1777 se llevó a cabo un nuevo retablo mayor para la parroquia de Elizondo que sustituiría al de 1762 y bajo el mecenazgo de la misma familia. En este caso se debió a una disposición testamentaria de Ambrosio Agustín de Garro, que cumpliría su hijo y testamentario don Nicolás Ambrosio de Garro. Ambos fueron tesoreros del infante don Luis Antonio. En el testamento del citado don Ambrosio Agustín figuraba la cantidad de 52 000 reales de vellón para la “renovación del retablo mayor de Elizondo”. Con esa cantidad, José Poudez, arquitecto y escultor de Pau, se hizo cargo del retablo nuevo. Poudez fue un maestro francés activo en varios proyectos en el valle y en la colegiata de Roncesvalles/Orreaga, que cobró distintas cantidades por el retablo nuevo de Elizondo entre 1775 y 1777. La policromía del conjunto fue subcontratada por Poudez con el dorador de Pamplona Juan Francisco Santesteban en junio de 1776, cuando ya lo tenía finalizado, haciéndose constar que el oro debía ser del mejor procedente de Pamplona o París. Las esculturas que figuraban en el retablo son, además de Santiago a caballo con los moros en la parte inferior, las de los santos Ambrosio, Agustín, Nicolás y Fermín. El retablo desapareció hace un siglo al construirse la nueva parroquia de Elizondo (1916-1925). A través de una fotografía editada en tamaño postal se pueden observar sus líneas clasicistas, en sintonía con lo realizado en Irurita.
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